MADRID.- Con tres mil empleos
suprimidos en Nissan y otro medio millar en una planta de aluminio, la
industria de España tiembla ante un sombrío futuro después de la
pandemia, que agrava los males de un sector largamente olvidado.
La
semana pasada, un espeso humo negro se levantaba frente a las
instalaciones de Nissan en Barcelona (noreste), donde los trabajadores
reaccionaron quemando neumáticos al anuncio de la firma japonesa de
cerrar esta fábrica que genera 3.000 empleos directos y 22.000
indirectos, según los sindicatos.
La misma imagen de neumáticos en llamas se repetía en la
otra punta de España, en Lugo (noroeste), frente al complejo del
fabricante de aluminio estadounidense Alcoa, que quiere recortar 534
empleos y paralizar casi por completo la producción de una de sus dos
plantas.
Y en Valencia, en el litoral oriental, Ford anunciaba un
plan de bajas voluntarias para reducir en 350 personas la plantilla de
su fábrica.
Ante este escenario turbulento, el jefe del gobierno
socialista Pedro Sánchez anunció que estaban preparando un plan de apoyo
al sector del automóvil, responsable de un 10% del PIB, mientras los
sindicatos se preocupan por la siderurgia y el aluminio, ya en situación
delicada.
"La urgencia es determinar qué sectores son
estratégicos en nuestro país y saber que tendremos que ayudar a esas
empresas para ser competitivas", una planificación hecha lastimosamente
hasta ahora, afirma Pedro Hojas, secretario general del sindicato
UGT-Fica.
La industria española, cobijo
de seis millones de empleos, se resiente de un largo desinterés de los
políticos que basaron el desarrollo económico en sectores como la
construcción y el turismo, señalan sindicatos y economistas.
En
cambio, los empleos industriales son más estables y están mejor
remunerados que la media del país, donde un tercio de los trabajos son
temporales.
"La industria es el gran fallo estructural de la
economía española de los últimos 20 años (...) El coronavirus es la
última oportunidad de que nos demos cuenta de la importancia de la
política industrial", advierte Xavier Ferras, profesor de la escuela de
negocios Esade.
Para Fernando Fernández, profesor de la escuela de
comercio IE, el cierre de la fábrica de Alcoa era una "muerte
anunciada": una industria con gran necesidad de energía en un país donde
la electricidad es cara y unas perspectivas sombrías en el sector de
materias primas fue rematada por el "frenazo económico" provocado por la
pandemia.
"La covid acelera un proceso que ya venía de largo porque las cuentas de resultados están mucho más tensas", resume.
En el caso del automóvil encadena años arduos por la caída de ventas y la difícil transición hacia el vehículo eléctrico.
Con
la entrada en vigor del confinamiento a mediados de marzo, todas las
fábricas de automóviles de España, segundo constructor europeo después
de Alemania, quedaron paralizadas durante semanas.
El cierre generalizado en el continente hundió las ventas de vehículos nuevos : -55% en marzo y -76% en abril.
"El
sector automóvil ya arrastraba una situación que necesitaba una
adaptación al nuevo mercado (...) Este proceso de cambio se acelera
porque no hay ventas", señala José Manuel Casado, especialista de
políticas industriales del sindicato Comisiones Obreras.
"Todo el
sector del automóvil se ha visto sometido a una interrupción sin
precedentes, están totalmente descolocados y están todas las marcas
redistribuyendo sus operaciones", apunta Xavier Ferras.
El plan de
ajuste de la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi prevé dejar Europa para
Renault y concentrar Nissan en China, Japón y Norteamérica.
Y
aunque la mayoría de fábricas automovilísticas de España son más
competitivas que la de Nissan, su actividad depende en gran parte en las
exportaciones y la salud de las grandes marcas mundiales.
Y "la
covid genera un replanteamiento brutal de todas las estrategias europeas
en un país dependiente de decisiones de empresas exteriores", explica
Fernández.
La dependencia del extranjero es todavía más acusada
por la escasa inversión en la I+D industrial, lo que complica la
captación de fábricas y centros de decisión, señala Ferras.
Según él, España solo destina a esta actividad un 1% de su PIB contra la media del 3% dedicada en la Unión Europea.
La
industria de las energías renovables, con la eólica en cabeza, y la de
componentes automovilísticos, menos afectada por los cambios del sector,
podrían al menos salir bien libradas de la acometida, estima Fernández.
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