BUENOS AIRES.- El movimiento social Barrios de
Pie realizó este jueves una jornada de protesta frente a supermercados
en veinte puntos de la Argentina para reclamar a empresarios y
gobernantes un mayor control de los precios de los alimentos y frenar la
inflación que afecta en mayor proporción a la población más pobre.
"No al aumento, sí al control de precios", "Basta de aumentos de
precios", rezaban algunas de las pancartas de los manifestantes que se
congregaron frente a cadenas de supermercados en la ciudad de Buenos
Aires, el cordón urbano que rodea a la capital, y ciudades de Santiago
del Estero, Jujuy, Catamarca, Tucumán, Misiones, Neuquén y Córdoba.
"Estamos denunciando que durante estos últimos dos meses los
formadores de precios, las grandes empresas, los distribuidores y
algunos productores de alimentos están teniendo una actitud muy
irresponsable", declaró Silvia Saravia, coordinadora nacional de
Barrios de Pie.
La dirigente social subrayó que el pasado Gobierno del conservador
Mauricio Macri (2015-2019) "dejó una pobreza y una indigencia
altísimas", a lo que se sumó que en los últimos dos meses los
relevamientos de la agrupación en los barrios más vulnerables arrojaron
"un aumento de casi el 10 %" de los precios.
"La situación se agrava para aquellos a los que no les llega la ayuda
del Estado. En Argentina tenemos una pobreza estructural que ningún
Gobierno ha logrado revertir, entendemos que es algo (a solucionarse) a
mediano plazo pero la situación sigue siendo crítica y cuando aumentan
los alimentos, aumenta la pobreza", lamentó Saravia.
La coordinadora del movimiento demandó "mayor control" al Estado y la
inclusión de todos los productos de la canasta básica de alimentos en
el programa de "precios cuidados", que fija valores de referencia para
un grupo de productos de primera necesidad.
A su vez, Saravia destacó la importancia de la tarjeta alimentaria
que lanzó el nuevo Gobierno del peronista Alberto Fernández pocos días
después de su asunción el pasado 10 de diciembre.
Se trata de una tarjeta de débito con una carga mensual de 4.000
pesos (63,50 dólares) a las madres con un hijo de hasta seis años o de
6.000 pesos (95,20 dólares) a las que tienen más de un niño de hasta
seis años y que solo puede destinarse a la compra de alimentos, pero
pidió ampliar la edad de los menores beneficiarios.
"Nuestro relevamiento de talla y peso nos dice que la malnutrición
está concentrada fundamentalmente hasta los 10 años. Y la tarjeta
también debería llegar a los jubilados que hoy tienen la jubilación
mínima y que muchas veces dejan de comprar un medicamento para comprar
alimentos", sostuvo.
La organización posee decenas de comedores sociales en la capital
argentina y sus alrededores, en donde palpa a diario la crítica
situación social que genera la recesión económica que azota a la
Argentina desde 2018, con una pobreza que afecta a más de un tercio de
la población y con un desempleo en constante aumento.
La inflación, que el año pasado alcanzó el 53,8 %, no cede al ritmo
esperado tras el cambio de Gobierno y el alza de los precios repercute
en los sectores más vulnerables, que suelen destinar todos sus ingresos a
la compra de alimentos.
"Los precios se han ido una barbaridad, no alcanza la plata", lamentó
Viviana Isabel Rodríguez, que tiene a su cargo un comedor social en la
denominada Villa 31, uno de los asentamientos más antiguos y más
densamente poblados de Buenos Aires, en el barrio de Retiro.
En el comedor social se cocinan fideos y polenta, un alimento a base
de harina de maíz hervida, "lo más económico que se pueda", relató
Rodríguez.
"Por semana comprábamos cinco leches, ahora compramos tres y tenemos
que estirarlas para que alcancen toda la semana. Lo mismo el pan, que
subió una barbaridad, antes el kilo estaba 75 pesos (1,20 dólares) y
ahora está 90, 95 o 100 pesos (1,42 a 1,60 dólares). Nosotros pedimos la
leche en polvo más que nada, aceite y azúcar, que es lo más básico que
necesitamos en el comedor", expresó.
Mónica Bustamante, una peluquera que en sus ratos libres lleva
adelante un espacio donde brinda la merienda a niños en la Villa 31,
aseguró por su parte que "los precios están por las nubes y las familias
comen una vez al día".
"Es duro para las familias hoy día porque creo que nadie llega a fin
de mes, menos en los barrios vulnerables. Al no tener qué comer y al no
haber clase en las vacaciones, los 'merenderos' y los comedores
explotan", afirmó Bustamante.
La mujer organiza con otras madres las meriendas con bizcochuelos,
pan casero y tortas fritas, porque no pueden comprar galletas ya que son
muy caras, pero los niños que asisten muchas veces no pueden esperar
hasta la tarde: "Vienen a las 9 de la mañana a preguntar a qué hora
pueden venir a la merienda, eso te parte el alma".
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