BOGOTÁ.- Los vecinos del caserío colombiano
de La Secreta han encontrado en el cultivo del café la forma de volver a
echar raíces en un pueblo que se vieron obligados a abandonar por la
violencia del conflicto armado.
Llegar a La Secreta,
que forma parte del municipio de Ciénaga, supone en sí mismo un desafío.
Enclavado en plena Sierra Nevada de Santa Marta y frente al mar Caribe
la única forma de llegar hasta allí es un sendero pedregoso que
serpentea por la montaña.
Ocultas entre el follaje emergen las humildes viviendas
campesinas de las que salieron sus casi 600 habitantes entre el 12 y 13
de octubre de 1998.
Hasta allí, llegaron las
paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y asesinaron a una
veintena de personas sembrando el pánico.
Las AUC impusieron su ley y asesinaron a quienes acusaban de colaborar con las guerrillas de las FARC y el ELN.
Tras largos años viviendo en Ciénaga y la vecina San Pedro de la
Sierra, los habitantes de La Secreta encontraron una oportunidad de
regresar a su tierra el 15 de julio de 2003, cuando el Gobierno firmó un
acuerdo de paz con las AUC.
Entre 2004 y 2005, siete
años después de la masacre, la gente empezó a regresar temerosa a La
Secreta para recuperar su vida y comenzó a hacer lo que mejor saben:
cultivar café.
La tierra es fértil y generosa, una
auténtica mina de café que rápidamente dio resultados y en la que
vuelven a brotar las casas que siguen ocultas en ocasiones por el
intenso follaje de la montaña.
Los habitantes de la
aldea cuentan que, para retomar sus cultivos, fue clave la llegada de la
Unidad de Restitución de Tierras (URT), la Unidad para las Víctimas, el
Consejo Noruego para Refugiados y la ONU en 2012.
"Con la llegada de estas instituciones retomamos el cultivo de café y
empezamos a gestionar una asociación que teníamos planeada desde hace
años. Fue ahí cuando el Consejo Noruego y la Unidad de Restitución nos
orientaron a buscarle valor agregado al producto", aseguró a Silver
Polo, líder comunitario de La Secreta.
Con la ayuda
de estas instituciones, Polo creó en 2014 la Asociación de Agricultores
Orgánicos de La Secreta (Agrosec), a la que se unieron 66 familias para
cultivar café orgánico y exportarlo.
Para comenzar, fue fundamental el aporte de 24 millones de pesos (unos 8.217 dólares) que entregó el Gobierno a cada familia.
El esfuerzo dio sus frutos y las familias de La Secreta exportan ahora a
Estados Unidos, Japón, Bélgica y Australia, entre otros países.
Actualmente, esas 66 familias vinculadas a Agrosec poseen unas 500
hectáreas de cultivos de café y están trabajando para vincular 200 más
que fueron sembradas hace un año por otras 40 familias.
A pesar de que todavía no abarca "ni siquiera un 1 % de la exportación
total de café en Colombia", los miembros de Agrosec destacaron que la
organización presenta un crecimiento interno anual del 50 %, lo que les
ha llevado a crear un nuevo objetivo a futuro: convertirse en una marca
simbólica de café en Colombia.
"Yo estoy muy
agradecida con el Gobierno porque La Secreta se estaba volviendo pura
montaña cuando llegamos, pero ahora con estos proyectos productivos
recuperamos nuestra vida y por eso le doy gracias a Dios todos los días,
pues yo estoy viva de milagro", dijo Gledis Ríos, una de las
afiliadas a Agrosec que perdió a parte de su familia en la masacre del
98.
Las familias de La Secreta reconocen que la ayuda
del Gobierno colombiano ha sido clave en este proceso que les permitió
alejarse del dolor de la violencia.
Ahora son ejemplo
de que "sí se puede" dejar atrás los fantasmas de una violencia que se
desvanece poco a poco, como dicen muchos de ellos.
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