MÉXICO.- Hace unos 9.000 años, los seres humanos domesticaron el maíz por primera
vez cerca de Tehuacán, en el centro de México, estableciendo las bases
para los primeros asentamientos permanentes en América.
Pero en el último tiempo, el incremento de las sequías atribuidas al
cambio climático ha obligado a muchos agricultores locales a abandonar
el maíz y otros cereales por alternativas con menos requerimientos de
agua, como el pistacho o el nopal.
Desde 2015, el área de cultivo
de maíz en el municipio Tehuacán, en el central estado Puebla, se ha
reducido casi un quinto, según cifras oficiales compiladas por Reuters,
superando al declive nacional y a contracorriente de la tendencia
mundial.
“Se achaparró (encogió) la milpa (cosecha) porque no
hubo lluvias, que tenían que caer en junio, julio, agosto y septiembre”,
confesó, cabizbajo, Porfirio García, un agricultor de 59 años en San
Cristóbal Tepeteopan, un poblado de Tehuacán dedicado principalmente a
la agricultura y ganadería.
La milpa es una técnica ancestral
mesoamericana que permite sembrar maíz, frijol y calabaza en una misma
área para satisfacer las necesidades básicas de la familia campesina.
Padre
de 12 hijos, la mitad de los cuales le ayudan en sus dos hectáreas de
terreno, García recordó que, cuando la lluvia era regular, producía
cuatro toneladas por hectárea por cosecha. Pero en los últimos cinco
años, con suerte llegó a 700 kilos.
Sosteniendo una mazorca
atrofiada en medio de su maizal seco por la prolongada canícula, agregó:
“Nuestro medio en el que vivimos es el maíz, nosotros, sin él, ¿qué
hacemos?”.
Por décadas, el maíz -el cereal de mayor producción
mundial- ha sido un símbolo de orgullo entre los mexicanos, elemento
indispensable de su variada cocina y la columna vertebral del cúmulo de
civilizaciones que dieron origen al México moderno.
Hoy, el
cambio climático amenaza su importancia, socavando los planes del
presidente Andrés Manuel López Obrador de lograr la autosuficiencia
alimentaria y obligando a la agroindustria a importar cada vez más maíz
de Estados Unidos, un socio comercial menos fiable desde que Donald
Trump asumió la presidencia.
Atravesado por el trópico de Cáncer y
entre dos océanos, México es uno de los países de Latinoamérica más
vulnerables al cambio climático, según estudios. En los próximos años,
sequías más fuertes dejarían menores rendimientos en los principales
granos, como el maíz, pudiendo poner en jaque la seguridad alimentaria
de la nación.
En los últimos tres años, cada vez que el cielo de Tehuacán se nubla,
los pobladores aseguran que avionetas surcan los aires para
“bombardear” las nubes con yoduro de plata, una técnica usada para
disipar las tormentas.
Las denuncias no han sido comprobadas pero
persisten las creencias porque, entre otras cosas, la última temporada
de lluvias -de mayo a noviembre- fue la más seca en Puebla desde 1989,
según cifras de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Agricultores
acusaron de las maniobras a las empresas avícolas de la zona porque,
dijeron, sus gallinas dejan de poner huevos por el estrés de las
tormentas. Las firmas no contestaron a requerimientos de comentarios.
“Podría tomarse como un mito urbano porque no
hay nada comprobado científicamente (pero) parece mágico porque cuando
ya está a punto de soltarse una muy buena lluvia, repentinamente las
nubes pasan y no llueve”, dijo Eusebio Olmedo, director de Desarrollo
Rural, Agricultura y Ganadería de Tehuacán.
“La gente busca chivos expiatorios porque el cambio climático está encima”, agregó el veterinario de 53 años.
Verdad
o mito urbano, el hecho es que en los últimos cuatro años, la
superficie sembrada de maíz en Tehuacán disminuyó en un 18%, de acuerdo a
cifras de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER)
compiladas por Reuters, al pasar de 48,757 hectáreas en 2015 a 40,198
hectáreas el año pasado.
Desde su oficina en Tehuacán, la segunda
ciudad más poblada del estado Puebla con poco más de 300.000
habitantes, Olmedo recuerda que, desde el nuevo milenio, los cambios en
el clima se han acelerado, repercutiendo intensamente en la agricultura.
Olmedo, quien trabajó el último lustro con la SADER en Tehuacán,
dijo que la ciudad se caracterizaba por tener un clima “muy agradable,
muy benévolo”. El año pasado, la temperatura en Puebla alcanzó un máximo
promedio de 26.8 grados centígrados, un récord desde los 24.7 °C de
1985, cuando empezaron a publicarse los datos de la Conagua.
“Al modificarse las lluvias, la agricultura se convierte en un riesgo”, aseguró.
Los efectos del cambio climático no sólo están causando estragos en Tehuacán, sino en el resto del país.
Desde
2016, la superficie sembrada y la producción de maíz en todo México
retrocedieron. En el ciclo 2016-17 se sembraron 7.7 millones de
hectáreas de maíz y se cosecharon 27.5 millones de hectáreas del grano,
de acuerdo a cifras oficiales.
Para la cosecha 2018-19 la siembra se redujo en un 4% y la producción
en un 7%. Y, el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), con sede
en México, estima que seguirán a la baja, obligando a las empresas a
incrementar las importaciones del grano en 2020 al récord de 18 millones
de toneladas.
El año pasado, las firmas agroindustriales
asentadas en el país desembolsaron 2,700 millones de dólares para
abastecerse principalmente de maíz amarillo, usado en la industria y la
fabricación de alimento para ganado, según datos del GCMA. En 2018, se
gastaron 2,500 millones de dólares.
El gobierno ha implementado
tres programas para incrementar la producción de granos básicos tras
confesar que “es una contradicción” que el país originario del maíz sea
su segundo mayor importador.
Las iniciativas contemplan
incentivos económicos a pequeños y medianos productores para incrementar
su producción, entrega de fertilizantes y precios de garantía para el
maíz, frijol, trigo y arroz 30% por encima de lo que usualmente
recibían.
En 2016, la Secretaría de Medio Ambiente de México (Semarnat) encargó
un estudio para estimar los rendimientos potenciales de los principales
cultivos del país ante el cambio climático. Los resultados fueron
devastadores.
El estudio concluyó que el cambio climático
producirá una disminución de las lluvias, menores rendimientos en los
principales granos básicos como maíz, frijol y trigo y “efectos
inesperados en la seguridad alimentaria”.
México produce un
promedio de 3.8 toneladas de maíz por hectárea, mientras que su vecino
Estados Unidos cultiva 9.8 toneladas por hectárea. Esto, según el
director del GCMA, Juan Carlos Anaya, responde a que la mayoría de
productores locales son minifundistas y no emplean semillas mejoradas.
“México
es uno de los países que va ser más vulnerable al cambio climático. 75%
del país es seco (por lo que), de entrada, sabemos que un incremento en
la temperatura va a tener consecuencias importantes”, reconoció Sol
Ortiz, directora de Atención al Cambio climático de la Secretaría de
Agricultura.
“Ya estamos viendo, en muchos casos, parte de los
efectos del cambio climático. Cada vez oímos más de los productores:
‘antes esto no ocurría’”, agregó.
Uno de esos efectos es el
impacto en la seguridad alimentaria, una obsesión manifiesta de López
Obrador para combatir la pobreza alimentaria que padecen unos 27
millones de mexicanos, de acuerdo a cifras de “The Hunger Proyect”, una
organización sin fines de lucro, con sede en Nueva York.
Lina Pohl, representante en México de la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) recordó que, en los
últimos años, se logró reducir significativamente el hambre en
Latinoamérica. Sin embargo, desde 2013 esa tendencia se quebró.
“Ese
es un impacto del cambio climático. Está impactando en los rendimientos
de los granos más importantes, en particular, del maíz. Y eso tiene una
incidencia directa en la malnutrición y la seguridad alimentaria del
país”, explicó la socióloga de 56 años, exministra de Medio Ambiente de
El Salvador.
Ante ese panorama, algunos en Tehuacán como el agricultor Natalio De
Santiago cambiaron el maíz que sembraron él, su papá y su abuelo por
otros cultivos con menores requerimientos de agua como maguey, materia
prima para la elaboración del mezcal, un aguardiente mexicano que ha
ganado fama recientemente.
“Dejé de sembrar (maíz) porque el
tiempo está cambiando, ya no llueve mucho”, confesó De Santiago, de 56
años, en Magdalena Cuayucatepec, un poblado de Tehuacán. “Ahora siembro
maguey porque lleva menos agua y menos trabajo”.
Con un sombrero
de vaquero para cubrirse del sol, dijo que cada mes riega sus 400
magueyes con menos de un litro de agua para cada uno. Para el maíz
necesitaba cuatro meses de lluvia.
Otros agricultores en Tehuacán renunciaron a la agricultura y vendieron sus terrenos para desarrollos inmobiliarios.
Buscando
un freno a estas actividades que podrían reducir aún más la superficie
de siembra, la Dirección de Desarrollo Rural, Agricultura y Ganadería de
Tehuacán está armando un banco de semillas nativas de maíz, más
resistentes a las plagas y con menores demandas de agua.
“Con las
necesidades que tenemos de adaptarnos al clima, son las mejores
especies para recobrar la autonomía alimentaria”, reconoció Olmedo. “La
agricultura debe voltear a esos maíces originarios que tienen la
capacidad de adaptarse a los suelos, a las alturas y a la poca
disponibilidad de agua”.
El gobierno está enfocándose en la
mitigación y adaptación al cambio climático, como en la implementación
de seguros agrícolas, reconversión de cultivos, programas para apoyar la
captura de agua y campañas para reducir las quemas agrícolas.
“Es
muy difícil que se revierta muy pronto la tendencia de incremento de
CO2 (dióxido de carbono) en la atmósfera”, reconoció Ortiz, de la
Secretaría de Agricultura.
“Por eso estamos priorizando medidas de adaptación (que) van a
contribuir a mitigar y a que el efecto, eventualmente, se pueda reducir,
pero no es algo que va a ocurrir pronto”, agregó. “El cambio climático
está aquí para quedarse. Durante un buen rato vamos a tener que estar
lidiando con sus efectos”.
Mientras las medidas gubernamentales
surten efecto, cada vez más agricultores como García, en San Cristóbal
Tepeteopan, han optado por apostarle a otros cultivos, además del maíz.
Él acaba de plantar 300 árboles de pistacho, una especie desértica que
puede soportar temperaturas entre -10 y 40 grados Celsius.
“¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos con las manos cruzadas? No, hay que hacer algo”, dijo.
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