MOSCÚ.- El
presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, llegó al poder con dos
promesas principales: combatir la corrupción endémica del país y traer
paz al este de Ucrania. Ha perdido terreno en la primera y enfrenta una
presión creciente de avance en la segunda.
Zelenski
ha disfrutado de una notable suerte desde que él y su partido ganaron
dos elecciones aplastantes a principios de este año. Su popularidad ha
crecido gracias a una excelente cosecha, un sorprendente crecimiento
económico y un exitoso intercambio de prisioneros con Rusia, algo que la
administración anterior no había logrado durante años.
Ahora,
sin embargo, la luna de miel de Zelenski podría estar llegando a su
fin. Oleksandr Danilyuk, reformador clave y aliado, renunció como jefe
del Consejo de Seguridad Nacional de Ucrania; según informes, debido a
la insatisfacción por la relación del presidente con el multimillonario
Igor Kolomoisky.
Danilyuk,
exministro de Hacienda, gerente de inversiones y consultor de McKinsey
& Co. Inc., había otorgado credibilidad a Zelenski, ayudando a que
fuera más agradable para socios occidentales que percibían al
excomediante de televisión como un payaso populista. Había renunciado al
gobierno del predecesor de Zelenski, Petro Poroshenko, frustrado por la
falta de cambio en las prácticas normativas, judiciales y de
formulación de políticas corruptas del país. Su apoyo alentó a la gente a
creer que Zelenski representaba una ruptura limpia con el pasado.
Sin
embargo, Danilyuk tenía una gran preocupación: la potencial influencia
de su peor enemigo Kolomoisky, cuyo canal de televisión había ayudado a
impulsar la carrera de Zelenski como comediante.
"Si existe el riesgo de
que Kolomoisky salga a relucir al lado de Zelenski, ni siquiera puedo
estar cerca a esto porque sería muy malo para mi reputación", me dijo
Danilyuk en marzo. Desde entonces, Kolomoisky ha surgido mucho y ha
buscado recuperar el control del Privatbank nacionalizado.
Por
lo tanto, la partida de Danilyuk, en medio de desacuerdos informados
con el influyente jefe de gabinete de Zelenski —que una vez hizo trabajo
legal para Kolomoiskiy—, es una mala señal para el gobierno del
presidente. Esto sucede tras un par de renuncias de perfil menos alto:
el respetado jefe del servicio de policía nacional y el funcionario
polaco que había estado dirigiendo el servicio de carreteras de Ucrania.
Los
sucesos hacen eco de un patrón que plagó a Poroshenko: profesionales
del sector privado y reformadores extranjeros exitosos, reclutados para
posiciones de poder, que se desilusionan rápidamente con el lento ritmo
del cambio y, a veces, con lo que perciben como una presión inadecuada
de amigos y socios del presidente.
Al no lograr progresar, deciden
partir, y así minaron a Poroshenko y contribuyeron a su derrota frente a
Zelenski.
Zelenski
necesita todo el apoyo que pueda obtener. Junto con reformas radicales
que incluyen la tan esperada liberalización del mercado de tierras de
Ucrania, su gobierno intenta tomar medidas enérgicas contra la evasión
fiscal generalizada, un esfuerzo riesgoso en un momento en que los
ucranianos aún no han sentido una gran mejora económica.
Sin
embargo, mostrar progreso en la segunda gran promesa del presidente
—poner fin a la guerra en el este de Ucrania— tampoco será fácil.
El
escándalo de Ucrania en Estados Unidos ha paralizado la estrategia de
Zelenski de ampliar la coalición occidental que le ayuda a negociar un
acuerdo con el presidente ruso Vladimir Putin. El enviado especial de
EE.UU. en Ucrania, Kurt Volker, con quien se podría contar para apoyar
al país incluso cuando mediadores europeos vacilaban, renunció después
de verse envuelto en el lío político. Estados Unidos no tiene embajador
en Kiev.
Mientras
EE.UU. está distraído, el Kremlin trata de llegar a un acuerdo que
muchos en Ucrania verán como nada menos que traicionero. Se basa en la
llamada fórmula Steinmeier, que lleva el nombre del actual presidente de
Alemania.
En su anterior cargo como canciller, Frank-Walter Steinmeier
propuso otorgar autonomía a las áreas de Ucrania que actualmente ocupan
los separatistas prorusos inmediatamente después de celebrar elecciones
locales internacionalmente reconocidas bajo la ley ucraniana.
Ucrania
se ha opuesto a celebrar las elecciones antes de recuperar el control
de su frontera oriental, una posición que nunca ha sido popular entre
negociadores franceses y alemanes. Sin el respaldo de EE.UU., Zelenski
podría tener que aceptar la fórmula Steinmeier, lo que significa
celebrar elecciones en territorios aún controlados por representantes
rusos, con la presencia de observadores internacionales como única
garantía de la legitimidad de la votación.
Este
es territorio traicionero para Zelenski. Tan solo unos pocos pasos en
falso podrían dejarlo en el mismo decepcionante camino de Poroshenko,
sellando así el destino de Ucrania como país perpetuamente dirigido por
personas que traicionan las esperanzas de su pueblo. Zelenski necesita
algunas victorias rápidas, y no es obvio identificar dónde puede
conseguirlas.
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