El Banco Central Europeo (BCE) está afanado en contener los
diferenciales de los bonos soberanos de la zona euro. Su misión, más
allá de mantener la estabilidad de precios, es evitar que esta crisis
del coronavirus se convierta en una crisis de deuda al estilo de la que
vivimos en 2012. Para ello lanzó el pasado mes un nuevo programa de compras de deuda por valor de 750.000 millones de euros, de los que ya ha gastado alrededor de 100.000 millones.
Pero quiere más. El BCE tiene una gran potencia de fuego y, desde este mes, también espera contar con la ayuda de los bancos
en sus tareas de adquirir bonos en el mercado. Porque ese es el
objetivo encubierto de las nuevas Operaciones de Refinanciación a Largo
Plazo de Emergencia Pandémica (PELTRO, por sus siglas en inglés), cuya
puesta en marcha anunció ayer. La principal característica de es su
falta de condicionalidad. Las entidades pueden pedir todo el dinero que
deseen -mientras aporten el colateral necesario- y, sólo por ello, se
les remunera al 0,25%. Sin ninguna obligación adicional.
Con las TLTRO (operaciones de financiación a largo plazo
condicionadas a la concesión de crédito) en plena vigencia y por las
que, con la condición de mantener el flujo de crédito, los bancos pueden
optar a una remuneración de hasta el 1%, sólo la falta de
condicionalidad hace atractivas a estas nuevas inyecciones.
Con el nuevo programa, la banca podrá captar dinero y destinarlo al
uso que considere oportuno. La compra de deuda pública se antoja muy
atractiva bajo estos parámetros, ya que ofrece cierta rentabilidad sin
lastre: la deuda soberana de la zona euro tiene un peso cero en la
ponderación de activos por riesgo y, por tanto, no conlleva exigencias
de capital extra.
Reminiscencias
Los expertos reconocen que estas operaciones van teledirigidas a
lograr que la banca aumente sus tenencias de deuda. De hecho, la nueva
liquidez recuerda a las antiguas VLTRO (operaciones de financiación a
muy largo plazo) que el BCE puso en marcha en 2011 durante la crisis de
deuda soberana en Europa y que la banca ya utilizó por su falta de
condicionalidad para comprar bonos periféricos en lugar de para prestar a
la economía real. Lo que entonces fue considerado un fallo en la
construcción de la herramienta parece ser ahora el objetivo.
¿Y por qué no quiere el BCE adquirir la deuda él mismo? Porque de
cara a los inversores, el hecho de que el banco central sea el único
comprador es una muestra debilidad para el emisor. Con esta medida, la
institución utiliza sus recursos para apoyar a la deuda pública sin
alterar en tanta medida la foto final de los tenedores de los bonos a
través de incentivar la presencia de otros agentes del mercado, que
últimamente estaban de capa caída.
De hecho, en el caso de España, por ejemplo, la deuda pública
nacional en manos de las entidades financieras domésticas se redujo en
noviembre del pasado ejercicio a 145.400 millones de euros, según
Servimedia. Controlan apenas el 14,8% del total emitido, lo que supone
un porcentaje que ni siquiera representa la mitad del 34,97% que
llegaron a acumular en plena crisis. financiera en el año 2012.
(*) Periodista español
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