domingo, 7 de junio de 2020

El coronavirus trae devastación a los artesanos tradicionales de Marruecos

RABAT.- Las cerámicas, los objetos de mimbre, los muebles de hierro forjado se amontonan en las desiertas tiendas del centro artesano de Oulja, ubicado en Salé, cerca de Rabat. El coronavirus ha dejado sin ingresos ni actividad a los artesanos, devastados por la epidemia.

"El coronavirus, es el KO final: sin ayuda, nuestro oficio va a desaparecer", se lamenta Youssef Rghalmi, un alfarero de 49 años que acaba de volver a abrir el local donde expone el fruto "de un arte transmitido desde hace generaciones".
En el taller familiar, la arcilla se seca, el horno está apagado, y los nueve empleados ya no vienen. El último pedido, destinado a una cliente de Francia que anuló su viaje por el cierre de las fronteras, se llena de polvo en un rincón.
"Antes ya nos costaba sobrevivir porque los modos de vida han cambiado, los oficios tradicionales se pierden porque los jóvenes no quieren tomar el relevo, y ahí se produce el golpe de gracia", coincide Mohamed Touel, artesano especialista en yeso esculpido para la decoración.
Este activo sexagenario ha adosado un pequeño restaurante a su tienda, pero tuvo que cerrarlo debido al estado de emergencia sanitaria instaurado desde mediados de marzo.
Los turistas extranjeros han desaparecido, el confinamiento obligatorio ha paralizado la vida económica y la clientela local "tiene otras prioridades que comprar alfombras", se lamenta Ahmed Driouch.
Este comerciante, "afectado a un 200% por el impacto del virus", piensa que necesitará "al menos dos o tres años para reanudar una actividad normal".
En la primera planta de la tienda, algunos empleados desempolvan una a una las cerca de 10.000 alfombras artesanales almacenadas. "Hay que limpiar todo, aunque de momento no viene nadie", se lamenta uno de ellos.
La ministra de Turismo y Artesanía Nadia Fettah aludió recientemente a algunas pistas para reactivar el sector, como la creación de espacios de exposición en las grandes superficies comerciales. La artesanía emplea a más de dos millones de personas --es decir 20% de la población activa-- , y entre ellos hay 230.000 artesanos tradicionales. 
La artesanía representa cerca del 7% del PIB de Marruecos, con un volumen de negocios de 1.000 millones de dirhams el año pasado (100 millones de dólares, 91 millones de euros).
Las 30 mujeres que tejen tapices para la pequeña cooperativa "La femme créatrice" (La mujer creadora) han perdido todas sus pequeños ingresos.
Las tejedoras trabajan ocho horas diarias por menos de 100 euros por mes, "cuando se venden las alfombras" pero ellas no han recibido nada "pues no ha habido ninguna venta en tres meses", explica con tristeza Rachida Nabati.
Esta mujer, de unos 40 años, trabaja desde los siete, y ahora ha tenido que "pedir prestado" para sobrevivir.
En la cooperativa, algunas tejedoras han recibido sin embargo ayudas directas del Estado, procedentes de un fondo especial "Covid-19", pero otras "no han recibido nada y ahora no pueden pagar sus alquileres".
"Deberíamos vender por internet, pero no sabemos hacerlo", dice Rachida, una madre de familia que aprendió sola a leer y escribir.
En Túnez, donde la crisis del coronavirus ha sumido a los pequeños artesanos en la misma devastación, la Oficina nacional de artesanía (ONAT) está creando una plataforma electrónica para intentar buscar mercados en Europa, y espera además multiplicar las pequeñas exposiciones en los hoteles.
La ONAT alienta además a los artesanos a lanzar páginas Facebook o sitios electrónicos. Pero las finanzas de Sabiha, una alfarera de Sejnane (norte) --cuya actividad está inscrita en el patrimonio mundial de la Unesco-- está por "debajo de cero" y la mujer "apenas tiene para cargar su teléfono móvil".

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