BUENOS AIRES.- Gran parte de los argentinos parecía acatar el viernes el aislamiento
social obligatorio de 12 días ordenado por el presidente Alberto
Fernández en todo el país para limitar el avance del “enemigo
invisible”, como el mandatario llamó al coronavirus.
Las calles de Buenos Aires estaban prácticamente vacías y el silencio
reinaba por la mañana en la mayoría de los barrios de la capital
argentina, después de que a las 00:00 horas del viernes (03:00 GMT)
comenzara la cuarentena obligatoria que se mantendrá hasta la medianoche
del 31 de marzo.
En momentos en que el país registra 128 casos,
de los cuales tres son personas ya fallecidas, la cuarentena no parece
fácil de llevar para muchos argentinos. Al estar cerradas las escuelas,
las familias con hijos suelen ser las más afectadas por el encierro
obligatorio.
“Entre los chicos que tienen que hacer tarea virtual
y necesitan ayuda, que se cae internet, que piden que les prepares un
sándwich, que se pelean, que gritan ‘me da miedo la coronavirus’, se
hace complejo trabajar en casa”, dijo Alejo Ortega, un consultor en
desarrollo de negocios de 44 años de la ciudad de Buenos Aires.
Si
bien la idea del Gobierno es limitar al máximo la circulación de
personas, se permitió el movimiento de empleados de actividades
consideradas esenciales (salud y alimentación, entre otras) y la
apertura de comercios pequeños de los barrios, con el fin de mantener el
abastecimiento básico de la población y de evitar un mayor derrumbe de
la economía.
“Todos tenemos que cumplir la cuarentena (...) La
tarea acá es generar el menor movimiento posible de personas. La forma
en que el virus se traslada es con el desplazamiento”, dijo a la
televisión argentina el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo.
El
funcionario explicó que el Gobierno ha pretendido anticiparse al pico
del brote de coronavirus, previsto para las próximas semanas en el país,
según los expertos.
Mientras que prácticamente no había autos
por las calles de Buenos Aires, los pocos autobuses que circulaban lo
hacían casi vacíos.
En
algunos barrios de la ciudad, solo algunos comercios abrían sus puertas
ante la mirada de vecinos solitarios que se animaban a pasear a sus
mascotas o limpiar sus veredas.
“La cuarentena cambia totalmente
mi rutina, mis hábitos. Yo paso gran parte del día afuera. De acá a una
semana sin salir me va a afectar bastante. Está claro que ni yo ni mi
familia estamos en una situación normal, y me genera preocupación y
ansiedad”, afirmó Gonzalo Miri, un abogado de 36 años de Buenos Aires.
“Es
el problema de salud más grave que hemos tenido en toda nuestra vida
democrática”, consideró el presidente Fernández en la noche del jueves
en una carta abierta a los argentinos.
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