MADRID.- El
Nobel de Economía Paul Krugman cree que Estados Unidos se equivoca al
oponerse a la tasa Google y considera que tendría que sumarse a la
corriente global a favor de gravar determinados servicios de las
multinacionales tecnológicas para evitar que no paguen impuestos en los
países en los que operan.
Con motivo de la publicación de su último libro
"Contra los zombis" (Editorial Crítica), presentado en la Fundación
Rafael del Pino, el economista estadounidense afirma que las prácticas
de estas grandes compañías, que eluden el pago de impuestos radicando su
sede en territorios con baja carga fiscal, "distorsionan el mercado".
"EE.UU.
se equivoca (...) ¿Por qué las compañías digitales han de tener un
ventaja fiscal sobre las tradicionales? Deberían estar pagando impuestos
igual que lo hacen todas las demás", afirma Krugman, que descarta que
este tipo de impuesto tenga efectos negativos, frente a quienes piensan
que su coste se trasladará a los usuarios de los servicios gravados.
Aunque
alaba la aprobación de la tasa Google, Krugman no se atreve a opinar
del Gobierno de coalición español, del que dice desconocerlo todo, pero
piensa que España es ahora un país competitivo, después de haber
"sufrido mucho" durante los años de crisis.
"España
se ha recuperado, es una historia de éxito (...) es como un prisionero
que ya ha cumplido su condena y ahora ha sido liberado", dice Krugman,
que en su libro afirma que si España lo pasó tan mal durante la crisis
fue porque estaba "prisionera del euro" y no le quedó más salida que la
devaluación interna (recorte de salarios y precios) para volver a ser
competitiva.
"A
España le hubiera ido mucho mejor si nunca se hubiera sumado al euro.
Esa hubiera sido la decisión acertada pero no se consideró en su momento
(...) Ahora no podría decir con una buena conciencia que España debería
abandonar el euro", afirma el Nobel, que añade que salirse ahora es
inviable porque tendría un coste inmenso, ya que provocaría una enorme
crisis financiera.
En
cualquier caso considera que la eurozona no está mejor preparada que en
el pasado para lidiar con una nueva crisis, "si acaso está peor".
"La
gente pregunta si va a haber otra crisis como la de 2008, la respuesta
es que probablemente no, pero lo cierto es que en 2008 teníamos mucha
más capacidad de respuesta que ahora", asegura al respecto.
"No
sé cuál será el próximo 'shock', puede que sea el coronavirus, pero no
hay nada realmente obvio ahí fuera como fue la burbuja inmobiliaria. Lo
que me preocupa es que no tenemos una buena manera de responder",
asevera, al tiempo que dice desconocer el impacto que llegará a tener la
epidemia en el crecimiento económico global.
"La
última vez que pasó algo así fue con el SARS, pero fue en 2002. En ese
año China era el 7 % de la fabricación mundial y ahora es más del 25 % y
prácticamente cada bien que se manufactura en el planeta incluye algún
componente de China (...) así que podría ser muy malo", explica.
Sin
capacidad de maniobra para actuar sobre los tipos de interés, considera
que ante la posibilidad de recesión los Gobiernos deberían estar
incrementando el gasto en inversión pública, teniendo en cuenta que
pueden endeudarse "a intereses irrisorios".
"No
me asusta el déficit", dice Krugman, que en su libro ataca el "mito de
la austeridad" que se impuso en la crisis "basándose en argumentos
dudosos, sostenidos a menudo con mala fe, que han causado un enorme
sufrimiento innecesario".
No
obstante, critica que en EE.UU. la Administración Trump esté acumulando
un enorme déficit por dar exenciones fiscales a ricos y grandes
empresas que no lo reinvierten.
A
su juicio, los demócratas tienen opciones de volver a gobernar en
EE.UU., dada la impopularidad de Donald Trump, una posibilidad que cree
que provocará "quejas amargas" en la minoría más adinerada del país.
"No
me importa si un multimillonario acaba reduciendo su riqueza de 2.000 a
1.900 millones, no creo que eso vaya a dañar la economía", opina el
Nobel.
En
su opinión, el mayor reto al que se enfrenta la humanidad es el cambio
climático "que nos encamina a la destrucción de la civilización", aunque
asegura que el grupo de presión que representa a la energía fósil está
muy organizado, ha gastado mucho en propaganda y ha comprado muchas
voluntades políticas.
Reconoce
que hay empresas comprometidas, aunque dice que hay que "cogerlo con
pinzas" porque cuando la petrolera BP dice que tiene una política de
cero emisiones "nadie parece saber lo que significa eso exactamente".
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