BUENOS AIRES.- Nadie
escapa a los efectos de la crisis económica que atraviesa Argentina, la
peor en casi dos décadas, ni siquiera los muertos. En un país en el que
la pobreza alcanza casi 40% de la población, las decisiones sobre el
descanso eterno no son ajenas al ajuste al que se ve sometida la
economía familiar.
"El
problema es económico. La gente no tiene dinero para contratar un
servicio, se ayudan entre familiares, piden prestado, hay quien viene y
abona con dólares que tienen ahorrados o guardados debajo del colchón",
dice Juan Tapia, uno de los dueños de la funeraria Cochería
Tacuarí, ubicada a 10 minutos del céntrico Obelisco, en la capital
argentina.
Según
Tapia, "los servicios son cada vez más baratos porque la gente
desgraciadamente no tiene el poder adquisitivo de hace unos años. (Pagar
uno) significa, para una familia, que quizás no comen ese mes".
La
opción más económica que ofrece esta funeraria fundada hace 60 años,
por 25.000 pesos (unos 415 dólares), es la de cremación sin velatorio.
Del hospital, se va directo al cementerio, en un ataúd sencillo de
madera de álamo. De allí en más, dependiendo de la calidad del féretro
entre otros detalles, el valor va en aumento hasta los 180.000 pesos
(3.000 dólares).
El
servicio "directo" es el más elegido por los clientes.
"Casi el 90%
pide cremación. La gente joven no quiere saber nada ni con la tierra ni
con el nicho ni con la bóveda", asegura Tapia.
Sus
estimaciones se acercan a las estadísticas oficiales. En 2018, del
total de las defunciones en la ciudad de Buenos Aires, un 78,5% resultó
en cremación, según un cálculo hecho a partir de registros
públicos. Es la proporción más alta de la última década.
"Para
arrendar un nicho en el cementerio hay que pagar un canon anual y
muchos no quieren o no pueden hacerlo, entonces optan por la cremación",
explica el experto.
En
caso de inhumación o de alojar el féretro en nichos, los cementerios
públicos de Buenos Aires cobran tasas anuales y servicios de
mantenimiento que van de 400 a 2.000 pesos mensuales (6 y 33 dólares).
En los privados, las parcelas se venden a partir de los 55.000 pesos
(920 dólares), y el costo de mantenimiento mensual es de 500 pesos como
mínimo (8 dólares).
La
cremación, en cambio, permite esparcir las cenizas en un lugar especial
o bien atesorarlas en una urna en el hogar, dos opciones que no
implican gastos fijos a largo plazo.
Hace
unos tres meses, Patricia Álvarez, traductora de inglés y maquilladora,
publicó avisos en internet para vender un nicho que su familia había
comprado en el cementerio público de la Chacarita, en pleno Buenos
Aires.
"Lo
vendo porque ya no tiene sentido", explica, la única consulta que había recibido por el aviso. "El gasto no es
tanto, son 500 pesos por mes, pero cuando se acumula es molesto, y se
suma a otro montón de gastos que tengo últimamente", confiesa.
El
nicho de los Álvarez se encuentra en buen estado, pero otros parecen
acumular deudas, con carteles que solicitan a los propietarios que
"pasen por la administración".
Por
el resto del cementerio se ven muchas tumbas abandonadas, con
vegetación creciendo sin control y estatuillas rotas, así como decenas
de nichos destrozados, algunos incluso con restos óseos a la vista.
Parada
al lado de la tumba de su mamá, con guantes y tijeras de podar en mano,
María prefiere no dar su apellido por temor a represalias del personal
de mantenimiento del camposanto.
"No
le pienso pagar más (al cuidador) 1.500 pesos (25 dólares) al mes para
cortar el pasto, ¡es mucho!, por esa plata, mejor vengo y lo hago yo
misma", dice.
Para
Jorge Bonacorsi, presidente de la Federación Argentina de Entidades de
Servicio Fúnebre y Afines (FADEDSFYA), la falta de interés de las
familias por visitar los camposantos y el auge de la cremación se
explican por un cambio cultural y son una tendencia global, que en
Argentina se ve sobre todo en la capital.
"Lo que prima ahora es una cierta practicidad sentimental, la gente quiere terminar con el problema", explica Bonacorsi.
Daniel
Ferreyra, gerente de operaciones de los cementerios privados Grupo
Jardín del Pilar, (periferia norte), advierte que más allá de la
conveniencia económica, "el servicio directo del hospital al cementerio
tiene un efecto psicológico muy fuerte, ya que no permite que las
personas hagan el duelo".
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