BERLÍN.- Atraer mano de obra cualificada de otros países fuera de la UE para paliar la acuciante falta de trabajadores que padecen algunos sectores y regiones de Alemania.
Ese es el objetivo al que responden los proyectos de ley aprobados por
el Gobierno de coalición de Berlín, en un momento en el que la extrema
derecha ha convertido la migración en un asunto políticamente
ultrasensible.
El paquete legislativo, inédito en Alemania y que aún debe pasar por
el Parlamento, facilita a los trabajadores de fuera de la Unión Europea
con formación media y alta acudir a Alemania a buscar trabajo en
determinadas condiciones. La iniciativa abre además la puerta a que se
puedan quedar los demandantes de asilo rechazados pero que ya estén
integrados en el mercado laboral.
“Necesitamos mano de obra de terceros
países para asegurar nuestra prosperidad y ocupar los puestos vacantes”,
ha asegurado el ministro del Interior, Horst Seehofer, conocido por su
política de línea dura con la inmigración.
La falta de mano de obra es una de las mayores preocupaciones de los
empresarios alemanes, según revelan las encuestas, sobre todo en algunas
regiones del sur del país y en polos industriales en el norte. Alemania
registra una tasa de desempleo del 4,8%, la cifra más baja desde la
reunificación del país.
Las cifras del Instituto para la Investigación
del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB), dependiente del ministerio de
Trabajo, indican que hay 1,2 millones de puestos de trabajo vacantes en
el país.
Los puestos efectivamente dados de alta en las agencias de
empleo en noviembre ascienden a 807.000 (35.000 más que el mismo mes del
año anterior), en un momento en el que la economía de la primera
potencia de la Unión goza de una salud envidiable.
Faltan sobre todo
trabajadores con un nivel de formación profesional, como fontaneros, delineantes o conductores, y con diplomaturas, por ejemplo educadores infantiles.
A la falta de trabajadores se suman las previsiones demográficas,
que alertan de un acentuado envejecimiento de la población en Alemania.
Esas proyecciones afectarán también al este de Europa, de donde
proceden buena parte de los trabajadores extranjeros en Alemania y cuya
llegada se prevé que disminuya en los próximos años.
“Estos países se
están convirtiendo en países de inmigración. Hay que buscar trabajadores
fuera la UE”, explica a este diario Thomas Liebig, experto en asuntos
migratorios de la OCDE.
El texto legislativo permite a ciudadanos extracomunitarios acudir a
Alemania a buscar trabajo durante seis meses siempre que tengan la
formación necesaria, conozcan el idioma y tengan los medios para
subsistir durante ese tiempo.
En el caso de las personas con permisos
temporales como los demandantes de asilo rechazados, deberán demostrar
que llevan al menos 18 meses trabajando en Alemania y que no tienen un
historial delictivo.
El reto de los refugiados
La integración laboral de los refugiados avanza, aunque los expertos
advierten de que hará falta tiempo. El jefe de la patronal BDA, Ingo
Kramer, indicó recientemente que de los demandantes de asilo que
recalaron en el país a partir de 2015, 400.000 están trabajando o
participan en algún programa de formación profesional como aprendices.
“Es un proceso lento, en ocasiones son gente que no habla una palabra de
alemán y muchos de ellos procedentes por ejemplo de Afganistán o
Somalia, donde no han tenido una escolarización”, explica el experto de
la OCDE Thomas Liebig.
La llegada de refugiados a Alemania ha polarizado a un país que en un
primer momento les recibió con los brazos abiertos en los andenes de
las estaciones, pero en cuya opinión pública, con el paso del tiempo, la
cuestión del asilo ha creado importantes grietas, lo que ha desbaratado
los equilibrios políticos existentes hasta el momento.
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