HONG-KONG.- La
de Hong Kong siempre ha sido una sociedad materialista con gusto por el
consumismo desmedido, pero eso parece haber cambiado con una ola de
consumo concienciado en la que los ciudadanos que apoyan las protestas
tratan de apoyar a los comercios que se suman a la causa y de evitar a
los que no.
Los
activistas del movimiento prodemocrático -que comenzó en junio contra
un proyecto de ley de extradición ya retirado- están tratando de
construir un "círculo económico amarillo", en referencia a los lazos
amarillos, símbolo de apoyo a las protestas y opuesto al lazo azul, que
portan los seguidores del Gobierno y de la Policía.
La
idea es que los comercios que apoyan las protestas merecen el apoyo de
los consumidores afines al movimiento, y que cuantos más ciudadanos
participen, más fuerte y más grande se hará este "círculo amarillo" en
Hong Kong, donde en las últimas dos décadas han sido los negocios
pro-China quienes han impulsado principalmente la economía.
Esta
semana, el sector publicitario convocó una huelga de cinco días y
anunció planes para ayudar a que las pequeñas empresas que apoyan las
protestas se promocionen.
Como
a los hongkoneses les encanta salir a cenar, ha sido el sector
hostelero donde este consumo con trasfondo político ha pegado más
fuerte, como muestra el hecho de que se hayan lanzado varias
aplicaciones móviles que indican a los comensales dónde comer.
La
popular aplicación WhatsGap, por ejemplo, ahora cuenta con mapas que
marcan los restaurantes con lazos amarillos o azules, acompañados de
información subida por los usuarios y "pruebas" sobre la postura
política de dichos establecimientos.
Los
restaurantes en los que se ha oído a camareros llamar "cucarachas" a
los manifestantes, uno de los términos despectivos más utilizados por
los ciudadanos favorables a las autoridades, aparecen marcados con un
lazo azul.
"Ahora
suelo mirar estas aplicaciones antes de comer fuera. Creo que los
restaurantes que apoyan claramente el movimiento deberían ser premiados
por su valentía. Debemos ayudarnos mutuamente", contó durante una
protesta reciente un manifestante de una veintena de años que se
identificó como Tommy.
Esta
nueva tendencia de consumo refleja cómo las protestas han dividido
bruscamente a la sociedad hongkonesa en esta dicotomía de lazos
amarillos y azules, y otorga a parte de los ciudadanos de esta ciudad
semiautónoma china la posibilidad de expresar sus anhelos democráticos y
su furia con el Gobierno.
Y,
hasta cierto punto, la iniciativa también ha supuesto un espaldarazo
económico, especialmente cuando el sector terciario en este centro
financiero asiático se está llevando la peor parte de la inestabilidad
política y social y en el que la economía está decreciendo -en el tercer
trimestre, el PIB de la ciudad cayó un 3,2 % interanual-.
El
ejemplo es Wellington, un restaurante japonés situado en el distrito
financiero de Central que apoya sin tapujos las protestas, y que se ha
coronado como uno de los grandes ganadores del movimiento del "círculo
económico amarillo", que ya ha cubierto la inversión apenas unos meses
después de abrir sus puertas.
La
inauguración fue en junio, justo cuando comenzaron las protestas, y
desde entonces este pequeño establecimiento se ha ido llenando de
decoraciones como notas adhesivas de colores -que conforman los
populares 'Muros Lennon', uno de los símbolos del movimiento- y folletos
prodemocráticos.
En
verano, cuando las protestas alcanzaron su punto álgido, abrió hasta
tarde y ofreció platos especiales de arroz frito por solamente cinco
dólares de Hong Kong (0,64 dólares, 0,58 euros), un asequible chute de
energía para muchos de los exhaustos jóvenes que se enfrentan a la
Policía en las manifestaciones, en las que se han registrado múltiples
episodios de violencia.
"Un
restaurante debe ofrecer buena comida y servicio, pero creo que tener
conciencia es de suma importancia a la hora de llevar un negocio.
Intentamos hacer lo que podemos en el marco del movimiento", explica el cofundador de Wellington, Jonathan Chan.
"Como
apoyamos el movimiento, hay gente que no nos conoce pero viene a ver
qué servimos -prosigue-. Nos ha ayudado mucho a crecer. Después de
habernos beneficiado (de las protestas), intentamos utilizar nuestros
recursos para ayudar a los demás y que este 'círculo económico amarillo'
pueda seguir creciendo".
Pero
donde hay ganadores, hay perdedores. Algunas empresas que se posicionan
a favor de Pekín o cuyos dueños provienen de la China continental están
sufriendo el boicot de los seguidores del "círculo amarillo".
De
hecho, algunos manifestantes radicales han destrozado o incluso
prendido fuego a establecimientos de dichas compañías en estos últimos
meses, aunque el concepto del "círculo económico amarillo" no incluye el
vandalismo.
Una
de las víctimas más reconocibles es la cadena de cafeterías Starbucks,
cuyas franquicias en Hong Kong son operadas por la cadena de
restauración Maxim's.
Annie
Wu, la hija del fundador del grupo, declaró recientemente que Hong Kong
debería olvidarse de las dos generaciones perdidas de jóvenes a los que
han "lavado el cerebro" para que se opongan al Gobierno y a China.
Todavía
no está claro si el boicot de los consumidores concienciados ha
afectado a los negocios de estas compañías, pero activistas como Tommy
insisten en que jamás volverán a apoyarlas.
"Los que han dicho cosas crueles de los manifestantes deben saber que pagarán un precio por su insensibilidad", afirmó.
No obstante, algunos economistas ponen en duda la hipótesis sobre la que se sostiene el "círculo económico amarillo".
"Se
verá que es una moda pasajera que no va a durar. Desde un punto de
vista económico, la idea realmente no tiene mucho sentido", explica el profesor de Economía de la Universidad China de Hong Kong Terence
Chong.
"Es
difícil definir la postura política de un restaurante. Igual su dueño
es un 'lazo amarillo' pero algunos de sus empleados son 'lazos azules', y
cuando gastas dinero allí al final a quienes estás ayudando es a los
empleados", ejemplifica.
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