jueves, 30 de enero de 2020

Renovarse o morir, el dilema que enfrenta la Unión Europea

PARÍS.- La concreción definitiva del Brexit, tres años y medio después del referéndum del 23 de junio de 2016, colocará a la Unión Europea (UE) en la cruel disyuntiva de renovarse o morir.

Obligado por las circunstancias, el nuevo equipo que dirige los destinos de la UE parece decidido a aprovechar la salida de Gran Bretaña, que será oficial a partir de la medianoche del viernes, para acelerar el abandono de la línea liberal que mantiene desde hace medio siglo, iniciar un realineamiento de sus posiciones sociales y políticas y reorientar sus opciones estratégicas.
El golpe será severo. El Brexit amputará de la UE a 66 millones de habitantes que aportaban al presupuesto del bloque el equivalente del 15% del PBI. A pesar de esa mutilación, los 27 países que permanecen integran un mercado unificado de 450 millones de consumidores, con un PBI de 20 billones de dólares para 2020. Aun después del retiro británico, la UE seguirá siendo la segunda potencia planetaria, detrás de Estados Unidos, pero delante de China.
En ese ejercicio de pérdidas y ganancias, un aspecto positivo es que del Brexit nacerá, tal vez, una unión monetaria más fuerte, porque la zona euro resultará mecánicamente reforzada: a partir del sábado representará el 85% del PBI de la UE (contra el 72% hasta ahora).
"La eurozona se convertirá progresivamente en el principal motor de la UE", pronostica el expremier italiano Enrico Letta.
Para cubrir el vacío político y psicológico que dejará la partida de Gran Bretaña, la nueva presidenta de la Comisión Europea -órgano ejecutivo de la UE- espera darle un nuevo impulso al bloque: la alemana Ursula von der Leyen anunció su intención de construir una "Europa poderosa, soberana y social", que hubiera sido imposible con la presencia británica. Ese giro social y estratégico, sin embargo, responde a los desafíos climáticos y tecnológicos que enfrenta la UE, al progresivo repliegue norteamericano del tablero internacional, los ataques comerciales de Donald Trump y -no menos importantes- las agresivas ambiciones chinas.
La nueva orientación que se propone adoptar Von der Leyen también afectará los equilibrios internos que subsisten desde las épocas de Margaret Thatcher y Tony Blair, y que modelaron la construcción de una Europa ultraliberal y concentrada en los beneficios fiscales que podía obtener de un mercado unificado que garantizaba la libre circulación de capitales, mercancías y personas, en ese orden de importancia.
En esas épocas ordoliberales, Alemania y otros países -como Suecia, Dinamarca, Holanda y Bélgica- se escudaron detrás de Gran Bretaña, encargada de realizar el trabajo sucio. Alemania, en particular, aprovechó esos 40 años de liberalismo, que incluyeron una recesión mundial sin precedente desde 1929 y una crisis del euro, para convertirse en la gran potencia industrial exportadora de Europa.
La paradoja es que se trata de una mujer surgida del corazón del liberalismo germano la que considera necesario adoptar un giro más social. Algunos expertos en Bruselas piensan, aunque no lo dicen, en las enseñanzas del fordismo que forjaron el boom económico del "capitalismo con rostro humano" que conoció el mundo entre 1930 y 1975. Otros imaginan un retorno light a los fundamentos de la socialdemocracia.
Dentro de la UE "ahora tendrá que producirse una redistribución de roles", sospecha el economista francés Nicolas Véron, cofundador del think tank europeo Bruegel. El eje franco-alemán seguirá funcionando como el núcleo del dispositivo, pero -aunque ambos duermen en la misma cama- no tienen los mismos sueños. Mientras Berlín piensa y actúa en función de sus concepciones económicas, París se ubica en una perspectiva geopolítica.
El difícil fin de reino de Angela Merkel no facilita el trabajo del presidente francés, Emmanuel Macron, que se siente solo para timonear el gigantesco barco europeo en las aguas procelosas de la actual tempestad geopolítica que sopla sobre los siete mares del planeta.

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