FRÁNCFORT.- La
deflación vuelve a las mentes de funcionarios del Banco Central
Europeo, presagiando desafíos para la presidenta, Christine Lagarde,
sobre si la eurozona necesita aún más estímulo monetario.
Al
provocar la mayor recesión de tiempos pacíficos en Europa desde la
década de 1930, la pandemia de coronavirus ha despertado una imagen de
caída de precios y salarios similar a la Gran Depresión que quita todo
color a la economía.
Después
de que el BCE extendió y casi duplicó su programa de compra de bonos de
emergencia a 1,35 billones de euros (1,53 billones de dólares) la semana
pasada, Fabio Panetta, miembro del Comité Ejecutivo, citó un
“resurgimiento de las presiones deflacionarias”.
El gobernador del Banco
de Finlandia, Olli Rehn, dijo que los riesgos de deflación son
“elevados”, y Pablo Hernández de Cos, del Banco de España, comentó que
era necesario tomar acción “para garantizar que el riesgo no se
materialice”.
Economistas ya están pronosticando que formuladores de política deberán volver a intensificar el programa antes de fin de año.
Sin
embargo, el gobernador austriaco, Robert Holzmann, se opuso diciendo
que incluso si los precios al consumidor cayeran durante unos meses,
“eso no es deflación en el sentido económico”.
El Bundesbank pronosticó
apoyo de las interrupciones continuas en el suministro y los colapsos
corporativos que permiten a las empresas sobrevivientes más poder de
fijación de precios.
La
discusión refleja un debate más amplio sobre si la crisis y las medidas
para contrarrestarla, en última instancia, avivarán los precios.
“El
verdadero problema para mí es esta obsesión que la gente tiene,
particularmente en Europa, de que el estímulo fiscal y monetario masivo
será inflacionario”, dijo Erik Nielsen, economista en jefe de UniCredit,
a Bloomberg Television. “Durante los próximos cinco años más o menos,
simplemente no veo que suceda”.
Las
diferencias de opinión del BCE recuerdan el año 2014, cuando la
austeridad gubernamental tras la crisis de la deuda regional pesaba
sobre los precios. El entonces presidente Mario Draghi estaba finamente
en sintonía con el riesgo y comenzó un impulso estratégico para compras
masivas de bonos.
Tuvo
que luchar contra la oposición dirigida por funcionarios de Alemania,
donde la hiperinflación de la década de 1920 se filtró en la psique
nacional, quienes argumentaron que la posibilidad de deflación era
exagerada. El crecimiento de los precios al consumidor finalmente se
volvió negativo en diciembre de 2014 y se anunció una expansión
cuantitativa al mes siguiente.
Pasaron otros dos años antes de que Draghi se sintiera capaz de decir que el riesgo había pasado.
La
deflación infunde miedo en los corazones de los banqueros centrales
porque es mucho más difícil de combatir que la inflación, lo que
requiere aumentos de tasas de interés dolorosos pero relativamente
directos.
A
medida que los precios caen, las ganancias se reducen hasta que las
empresas responden recortando los salarios, lo que reduce la demanda de
sus productos y empeora el problema. Es un ciclo de autorefuerzo que
solo puede romperse con un gasto masivo, normalmente por parte de
Gobiernos con respaldo del banco central.
En
la década de 1930, limitados por el estándar del oro, las autoridades
tardaron en reaccionar ante la recesión subsiguiente al colapso
financiero de 1929. La deflación en Europa solo desapareció con el
inicio del rearme alemán que culminó en la Segunda Guerra Mundial.
No
obstante, esta vez se ha inyectado dinero en el sistema global y se ha
envuelto la economía en algodón. El sorpresivo repunte laboral en
Estados Unidos informado la semana pasada planteó la posibilidad de un
rebote más rápido de lo esperado. La Unión Europea incluso ha superado
sus disputas sobre la deuda emitida conjuntamente para crear un fondo
común de recuperación de 750.000 millones de euros.
Philip
Lane, economista en jefe del BCE, reconoció las presiones al alza de
los precios en un blog, pero dijo que está claro que prevalecen las
desventajas.
La
inflación anual de la eurozona fue de 0,1% en mayo y los precios
cayeron mes a mes. Si bien el colapso en los costos del crudo explica
gran parte, otro eco del debate de 2014 cuando algunos funcionarios
dijeron que las facturas de energía más bajas eran un estímulo oculto,
la preocupación es que la tendencia se extenderá.
Lane
evitó la palabra “deflación” en su blog, y Lagarde evadió una pregunta
al respecto en su conferencia de prensa, sugiriendo que son sensibles
para el debate interno.
Sin
embargo, la presidenta lo mencionó en el Parlamento Europeo el lunes,
diciendo que el estímulo monetario de los últimos años había evitado esa
amenaza y levantó la eurozona.
“Estas
medidas no solo han impedido que la economía caiga en condiciones
deprimidas y deflacionarias”, dijo.
“También han contribuido a apoyar el
empleo y reducir los riesgos de estabilidad financiera”.
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