BUENOS AIRES.- Los
pueblos originarios de Argentina sienten que sus valores culturales
perecieron y la sociedad les "ningunea". Por eso el líder andino Tayta
Ullpu se pregunta, 500 años después del inicio del colonialismo, cuándo
entenderán quienes llegaron en barcos que ellos siempre estuvieron en
América.
"Si
escucháramos más a los pueblos originarios, aprenderíamos a compartir y
muchas más cosas que son convenientes para la sociedad. Mejoraría el
mundo", cuenta Carmelo Sardinas Ullpu, miembro del Consejo de
Ancianos de la Confederación del Cóndor del Sur y del Círculo de Abuelos
y Abuelas Sabios del Planeta.
Emigrante boliviano de 78 años radicado en Buenos Aires desde 1966, es profesor de lengua quechua en diferentes universidades.
A
pesar de sus ropas occidentales, Ullpu -humilde en quechua-, que ejerce
como Tayta -padre espiritual-, mantiene el corazón inca y defiende la
cultura andina tal y como le prometió a su padre.
"Vos
me prometiste que vas a estudiar, ¿Quién va a defender nuestra
cultura?", le instó su padre, quien le pidió que fuera el primero de su
familia en estudiar castellano para que no repitiera las "penurias" que
él y sus antepasados sufrieron.
Desde
que Ullpu vive en la capital tiene un compromiso "constante" con la
comunidad indígena ya que, además de ser Tayta, tiene el rol de Aysiri,
maestro de ceremonias.
Su
trabajo como defensor de sus raíces lo describe como "muy, muy duro" ya
que la sociedad actual está "occidentalizada" y rechaza cualquier otra
cultura que no proceda de Europa.
"¡Acá
no hay indios!, ¡ya no existen!", admite que escuchó en multitud de
ocasiones, por lo que no "podía hablar de los conocimientos y menos de
la cultura (andina)".
"Nosotros no vinimos ni en carabelas, ni en barcos. ¿Cuándo van a entender que nosotros siempre estuvimos aquí?", advierte.
Según
cuenta Ullpu, a partir de la reforma constitucional de 1994 se
comenzaron a reconocer los derechos y la existencia de los pueblos
originarios en Argentina, y por ello ahora están "en recuperación".
Incluso ha resurgido un grupo étnico que la propia comunidad originaria creía extinguido, los Tehuelches.
Una de las cosas que más apena al líder andino es la pérdida de los valores culturales compartidos por estas comunidades.
Estos
no deben promoverse solo en casa, como él hizo con sus tres hijos y
hace con sus 5 nietos, explica, sino también en el colegio.
Entre los valores que menciona, destaca la humildad, la capacidad de compartir, el respeto por la naturaleza y los seres vivos.
Diferentes
a los que reconoce que priman en la cultura occidental: afán de
superioridad, de aparentar, la competitividad, el egocentrismo y el
individualismo.
"Acá
cualquiera viene, serrucha un árbol y nadie le dice nada (...) Si
queremos sacarle la hojita a un árbol hay que pedirle permiso porque
tiene vida", considera.
La ley comunitaria andina también era diferente al derecho "romano" a la propiedad, apunta.
El
representante critica que "mucha gente" todavía quiere construir sobre
sus templos sagrados e imponer sus costumbres y tradiciones, lo que
considera un acto de "invisibilización", un "atropello" y un "ninguneo" .
"Quieren hacernos pensar que somos extranjeros en nuestra propia tierra", insiste.
Hoy aún siente que los originarios son discriminados desde "diferentes puntos de vista" de un modo "encubierto".
"Los
borrachos y los ladrones siempre son los negros. ¿Desde dónde esta la
discriminación? Desde el lugar del blanco", explica Ullpu, tras razonar
que debido a la colonización hasta los mismos "morochos" -gente de piel
oscura- son los que promueven este tipo de insultos a sus pares,
atacando así a su propia cultura.
El
Instituto Nacional de Estadística argentino calculó que en 2010 casi un
millón de indígenas habitaban en territorio argentino.
Sin
embargo, Ullpu señala que el biólogo Daniel Corach, que dirige el
Servicio de Huellas Digitales Genéticas en la facultad de Farmacia y
Bioquímica, aportó en el II Encuentro de Pueblos Originarios que el 56%
de los argentinos tiene antecedentes indígenas.
Pese
a que hay un aparente equilibrio genético en el país, la balanza de los
derechos y los valores parece que no está en la misma situación.
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