NUEVA YORK.- Bares, restaurantes y camareros de Nueva York han
levantado el cuchillo de guerra en torno a la conveniencia o no de
suprimir las tradicionales propinas, que en muchas ocasiones se destinan
únicamente a cubrir parte del salario de los trabajadores, más bajos
que en otros sectores.
Los camareros de Nueva York,
como el resto de empleos en los que se reciben propinas, tienen asignado
un sueldo mínimo menor que el de otros asalariados.
Una propuesta de igualar su paga mínima con la de los
demás sectores en 15 dólares la hora y suprimir las propinas ha dividido
a restauradores y camareros de la ciudad.
La
asociación Restaurant Opportunities Center United (ROC), a la que están
adscritos unos 700 restaurantes en todo el país, es una de las que
defiende la implantación de la nueva normativa, que el gobernador de
Nueva York, Andrew Cuomo, propuso en diciembre de 2017, pero que, de
momento, se ha quedado en el limbo de las leyes.
Anthony Advincula, portavoz de ROC, asegura que desde su
organización abogan por "una paga justa que elimine el salario mínimo de
los trabajadores de propinas" y se queja de las promesas incumplidas de
Cuomo a este respecto.
"He ordenado al Departamento
de Trabajo que garantice que no haya trabajadores más susceptibles de
ser explotados porque dependan de las propinas para sobrevivir",
aseguraba el gobernador a finales de 2017.
Según
estudios citados entonces por la Administración neoyorquina, la propina
se relaciona también con una mayor incidencia del acoso sexual y con
sueldos menores a las mujeres.
El sueldo mínimo en la
ciudad de Nueva York se ha establecido recientemente en 15 dólares la
hora para empresas con más de 10 empleados y en 13,5 para los negocios
con menos empleados, mientras que los trabajadores que reciben propinas
cobran 10 ó 9 dólares, dependiendo del tamaño del local.
En Estados Unidos, dejar propina es más un deber que una elección del
cliente, cuya única libertad de decisión se limita prácticamente a
elegir la cuantía de la gratificación económica, que fluctúa entre un 15
y un 20 % del total de la cuenta.
Brian Keyser,
dueño del pequeño restaurante Casellula, situado en el barrio de Hell's
Kitchen de Manhattan, es uno de los hosteleros que defiende esta medida.
"Apoyo una única paga justa. Veo los beneficios de las propinas para
aquellos que trabajan en los mejores y más caros restaurantes que suelen
hacer mucho dinero gracias a ellas, y están contentos de trabajar por
un salario menor, pero no para los cientos de miles de empleados que
están trabajando por unos salarios y unas propinas realmente bajas",
dice Keyser, poco antes de abrir las puertas de su negocio.
Sin embargo, no todos en el sector comparten la misma idea, como el
mexicano Carlos Rodríguez, que trabaja en una cafetería del alto
Manhattan y rechaza completamente la supresión de las propinas.
"Soy barista, hago cafés en el (barrio) Upper East Side (...), es la
única manera que podemos sobrevivir. La mayoría (de los jefes) no paga
ni el salario mínimo", dice este camarero de 34 años, que lleva una
década trabajando en Nueva York en la hostelería.
Rodríguez, activista en la asociación de trabajadores "Justice Will be
Served", también se muestra receloso del aumento del sueldo mínimo
porque, según él, "por nuestra experiencia vemos que los clientes vana a
dar menos (gratificaciones)".
Este mexicano de
Oaxaca, que actualmente gana entre 20 y 25 dólares la hora gracias a los
propinas, considera que con un aumento de los sueldos, los patrones
"van a acortar las horas (de trabajo de sus empleados) para no sacar más
dinero de sus bolsillos".
Por otra parte, los
hosteleros que se oponen a esta iniciativa, como Andrew Rigie, director
ejecutivo de la asociación New York City Hospitality Aliance, piden que
las cosas sigan como están porque temen que la medida fuerce a los
dueños a subir los precios del menú y, por lo tanto, pierdan clientes.
"Necesitamos respirar, no más regulaciones", dice Rigie, que al igual
que Rodríguez considera que el aumento de la paga mínima a 15 dólares
obligará a los hosteleros a contratar a los trabajadores menos horas
para no incurrir en más costes y que, en consecuencia, muchos negocios
cerrarán.
Ante esto, el portavoz de ROC, Anthony
Advincula, replica que California, Oregón, Washington, Alaska, Nevada,
Montana y Minnesota ya han aplicado leyes similares y ni la restauración
se ha hundido ni las propinas han desaparecido.
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