SANÁ.- Una veintena de mujeres
yemeníes han vuelto a ocupar la más vieja fábrica del país, tras
permanecer cerrada más de una década, para fabricar mascarillas contra
el nuevo coronavirus en este país devastado por una cruenta guerra
civil.
La situación es particularmente tensa en Yemen, con un sistema de salud casi inexistente tras varios años de guerra.
En esta fábrica, en la capital Saná, en una oscura sala de
producción de estas mascarillas médicas, las mujeres trabajan
encorvadas sobre las máquinas de coser, ataviadas con niqabs oscuros y
guantes blancos.
Para ellas, se trata de una carrera contrarreloj
para hacer frente a la epidemia que ya golpea con saña a países ricos y
desarrollados.
"Estamos trabajando en las mascarillas desde el
lunes y, gracias a Dios, hemos empezado antes de que la epidemia nos
afecte, y con esta medida de precaución no tendremos la necesidad de
importarlas", dice la trabajadora Faten al Masudi.
"(...)
Trabajamos por la salud de nuestros hijos", agrega Masudi que, como las
demás mujeres, no tiene un salario fijo sino que es pagada por
mascarilla producida.
Yemen, país asolado por la guerra y descrito
por Naciones Unidas como el escenario de la peor crisis humanitaria del
planeta, no ha registrado aún ningún caso de COVID-19.
A
diferencia de otros países vecinos del Golfo, Yemen no ha tomado
drásticas medidas para prevenir la propagación del virus, pues es menos
vulnerable. Varias regiones del país están atrincheradas y bajo asedio, y
los contactos aéreos con el exterior están drásticamente limitados.
La fábrica ahora usada
para producir mascarillas fue diseñada por China y abierta en 1967 para
producir algodón, una de las actividades esenciales para la economía del
país en los años 1970. Entonces producía diversas prendas así como
uniformes militares, antes de cerrar en 2005.
Varias partes del complejo han sido dañados por los bombardeos aéreos, y otras han quedado en estado ruinoso.
Abdulá Shaiban, jefe de la fábrica, espera que con esta crisis sanitaria el lugar pueda funcionar con "todo su potencial".
"Hay una gran demanda para este tipo de mascarilla, que la gente utiliza para preservar su salud", explica.
Shaiban espera que con 80 máquinas de coser, el sitio produzca entre 8.000 y 10.000 mascarillas diarias.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado el martes que no hay casos de COVID-19 en Yemen.
La
OMS está trabajando con las autoridades en Saná, controlada desde 2014
por los rebeles, y en la sureña ciudad de Adén, donde está basado el
gobierno oficial, para controlar sanitariamente a las personas que
ingresan al país.
"El virus no respeta fronteras", afirma el representante de la OMS en Yemen, Altaf Musani.
"Tenemos un déficit en la cantidad de tests realizados. Debemos incrementar nuestra capacidad para efectuar análisis", asegura.
Tres millones de personas y desplazados en Yemen luchan
para sobrevivir, sin casi asistencia, muchos de ellos ubicados en
campamentos especialmente vulnerables a enfermedades como la COVID-19.
Cerca
de 1.000 casos se han registrado en las seis naciones del Consejo de
Cooperación del Golfo, la mayoría de ellos tras llegar de Irán, donde
cerca de un millar de personas han muerto por la epidemia.
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