PARÍS.- Los "cisnes negros" son,
en el lenguaje de los inversores, esos eventos imprevisibles que
derrumban los mercados. Esta semana una bandada de estas funestas aves
ha sobrevolado las bolsas mundiales y las ha hundido.
Tras el crac
del 29 de octubre de 1929 en Wall Street, el del 19 de octubre de 1987,
la crisis de las "subprime" en octubre de 2008, la segunda semana de
marzo de 2020 también pasará a la historia.
Las principales bolsas europeas perdieron entre 17%
(Londres) y 20% (París y Fráncfort), y Wall Street se vio sacudida por
una serie de altibajos. El índice Dow Jones perdió una décima parte de
su valor durante la semana.
"Pasamos de una crisis sanitaria a una
crisis financiera", estima Alexandre Drabowicz, responsable adjunto de
la plataforma de acciones de Amundi.
"Se veía que, como todas las
buenas cosas se acaban, nos acercábamos al final" del ciclo alcista más
largo de la historia de Estados Unidos, observa el experto Thierry Le
Clercq.
El lunes, recuerda, "cuando vimos que el barril de
petróleo perdía 30%, nos dijimos que no eran tiempos de celebraciones".
Pero no imaginaron un descalabro así.
La
propagación de la epidemia obliga a Italia a confinar a su población.
Los precios del petróleo sufren su peor caída desde la primera guerra
del Golfo. Ante este panorama, los inversores venden masivamente sus
acciones y se abalanzan sobre los bonos alemanes y estadounidenses.
"Una
sucesión de hechos siguió golpeando el entorno, ya muy nervioso",
explica Marjorie Sonigo, directora de la gestión financiera en Pictet
Wealth Management. El mercado vive una "subida en potencia de estrés".
"En
medio de la crisis, no se ve el final, el mundo parece petrificado. El
miedo borra cualquier capacidad y hace que los inversores se vuelvan
irracionales", asegura Adrian Lowcock, de la agencia británica Willis
Owen.
Frente a esta pandemia sin precedentes, el mundo de las
finanzas no tiene donde agarrarse. El martes, "no se podía prever que
Italia se cerraría al 100%", señala Le Clercq.
Y las respuestas
caóticas de las autoridades no ayudan para tranquilizar a los
inversores. El miércoles, la inesperada reducción de los tipos de
interés del Banco de Inglaterra (BoE) y los miles de millones prometidos
por los gobiernos no consiguen recuperar la confianza.
Los
mercados, "son como los niños, se les tiene que hablar, tranquilizar,
mimar, cuando las cosas no van bien", insiste Le Clercq.
El
jueves, la decisión de la Fed de inyectar miles de millones de dólares
para que bancos y empresas se financien da un respiro a los mercados,
pero horas después, cae el balde de agua fría.
La decisión de
Donald Trump de suspender la entrada de los europeos del espacio
Schenghen a Estados Unidos durante 30 días, seguido de los anuncios del
Banco Central Europeo, siembran el caos.
Las bolsas de París,
Milán y Madrid sufren el jueves sus peores caídas de la historia. Para
Londres y Nueva York, es la peor sesión desde el crac bursátil de
octubre de 1987.
"Todo el mundo está conmocionado por la velocidad
de los hechos", relata Alexandre Drabowicz. "La diferencia con 2008 es
la velocidad récord de la caída".
"Nos mirábamos entre colegas
frente a la destrucción instantánea de la valorización", pero
"intentamos ser más o menos racionales", dice por su parte Le Clercq.
El viernes, los bolsas se recuperaron ligeramente. Pero todo sigue siendo imprevisible.
¿Y
ahora qué? Lo único seguro, según Sonigo, es que "el primer semestre
está muerto". Se necesitará que se produzca al mismo tiempo "el
retroceso de la epidemia y una política activa monetaria, fiscal y
presupuestaria" para salir de este agujero.
Entretanto, "tendremos que acostumbrarnos a ver los índices bursátiles que varían 5% como mínimo en un día".
No hay comentarios:
Publicar un comentario