PEKÍN.- China respondió ya este lunes a EE.UU.
con aranceles adicionales por valor de 60.000 millones de dólares, un
contraataque calculado con el que deja claro que no se plegará ante las
condiciones que exige su rival en una disputa comercial con cada vez
menos visos de resolverse.
Así, el país asiático
implantará desde junio diversos aranceles de hasta el 25 % sobre un
total de 5.140 productos estadounidenses, en gran medida los mismos a
los que ya impuso aranceles menores el pasado otoño, y que incluyen gas
natural, textiles, petroquímicos, carnes y frutas, entre otros.
La medida es, según argumentó hoy el portavoz del
Ministerio de Asuntos Exteriores Geng Shuang, una respuesta a lo que
China considera una violación de los consensos alcanzados entre las dos
partes para resolver las diferencias mediante diálogo.
Las
negociaciones se enfriaron el viernes después de que Washington
comenzara a aplicar un aumento del 10 al 25 % a los aranceles a bienes
importados del gigante asiático, rompiendo una tregua de más de seis
meses cuando muchos anticipaban la paz.
"No debe
subestimarse la capacidad y voluntad de China para defenderse", dijo
Geng, y recalcó que, aunque no desea una guerra comercial, su país "no
está asustado" y "luchará hasta el final".
Según los
analistas, la respuesta china es también una réplica del presidente
chino, Xi Jinping, a su homólogo, Donald Trump, a quien deja entrever
que no cederá a sus demandas al tiempo que todavía mantiene una puerta
abierta para la negociación.
"Es una respuesta sobria y
comedida", apunta el profesor de Relaciones Internacionales de la
Universidad de Fudan Ren Xiao, quien anticipa que China se ha empezado a
preparar "para lo peor".
Desde el otro lado del
Pacífico, James H. Nolt, experto en China y profesor asociado de
Relaciones Internacionales de la Universidad de Nueva York, cree que los
aranceles de Trump son "un fin en sí mismo que impone por su propio
beneficio", y que el mandatario no está negociando porque sus demandas
son "unilaterales" y "ofrece muy poco o nada a cambio".
"China,
por su parte -remata-, desea seguir negociando porque, aunque las
posturas están todavía muy lejanas, quiere que se la vea como la parte
responsable".
Por su parte, Trump ha restado
importancia a los aranceles chinos, insistido en que su Gobierno tiene
aún "mucho margen" para seguir imponiendo gravámenes a los bienes de
Pekín y asegurado que se reunirá en persona con Xi en la próxima cumbre
del G20, que se celebrará a finales de junio en Japón, para renegociar
el acuerdo.
Sin embargo, Geng no confirmó hoy que se
vaya a producir ese encuentro y criticó la "máxima presión" ejercida por
EE.UU. tras la última subida de aranceles ordenada por Trump.
¿Qué
es, entonces, lo que ha fallado? Según los expertos, que Washington reclama a Pekín que se comprometa mediante cambios
legales a modificar su sistema económico, a proteger la propiedad
intelectual de las empresas estadounidenses y a establecer un mecanismo
de penalizaciones que asegure el cumplimiento de compromisos ya
alcanzados verbalmente.
Algo que, a ojos chinos, es poco menos que una humillación.
"Xi
es un ultranacionalista y no quiere quedar en evidencia. Si lo que le
pide Trump supone debilitar su posición en el Partido Comunista Chino
(PCCh), si se interpreta que ha cedido a la presión, acuerdo no habrá",
explica el analista político Willy Lam.
Lam,
docente en la Universidad China de Hong Kong, opina que Pekín sólo
ofrece "mecanismos administrativos" como garantía para un pacto que
también le conviene porque el país asiático "exporta mucho, mucho más a
EE.UU. de lo que éste le exporta a China", cuya economía "está mucho
peor que lo que las apariencias sugieren".
Pero que
China cambie sus leyes para satisfacer las demandas de Trump es, según
los académicos, una línea roja por la que Xi nunca estuvo ni estará
dispuesto a pasar.
El factor nacionalismo juega
también un papel en la reacción del lado chino, y es por ello que tanto
sus mandatarios como sus medios oficiales no dejan de advertir sobre los
"efectos dañinos" que tiene presionar a Pekín, dispuesto a defenderse
del "acoso comercial" de un Trump que ha ignorado la "sinceridad y la
palabra de China".
En ese sentido, la máxima de los
cuadros de los dirigentes es "mostrar que no renuncian a sus principios
ni intereses" y "demostrar que Pekín demuestra racionalidad" en
contraposición a los embistes de Trump, recalca Zhu Feng, director
del Instituto de Relaciones Internacionales de la universidad de
Nankín.
Zhu incide en que los aranceles a los
productos chinos afectarán a los consumidores estadounidenses porque
éste país "no tiene una fuente alternativa para sustituir a los
productos chinos a corto plazo".
"Al final, todo
dependerá de la voluntad política de las partes. Esta disputa también ha
servido como alarma para China, que debe promover más su reforma y
necesita modificar su legislación para estar mejor integrada en el plano
internacional", añade.
Otros analistas apuntan a las
"miradas e intereses contradictorios" que han observado en el seno del
PCCh sobre cómo debe abordarse la guerra comercial y sus consecuencias.
"Lo
lógico es que Xi siga protegiendo a la facción más conservadora en el
Partido y a las empresas estatales, pero le guste o no en el fondo está
condenado a entenderse con Trump", señala Jean-Pierre Cabestan, profesor
de Estudios Internacionales en la Universidad Bautista de Hong Kong.
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