LONDRES.- A medida que terminan los confinamientos rigurosos por el coronavirus,
algunos bancos centrales han empezado a insinuar otro tipo de
desescalada: la de los paquetes de emergencia que lanzaron hace apenas
tres meses. Pero los mercados hasta ahora parecen estar pensando que se
trata de un farol.
Las compras de activos emprendidas por los cinco mayores bancos
centrales del mundo para amortiguar el impacto de la pandemia, estimadas
en 5 billones de dólares, han ayudado a impulsar a las bolsas hasta un
10% por debajo de máximos históricos, mientras la economía mundial
parece estar lista para la recuperación, según confirman los índices
provisionales de las encuestas de actividad empresarial de junio.
Sin
embargo, algunos bancos centrales han lanzado mensajes indicando que
las medidas de estímulo en formato barra libre no durarán para siempre,
incluyendo el Banco de Inglaterra, que la semana pasada redujo sus
compras de bonos argumentando señales de mejora económica.
Sin
embargo, a diferencia de la década posterior a la crisis financiera de
2008, en la que cualquier indicio de que los estímulos podrían retirarse
provocaba un “berrinche” en los mercados, los inversores no han hecho
gran caso.
Las reacciones al Banco de Inglaterra se han
limitado a un breve repunte de la libra esterlina y a una caída de los
precios de los bonos. Tampoco reaccionaron mucho los mercados ante la
exhortación del gobernador del Banco Popular de China, Yi Gang, a
restringir los estímulos y a “retirar oportunamente los instrumentos de
política monetaria por adelantado”.
Son muchas las razones por
las que los bancos centrales pueden tener miedo a mantener las compras
de activos a su ritmo actual, sobre todo por la posibilidad de que se
produzca una “resaca” de deuda, como destacó Yi. Pero los inversores
consideran que los dirigentes monetarios solo están preparando el
terreno para los cambios.
“Mi interpretación es que los bancos
centrales están enviando pequeños mensajes diciendo ‘no deis por sentado
que voy a estar ahí’. Ahora algunas personas lo escucharán, otras no y
otras dirán: ‘Sí, te he oído, pero creo que vas de farol’”, dice Kim
Catechis, jefe de estrategia de inversión de Martin Currie, filial de
Legg Mason, en Edimburgo.
Según Catechis, los inversores comparan
a los bancos centrales con los bomberos: “Se van a quedar ahí, echando
más agua (...) hasta que las brasas se apaguen por completo, y todavía
no consideran que el trabajo esté acabado”.
El rendimiento de los
bonos de China a 10 años subió 4 puntos básicos el lunes, después de
que su banco central se abstuviera de rebajar su tipo de interés de
préstamos y subiera 14 puntos básicos en junio. Sin embargo, las
acciones de Shanghái están en su punto más alto de los últimos tres
meses.
Las monedas de Noruega y Canadá, mientras tanto, solo han
experimentado subidas moderadas después de mensajes monetarios que
mostraban una relativa tendencia al endurecimiento de la financiación.
El Banco de Noruega incluso esbozó el camino de aumento de los tipos a
partir de 2022.
La
tibia respuesta en los mercados se debe en parte a que los grandes
bancos centrales - la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco
Central Europeo y el Banco de Japón - no muestran señales de desviarse
del camino de los estímulos. El presidente de la Reserva Federal, Jerome
Powell, prometió la semana pasada mantener su “pie en el acelerador”.
Y,
a diferencia de la crisis anterior, los Estados también están
aumentando los gastos de estímulo con paquetes de billones de dólares
aportando ingresos a los ciudadanos y lanzando inversiones en
infraestructuras.
“Si pienso en los dos principales bancos
centrales del mundo, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, no
parecen tener ninguna prisa por subir los tipos”, dijo Salman Baig,
gestor de inversiones de multiactivos de Unigestion. “Así que no estoy
muy preocupado, al menos no por ahora.”
El balance de la
Fed, de 7 billones de dólares, se redujo la semana pasada por primera
vez desde febrero y su saldo de “repos” -acuerdos de financiación a
corto plazo para los bancos comerciales- se ha hundido a los niveles más
bajos de los últimos nueve meses. Pero eso se debe a que las tensiones
de financiación del mercado monetario han disminuido y otros bancos
centrales están recurriendo a la Reserva Federal para obtener menos
dólares.
Dada la mejora del panorama de
crecimiento y de los mercados, puede ser inevitable hacer algunos
ajustes en las políticas monetarias.
“La política monetaria se
encuentra en un estado de emergencia en este momento y claramente los
escenarios de emergencia no se supone que sean indefinidos”, dice Sarah
Hewin, economista jefe para Europa de Standard Chartered.
“Están diciendo: el programa de expansión cuantitativa está vigente y no creemos que haya necesidad de ir a toda máquina”.
También
podría ser que los dirigentes monetarios estén inquietos por los
niveles de deuda: la proporción de la deuda pública británica
recientemente superó el 100%. Por eso el Banco de Pagos Internacionales,
el grupo paraguas de los bancos centrales, está haciendo un llamamiento
para devolver la política monetaria a “una nueva normalidad”.
Sin
embargo, pocos creen que se produzca pronto un serio revuelo. Se espera
que la economía mundial se contraiga un 6% este año, y existe el riesgo
de que se produzcan nuevos confinamientos.
También
hay lecciones del pasado. La subida de los tipos de interés del BCE en
2011 y la decisión de la Reserva Federal de comenzar a reducir su
balance ese año son a menudo culpadas por estrangular la recuperación
después de 2008.
“La voluntad de mantener los grifos abiertos y
de no desandar el rumbo demasiado pronto es una de las grandes lecciones
de la crisis financiera”, dijo Jeroen Blokland, gestor de cartera de
Robeco.
“Los bancos centrales intentarán eliminar algunos estímulos sólo si la recuperación es estructural”.
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