lunes, 10 de febrero de 2020

No hay buenas noticias para bonistas de Puerto Rico

NUEVA YORK.- Hay algunas lecciones que aprender del último acuerdo de Puerto Rico con sus acreedores –el cual indica el comienzo del fin de la bancarrota de la isla– y ninguna de ellas es buena para los tenedores de bonos.

El plan, anunciado el domingo por la noche, recortaría el capital pendiente de la deuda de obligación general de 17.800 millones de dólares a 10.700 millones. Este fue un mejor trato para los tenedores de bonos que la propuesta original de la junta de supervisión financiera (los precios de algunos de los bonos subieron el lunes), pero no amerita abrir la champaña.
Primero, para un municipio in extremis, Puerto Rico muestra nuevamente que las sutilezas legales ya no aplican. Algunos administradores de dinero respaldaron a Puerto Rico cuando ofreció bonos de obligación general con intereses de 8% en 2014, y algunos fondos de cobertura estaban ansiosos por quitarle bonos de las manos a medida que la crisis financiera de la isla se profundizaba. Su razonamiento era simple: ¡garantías constitucionales!
Pensé que debía haber algo más detrás de su caso alcista, pero no. Hicieron sus apuestas sobre las estructuras legales de la deuda de la isla, y siguieron hablando de eso mucho después de que tal discusión fuera simple.
Pero como lo demostró la bancarrota de Detroit en 2013, un municipio en serios problemas no solo se quedará allí y será desollado por sus acreedores. Demostró que los tenedores de bonos ya no eran una clase tan privilegiada, sino que compartirían el dolor. Puerto Rico simplemente enfatiza la lección.
En segundo lugar, Wall Street es un facilitador. En ningún momento de esta triste historia los bancos de la nación le dijeron a Puerto Rico: no más. A los banqueros se les paga por hacer lo que los políticos quieren, y eso casi siempre será más dinero por un poco más de tiempo.
Hemos recorrido un largo camino desde que un grupo de bancos le dijo a la ciudad de Nueva York que no le prestarían más dinero, precipitando así la crisis financiera de la ciudad en 1975. Hemos avanzado aún más de lo que sucedió después: el estado estableció una junta de control financiero para hacer lo que los funcionarios de la ciudad no podían hacer, y eso es despedir al 25% de los empleados públicos de la ciudad durante los próximos cinco años (uso datos de Citizens Budget Commission, que muestran que la ciudad de Nueva York tenía 260.155 empleados en 1975 y 195.563 en 1980). Además, la ciudad cumplió con su deuda.
Tercero: puede tener demasiada deuda. A medida que avanzaba año tras año en la década de 2000, ciertos observadores notaron cuán rápida y peligrosamente aumentaba la carga de la deuda de Puerto Rico, como se muestra en uno de los documentos primarios del mercado municipal, el informe anual Medianas de la Deuda Estatal de Moody’s Investors Service.
Esta hermosura tiene una columna titulada “Deuda neta respaldada por impuestos per cápita”, y en 2000, por ejemplo, mostraba a Hawái con la mayor deuda, en US$3.054, para los 50 estados. Pero en Puerto Rico, que figura en la lista con fines de comparación, era mucho más alta, en 4.180dólares.
En el informe de 2015, la última vez que se incluyó a Puerto Rico, Connecticut volvió a estar en la cima con 5.491. Puerto Rico: 15.637.
Ese es el mismo año en que el gobernador Alejandro García-Padilla anunció en la portada del New York Times: “La deuda no se puede pagar”.
Finalmente, el mercado no tiene memoria. Sin duda, el estado libre asociado volverá al mercado con nuevos bonos, y sin duda los inversores simplemente los devorarán. No esperen que pague una gran cantidad de penalización en rendimiento.

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