Esta semana hay reunión de la OPEP para analizar el siempre convulso
mercado del petróleo. Hay, como siempre, presiones políticas con
direcciones contrapuestas para influir a la baja o al alza en el
precio del crudo. Las últimas vibraciones son claramente bajistas, ya
que después de recorrer varios meses por encima de los 70 dólares el
barril, en las últimas semanas se ha producido un ajuste considerable y
ronda los 66 dólares en estos momentos.
La víspera ofrece algunos pronunciamientos políticos que oscilan
entre la exigencia de Donald Trump para que la OPEP y sus países
aliados (Rusia sobre todo) aumenten la producción hasta los cantos de
sirena de algunas economías altamente necesitadas de ingresos y
productores de crudo como fuente de sustento fundamental (caso de
Venezuela), que abogan por un nuevo recorte de la producción entre los
países que están en torno a la disciplina, de mayor o menor grado, de
la OPEP.
La organización ya no tiene el poder disuasorio de hace unos
años, entre otras cosas porque los productores alternativos han
cosechado importantes éxitos en su carrera productiva.
El principal enemigo del grupo mencionado es Estados Unidos, que se
está convirtiendo en estos meses finales del año 2018 en el primer
productor mundial de crudo. En el mes de noviembre, la producción diaria
de este país se ha situado por encima de los 11,7 millones de
barriles, es decir, un peldaño por delante de Rusia y claramente por
encima de Arabia Saudí.
Entre estos tres países ya producen más de un
tercio del crudo que se extrae cada día en el mundo, lo que les otorga
una notable influencia en materia de precios, aunque el hecho de que
estas tres fábricas de `petróleo militen en bandos diferentes permite
un cierto equilibrio a la hora de fijar los precios finales del
mercado, contando en todo caso con las fuerzas de la oferta y la
demanda.
La sensación previa a la reunión de la OPEP de este jueves apunta a
un intento de la organización y sus aliados de recortar la producción en
algo más de un millón de barriles diarios.
Pero se trata de un recorte
que no tendrá previsiblemente impacto significativo en los precios,
aunque todo parece indicar que, decisiones de producción aparte, la
volatilidad en las cotizaciones de mercado se mantendrá alta en los
próximos meses, ya que la demanda de petróleo se muestra inestable y
algo en baja debido a la debilidad de algunas zonas de la economía
global.
El papel que pueda jugar Irán, afectado por las sanciones
estadounidenses, puede ser uno de los factores que influirán en la
oferta mundial de petróleo y por lo tanto en los precios. Hay, además,
algunas estimaciones sobre la estrategia que puedan seguir los
productores estadounidenses, muy activos en los últimos años con
fuertes inversiones que han acelerado la producción de este país si
bien una bajada del precio del crudo no les beneficia precisamente, ya
que los yacimientos de nueva creación, que son los que han impulsado la
producción en la primera economía del mundo, tienden a ver resentida su
rentabilidad.
Es decir, con precios más bajos, los primeros perjudicados
podrían ser los nuevos productores de Estados Unidos. En suma, el
equilibrio de fuerzas es delicado y la OPEP afrontar una decisión
cargada de luces y sombras.
(*) Periodista y economista español
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