SAO PAULO.- Brasil pasó desde los
años 80 de segundo a séptimo mayor productor mundial de cacao y el
sector aprovisiona esencialmente a la industria chocolatera nacional,
pero se organiza para recuperar posiciones en el mercado internacional
con la mirada puesta en el cacao fino.
La producción de cacao
registró en 1986 un récord de 458.700 toneladas, situándose solo detrás
de Costa de Marfil. En 2018, fue de apenas 255.184 toneladas.
La cosecha cayó abruptamente a partir de 1989, debido a
las sequías, la caída de los cotizaciones internacionales y, sobre todo,
a la propagación en el estado de Bahía (nordeste) de la plaga de la
"escoba de bruja", un hongo que ataca los tejidos de la planta y seca
sus hojas.
Bahía, cuya economía reposaba a fines de los años 80
sobre el cacao y aseguraba el 86% de la cosecha nacional, perdió dos
tercios de su producción, obligando a la industria chocolatera brasileña
a importar granos comunes.
En su estrategia de recuperación, los
productores brasileños se orientan cada vez más a los granos "finos o
flavor", que exigen más cuidados, pero que según un informe del Banco
Mundial de julio de este año constituyen "un nicho promisorio de precios
más altos", que pueden llegar a "duplicar o triplicar" el del grano
clásico.
Ese mercado "no representa por ahora más que del 6% al 8%
del mercado mundial", pero "está en aumento constante en los países
desarrollados", subraya la entidad.
En Brasil, el cacao fino o
premium representa apenas 3% de la producción nacional, pero la casi
totalidad de las exportaciones, según el Sebrae, una entidad de apoyo a
las micro y pequeñas empresas.
Las exportaciones de caco fino brasileño llegaron a 616 toneladas en 2018, principalmente destinadas a Japón, Francia y Holanda.
Los cacaocultores, respaldados por una comisión
especializada (Ceplac) dependiente del ministerio de Agricultura,
desarrollan variedades adaptadas y afinan sus métodos, sobre todo en la
fermentación, un momento clave que determinará el aroma del chocolate y
la calidad del grano.
Los agricultores buscan también dar valor al
origen del grano, con etiquetas de indicación geográfica de tres
regiones: Linhares (Espírito Santo, sudeste, desde 2012), el sur de
Bahía (desde 2018) y Tomé-Açu (Pará, norte, desde inicios de 2019).
Algunos
productores de cacao fino dieron un paso suplementario, lanzándose a la
fabricación de su propio chocolate. Tan solo en el sur de Bahía hay ya
más de 70 marcas.
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