LA HABANA.- Con
pantalones cortos y mocasines sin medias, Mauricio García tiene pinta
de español en La Habana Vieja. Tras vivir 16 años en Cataluña, volvió a
Cuba, atraído por las aperturas migratoria e inmobiliaria.
Llegó
en 2016 y ahora, con 41 años, es dueño del restaurante privado
(Paladar) "Draquesitos", muy visitado por los turistas que llegan por la
cercana terminal de cruceros de la capital de la isla socialista.
Próxima
a cumplir 500 años, la carcomida Habana es un escenario contradictorio:
un pujante mercado inmobiliario en medio de un viejo déficit
habitacional, dolor de cabeza para el nuevo presidente Miguel
Díaz-Canel.
EL
dinámico mercado inmobiliario reportó 45.000 ventas en 2012; 88.000 en
2013 y unas 100.000 en 2014, según el sociólogo y urbanista Carlos
García Pleyán, un catalán afincado en Cuba hace medio siglo.
En 2015 el mercado perdió velocidad aunque las iniciativas siguen.
Desde
que se autorizó la compra venta de viviendas en 2011, hay un renacer
constructivo y en medio de vetustas mansiones que piden a gritos
reparaciones, surgen casas de alquiler y fulgurantes restaurantes
particulares.
"La
decisión (de regresar) viene a raíz de que te dejan abrir negocios y
antes de andar por el mundo deambulando, es mejor aquí en tu tierra",
dice Mauricio.
Unos
40.000 emigrados retornaron desde la reforma migratoria de 2013, y el
gobierno cambió el irritante término de repatriados por reasentados.
Traen ahorros y conocimiento, clave para la apertura cubana.
Díaz-Canel
y su equipo se afanan para que la fabricación de viviendas pase de
20.000 anuales a 50.000. Se calcula un déficit de un millón de casas,
700.000 solo en La Habana.
El huracán Irma destruyó en septiembre de 2017 30.000 viviendas en una sola noche, más de las construidas en un año.
El
nuevo mercado inmobiliario "es muy activo" y "sortea bien múltiples
problemas que lo frenan, escasa tecnología, falta de información pública
(...) falta de instrumentos financieros, retraso legislativo", opina el
especialista Armando H. Portela, en la revista Cuba Geográfica, de
Miami.
Al igual que Mauricio, Maykel Galindo (35) comenzó un lento regreso a Cuba después de 16 años en Bélgica.
Con
sus ahorros y un préstamo bancario belga, compró una destartalada casa
en La Habana Vieja de 150 metros cuadrados para vivir. La reconstruyó
con su familia y la convirtió en alojamiento privado para turistas.
"Fui
descubriendo que dentro de Cuba había otra Cuba, que estaba siendo
creada de cierta manera por el sector privado(...) Yo como cubano
encontraba esa parte de Cuba que me correspondía", dice.
Recuerda
que cuando compró la casa en 2015, "los precios eran ridículos".
Calcula que desde entonces se han multiplicado por ocho.
Los
precios actuales van desde 5.000 dólares de pequeños apartamentos
periféricos, hasta un millón, en barrios residenciales como Kholy,
Miramar, El Vedado.
Los
vendedores de casas son personas con una vivienda amplia y recursos
limitados; los que se van del país o los que necesitan capital para
iniciar un negocio.
Esa
fuerte emigración comenzó a declinar tras el cierre de la política
"pies secos pies mojados" por el expresidente estadounidense Barack
Obama en enero de 2017, lo que redundó en menos ofertas de casas.
Los
compradores son cubanos reasentados, emprendedores, cubanos con
familiares en el extranjero. También extranjeros casados con cubanos.
Según la ley, los propietarios deben ser cubanos residentes.
Las ofertas se hacen a través de agentes, pequeñas inmobiliarias privadas o de anuncios en las calles o internet.
Las casas construidas antes de 1959, las más solicitadas, se anuncian como "construcción capitalista", indicativo de calidad.
El
gobierno cubano revisó y modificó las normas para el trabajo privado,
retuvo otorgar nuevas licencias por meses, y puso mayores controles.
Una
de las nuevas inmobiliarias privadas declinó hacer declaraciones hasta
el 7 de diciembre, cuando entren en vigor nuevas regulaciones de mayor
control estatal.
"Hoy yo diría que hay más freno que impulso" en el mercado, dice García Pleyán.
Las
restricciones internas "con todo el parón que hubo en el ámbito
privado" y el endurecimiento de bloqueo de Donald Trump, "frenaron el
turismo y el interés inversionista en el mercado inmobiliario".
"Pero a largo plazo el potencial es enorme y volverá a crecer", señala.
Estados
Unidos amenaza ahora con permitir que los cubano-americanos acudan a
sus tribunales a reclamar las propiedades confiscadas a inicios de la
revolución.
"A estas alturas, 60 años después yo creo que es prácticamente imposible dar marcha atrás", dice García Pleyán.
Cuba
está urgida de inversiones extranjeras, y el gobierno se esfuerza por
atraerlas. Sin embargo, el sector inmobiliario está excluido, aunque a
largo plazo puede darse, según el urbanista.
En este camino, Mauricio es feliz en "Draquesitos". "No, arrepentimiento nunca, yo espero que venga más", dice.
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