PARÍS.- El gobierno francés considerará imponer un estado de emergencia para
evitar que se repitan los que han sido considerados como los peores
disturbios de Francia en años, pero por el momento no cambiará un rumbo
orientado al diálogo.
Grupos enmascarados y vestidos de negro corrieron por el centro de
París el sábado, incendiando automóviles y edificios, saqueando tiendas,
rompiendo ventanas y luchando contra la policía en los peores
disturbios que la capital ha visto desde 1968, lo que representa el
mayor desafío al que Emmanuel Macron se ha enfrentado en sus 18 meses a
cargo del país.
Las protestas también sacudieron otras ciudades y
pueblos y en toda Francia, desde Charleville Mezieres en el noreste
hasta Nantes en el oeste y Marsella en el sur.
“Tenemos que
pensar en las medidas que se pueden tomar para que estos incidentes no
vuelvan a ocurrir”, dijo a la radio Europa 1 la portavoz del gobierno,
Benjamin Griveaux.
La rebelión popular surgió de la nada el 17 de
noviembre y se ha propagado rápidamente a través de las redes sociales,
con manifestantes bloqueando carreteras en Francia e impidiendo el
acceso a centros comerciales, fábricas y puntos de suministro de
combustible.
Las protestas comenzaron como una reacción violenta
contra los aumentos de los impuestos sobre el combustible de Macron,
pero han propiciado una profunda sensación de insatisfacción hacia las
reformas económicas liberales, que muchos votantes sienten que favorecen
a los ricos y grandes empresas.
Las autoridades se vieron
sorprendidas con la escalada de violencia que el sábado ensombreció el
movimiento de protesta espontáneo, apodado los “chalecos amarillos”
porque muchos participantes usan las chaquetas de seguridad
fluorescentes que tienen que llevar en sus vehículos los conductores
franceses.
En París, la policía dijo que habían arrestado a más
de 400 personas y 133 resultaron heridas, entre ellas 23 miembros de las
fuerzas de seguridad. La policía disparó granadas de aturdimiento y gas
lacrimógeno y uso cañones de agua contra los manifestantes en la parte
superior del bulevar Champs-Elysees, en el Jardín de Tuilleries, cerca
del Museo del Louvre y también en otros lugares.
Macron
convocó este domingo, a su vuelta del G20 en Buenos Aires, una reunión de emergencia con el primer
ministro y el ministro del Interior en París para tratar sobre los disturbios y
encarar un diálogo con los “gilets jaunes” (chalecos amarillos), que no
tienen una estructura real o líderes conocidos.
Cuando se le
preguntó sobre la imposición de un estado de emergencia, Griveaux dijo
que estuvo entre las opciones consideradas el domingo.
“Está fuera de discusión que cada fin de semana se convierta en una reunión o ritual para la violencia”.
Griveaux
instó al movimiento del chaleco amarillo a desasociarse de los grupos
radicales que habían instigado la violencia, organizarse y acudir a la
mesa de negociaciones. Sin embargo, descartó un cambio en la política
del gobierno.
“No cambiaremos el rumbo. Es la dirección correcta. Estamos seguros de eso”, dijo.
Las
autoridades dijeron que grupos violentos de extrema derecha y extrema
izquierda, así como “matones” de los suburbios, se habían infiltrado en
el movimiento de chalecos amarillos en París el sábado.
En una
entrevista a BFM TV a última hora del sábado, Castaner dijo que las
autoridades habían implementado todas las medidas de seguridad para
prevenir los disturbios, pero que se habían enfrentado a grupos
extremadamente violentos y organizados.
Sin
embargo, reconoció que el gobierno había cometido un error en la forma
en que comunicaba sus planes para reducir su exposición al petróleo en
una política que propició un aumento de los impuestos sobre el
combustible.
Paul Marra, un activista del grupo de chaleco
amarillo en Marsella, dijo a BFM TV que el gobierno era el culpable de
la violencia en todo el país. “Condenamos lo que sucedió, pero fue
inevitable. La violencia comenzó desde arriba. El mayor matón es el
Estado a través de su inacción”.
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