MOSCÚ.- El crecimiento de la
economía rusa cayó al 1,3% en 2019, un freno con respecto al año
anterior y a las previsiones de Moscú que llevó al presidente Vladimir
Putin a remodelar el gobierno y a acelerar su plan de inversiones.
El
aumento del 1,3% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2019 es inferior a
las previsiones del gobierno (1,4%) y está lejos de la cifra de 2018
(2,5%). El banco mundial preveía por su parte una subida del 1,2%.
Del lado positivo, la economía rusa se apoyó en el
crecimiento del sector minero (2,7%) y financiero (9,7%), al tiempo que
la bolsa rusa fue una de las más rentables del mundo el año pasado.
Pero
al mismo tiempo el consumo siguió a la baja, como en los últimos años, y
cayó de nuevo en 2019, un poco más que el año anterior.
La
situación económica explica la impopularidad del ex primer ministro
Dmitri Medvedev, que dimitió en enero tras una reforma constitucional de
Putin.
El presidente pidió además acelerar su plan de estímulo de la economía rusa.
El
nuevo primer ministro Mijaíl Mishustin, nombrado en enero, tendrá el
objetivo oficial de reducir la pobreza y alcanzar un crecimiento anual
del PIB cercano al 3%, frente al 1,6-1,8% de crecimiento que prevé el
Banco Mundial para 2020-2021.
El nombramiento de Mishustin, un
tecnócrata que transformó la burocracia fiscal rusa en una
administración eficaz, fue bien acogido en el mundo económico.
Mishustin
prometió luchar por el "crecimiento" y "el aumento del nivel de vida".
Para ello prometió "proyectos nacionales" con una inversión total de
375.000 millones de euros antes de 2024 en todos los sectores, en
particular en infraestructuras.
Desde hace años Rusia aplica una
política presupuestaria muy austera que ha permitido estabilizar la
economía tras la crisis de 2015-2016 y acumular importantes reservas, en
detrimento de las inversiones y el crecimiento.
Pero ahora Moscú debería favorecer las inversiones y aumentar el gasto, como ya hizo a finales de 2019 y principios de este año.
Según
la consultora Renaissance Capital, el gobierno "fue bastante eficaz en
el pasado" para favorecer la inversión en grandes proyectos, como los
Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014 o el Mundial de 2018.
Otros
observadores son más escépticos sobre la reforma constitucional
sorpresa anunciada por Putin que debería cambiar el marco institucional a
partir de 2024, cuando termine su mandato de presidente.
"Putin
podría seguir siendo la principal figura del poder en el sistema
político [después de 2024], conservando un sistema de personalista que
obstaculiza las reformas y desalienta las inversiones" apuntan los
analistas de Capital Economics, que prevén un crecimiento del 1,8% en
2020.
Por otra parte, y tras una compleja reforma de las pensiones
en 2018, Moscú no parece dispuesto a poner en marcha más reformas
estructurales.
"Quieren compensar la falta de progresos
estructurales con dinero público. Los miembros del nuevo gobierno no son
conocidos por su reformismo sino más bien por su apoyo a un estado
fuerte", indica Natalia Orlova, economista jefe en Alfa Bank.
Tras
dos años de recesión en 2015 y 2016 por la caída del precio del
petróleo y las sanciones occidentales provocadas por el conflicto en
Ucrania, todavía en vigor, la economía rusa volvió a crecer en 2017.
Además
de las sanciones, la economía rusa también se está viendo afectada por
el declive demográfico desde la disolución de la URSS, lo que compromete
su crecimiento a largo plazo.
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