MOSCÚ.- Lo que no lograron ni Stalin ni
Jruschov, lo va intentar el actual jefe del Kremlin, Vladímir Putin,
quien ha prometido a los rusos el paraíso socialista que nunca llegó con
la URSS a través de un revolucionario programa de renovación de la
vivienda.
"La abuela ya vive bajo el comunismo. Me dedico a
leer, comer y dormir", aseguró irónica Nadia, una pensionista de
89 años que vive en una tradicional "Jruschovka", es decir un edificio
prefabricado de cinco plantas levantado hace medio siglo.
Más de veinte millones de rusos aún habitan en casas
construidas a toda prisa en la posguerra para hacer frente a la
industrialización estalinista y al boom demográfico que siguió a la
victoria sobre Alemania.
En su momento, eso significó una mejora en relación
con los barracones de madera, sótanos húmedos y "komunalki" -pisos
comunitarios- en los que vivía la mayoría de ciudadanos soviéticos, con
la excepción de los altos cargos del Estado y el KGB.
No obstante, las promesas de que el socialismo
llegaría a mediados de los años 80 y que todos los soviéticos vivirían
en casas modernas no sólo no se cumplieron, sino que la URSS desapareció
poco después.
En las "Jruschovki", que los rusos gustan llamar
"neveras" por el frío que se pasa en ellas, los apartamentos tienen unos
50 metros cuadrados, la cocina y el baño son minúsculos, y las pareces
son de cartón piedra, por lo que tiemblan al paso de los camiones y,
además, carecen de ascensor.
Ahora, Putin ha decidido solucionar el más grave
problema de este país desde tiempo inmemorial, la falta de vivienda,
ordenando la mayor repoblación desde mediados del siglo XX, lo que
incluye el derribo de unas 5.000 "Jruschovki".
"Mi casa es una Jruschovka, pero es de las buenas, de
ladrillo, por lo que creo que nosotros nos libraremos. Sea como sea, si
la derriban, eso ya me cogerá en el otro mundo", señaló a Nicolás,
un niño de la guerra español que vive en el sur de Moscú.
Putin se las prometía felices en febrero cuando
anunció el ambicioso programa que costará varios miles de millones de
euros y se prolongará durante unos diez años, ya que esperaba que no
sólo le garantizaría un lugar en la historia, sino la victoria en las
elecciones presidenciales de marzo de 2018.
Con todo, ha tenido que recular, ya que la reacción
del millón y medio de moscovitas que vive en esas casas no ha sido la
esperada, ya que muchos creen que el Estado les engañará como ocurrió
tras la privatización postsoviética y la ley tuvo que ser reenviada a la
Duma.
"Espero que todo sea corregido en línea con
los deseos de la gente. No firmaré nada que viole las leyes y los
derechos de los ciudadanos", dijo, consciente de que los dueños de esas
casas son en su mayoría pensionistas, su electorado más fiel.
Las autoridades convocaron entonces una
votación por internet, que empezará el 15 de mayo, en la que los
inquilinos decidirán si quieren que su casa sea demolida, para lo que se
necesitará el apoyo de dos tercios de los vecinos.
La votación tiene trampa, ya que los que los
votos de los que se abstengan serán contados como a favor del derribo,
lo que ha llevado a muchos a sospechar que detrás del plan se encuentran
las grandes compañías inmobiliarias.
"La mayoría está a favor del derribo, pero no
están dispuestos a mudarse a otro barrio. De todas formas, sabemos que
las autoridades no tendrán en cuenta nuestra opinión", vaticinó María, de 70 años y antigua profesora de economía.
María vive en el norte de Moscú con su nieta
en una vivienda construida en 1963, que podría aguantar aún unos pocos
años más, pero las reformas saldrían aún más caras y reducirían el
espacio habitable, por lo que se resigna al traslado.
Ese no es el caso de Flora, de 28 años, quien
votará en contra del derribo, ya que la ley en su actual versión no
contempla la posibilidad de recibir dinero a cambio de la vivienda -el
precio de mercado es de unos 100.000 euros-, ya que no respeta el
derecho a la propiedad.
"No me gusta la ley. Está muy mal escrita
¿Por qué no puedo vender la casa y comprarme otra donde me venga en
gana?", señaló.
Precisamente, los que discrepan con el plan
han convocado una manifestación mañana, domingo, para defender el
derecho a la propiedad.
El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin,
replica que los afectados serán trasladados a escasa distancia de sus
actuales hogares, sus nuevas viviendas serán edificios modernos con
plazas de aparcamiento, guarderías y escuelas, y no tendrán que pagar ni
un solo rublo.
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