El gigantesco programa de compra de bonos coporativos de la Fed
está a punto de arrancar. Y en él va a jugar un rol decisivo un sector
con una influencia creciente en el mundo empresarial: el de los gestores de fondos.
El banco central ha recurrido a BlackRock para que ayude a canalizar el capital hacia los bonos corporativos, sirviendo de muleta en el nuevo papel de la Fed como prestamista de último recurso para las empresas. Todo estará en marcha en los próximos días.
La Fed también contará con Pimco para hacerse con deuda a corto plazo de las empresas y para comprar papel comercial. Ambas firmas están ya en ello y podrían invertir miles de millones de dinero de la Fed.
Su rol como brazo armado de la intervención de la Fed es el último capítulo de un gran cambio en la estructura de poder financiero, con los grandes gestores de activos comiéndole el terreno a los bancos de Wall Street.
Un puñado de gestores se han convertido en conductores decisivos para dirigir el dinero hasta los consumidores,
hasta los planes de pensiones o para dotar a las empresas
estadounidenses. BlackRock y Pimco son accionistas y tenedores de deuda
de miles de empresas en nombre de los fondos que gestionan.
Los votos de los accionistas que controlan y su papel como acreedores les dan ventajas poderosas. Entre ambos, gestionan más de ocho billones de dólares, que van desde bonos a 'private equity'.
Supervisan capital en ETF y en mutuas tradicionales a nombre de individuos. Ambas tienen en marcha diferentes tipos de fondos y cuentas.
Su actividad se basa en recibir el dinero de un cliente e invertirlo en
lo que esa persona considere oportuno, ya sea en empresas particulares,
en ciertas industrias o en replicar el comportamiento de un mercado.
Pese a que las gestoras de fondos jugaron su papel en la crisis de 2008, ayudando a manejar activos tóxicos para la Fed, su misión en este nuevo escenario es mayor. Serán los actores protagonistas de lo que será un programa multibillonario para apoyar la economía y los mercados, un programa que ayudará a decidir qué empresas sobreviven a la pandemia.
"Es una oportunidad para los gestores de mostrar si pueden ser aliados poderosos en la recuperación.
Organizan capital, algo opuesto a usar su propio balance, y pueden
pensar en el largo plazo", explica Ben Philips, director de Casey Quirk,
consultora bajo el paraguas de Deloitte.
Estas compañías están cobrando nueva importancia, consiguiendo alejar la idea de que su larga mano supone un riesgo para los sistemas financieros.
Los gestores de activos han conseguido pelear contra la etiqueta de
'instituciones financieras sistémicamente importantes' y la regulación
que viene detrás.
BlackRock será el encargado de dirigir hasta 750.000 millones al mercado de deuda.
"BlackRock está actuando como fiduciario de la Reserva Federal de Nueva
York", ha explicado lel gestor de fondos en un comunicado.
"Vamos
a ejecutar este mandato con la dirección exclusiva de la Fed, y de
acuerdo con sus detalladas líneas de inversión", explican, "para dar
crédito a los mercados y para conseguir el objetivo del Gobierno de favorecer el acceso a la liquidez a las empresas y así apoyar la economía estadounidense".
Antiguos
fundionarios del Gobierno han animado a la Administración a no
contratar bancos para las compras de bonos corporativos, según una
fuente conocedera. Consideraban que las gestoras, al no estar en el
negocio de preparar emisiones de deuda o de mantener un 'stock' de bonos
para clientes, podrían ser imparciales.
Además, estas gestoras ya tienen experiencia gestionando el dinero
del banco central, tienen sistemas para trabajar con diferentes tipos de
clientes y pueden hacer compras basadas en argumentos sólidos, ya que
están en medio de la corriente de información sobre la compraventa de todo tipo de activos, dicen estos exfuncionarios.
A
principios de marzo, cuando los datos apuntaban a tensiones en los
mercados semanas antes del primer caso de coronavirus en Estados Unidos,
los miembros de la Fed examinaron las herramientas que usaron en la
crisis de 2008. Además, prepararon el terreno para una posible intervención mucho más profunda.
Durante
la extrema volatilidad de marzo, la Fed y el Gobierno mantuvieron una
comunicación constante con BlackRock y Pimco, además de con el brazo de
inversión de Goldman Sachs y el de JP Morgan Chase, según fuentes conocedoras. Consultaron constantemente a inversores relevantes como Mohamed El-Erian, jefe del consejo económico de Allianz, que está en el entramado de Pimco.
Los funcionarios pulsaron todo tipo de resortes para entender qué
estaba pasando en las bolsas, cómo estaban los mercados de 'repos' donde
las empresas piden y prestan 'cahs' y cuál era el comportamiento de los bonos.
Había problemas profundos en cada esquina del mercado de bonos mundial
para mediados de marzo. Los bonos basura, los que tenían grado de
inversión... No había compradores.
Durante la semana del 15 de marzo, un funcionario de la Fed llamó por teléfono a Scott Simon, exdirector de Trading y Gestión de Portfolio de Pimco,
para pedirle su visión. Simon le aconsejó que pusiera su vista en los
fondos que invierten en el ladrillo e hipotecas, que hacen las veces del
canario en la mina como señal de peligro. Las REIT, que prestan e
invierten en hipotecas y que raramente juegan un papel relevante en la
economía global, veían cómo sus acciones se desplomaban.
Simon también apuntó a un ETF, el iBoxx $ Investment Grade Corporate Bond ETF de BlackRock,
que estaba entre los que sufrían un duro descuento en los valores que
lo componían. Señaló que el gap era una advertencia de que el mercado de
bonos se había congelado.
Durante una de las peores semanas en la historia de Wall Street, el CEO de BlackRock, Laurence Fink,
viajó hasta Washington y se reunió con el presidente Trump mientras la
pandemia arrasaba los mercados como no se había visto nunca. Las bolsas cayeron un 7% ese día, el 18 de marzo,
y la negociación prácticamente se detuvo en muchos mercados de bonos,
haciendo muy difícil para las empresas y las administraciones conseguir
financiación.
La Fed ya había dicho que intervendría si era
necesario, abriendo el rango de vencimiento de las compras de letras del
Tesoro. Días más tarde, el 23 de marzo, desveló medidas más
importantes, como la compra de todo tipo de bonos y su disposición a hacer lo que fuera necesario para frenar la hemorragia.
El banco central trabaja con empresas externas si considera que eso pondrá sobre la mesa el conocimiento y la velocidad de actuación que la entidad no tiene.
Con celeridad, confió a los asesores de mercados financieros de
BlackRock la labor de comprar bonos corporativos, sin iniciar un proceso
para permitir que otras firmas compitieran por ese trabajo.
Esa parte de BlackRock, separada de su negocio más empresarial,
trabajó con la Fed en la gestión de activos de American International
Group (IAG) y de Bear Stearns cuando ambos colapsaron al comienzo de la crisis de hace una década.
El
siguiente problema era qué empresas podían entrar dentro del programa.
La entidad puso sus ojos primero en las compañías con mejor 'rating',
las que menos posibilidades tenían de incurrir en 'default'. Pero eso
fue provocando preguntas: ¿qué pasa con las compañías que tenían buena
nota pero que ahora están cerca del bono basura por culpa del coronavirus? ¿Es justo dejarlas fuera? Cuando el 9 de abril la Fed anunció que también compraría bonos de los 'ángeles caídos', el mercado de bonos se disparó antes incluso de que se produjera ninguna operación.
Como
parte de su rol, BlackRock comprará bonos de ETF. Los funcionarios de
la Fed veían este movimiento como una forma de poner redes alrededor del
mercado, según fuentes con conocimiento de las operaciones. Eso provocó
las quejas de algunos economistas y analistas financieros, que alegaban
que el mandato de la Fed permitiría a BlackRock reforzar sus propios ETF.
"Si eres un gestor de activos trabajando para la Fed, tus propios
fondos deberían estar excluidos de cualquier compra", afirma Nouriel
Roubini, profesor de economía de la escuela de negocios Stern, de la
Universidad de Nueva York, y CEO de Roubini Macro Associates.
En
una conferencia con los analistas el 16 de abril, Fink se indignó al ser
preguntado sobre si el mandato de la Fed era un rescate para la
industria de ETF o si lo era para su propia firma. "Eso es insultante. Lo que estamos haciendo con el Gobierno está basado en prácticas adecuadas", dijo.
Fuentes conocedoras de la situación aseguran que la Fed usará líneas de inversión predeterminadas para no favorecer ni perjudicar a ninguna empresa ni industria.
El
banco central ya aseguró que BlackRock podrá presentar sus propios ETF y
que estarán en las mismas condiciones que los de sus competidores, y
que además la compañía no cobrará comisión por invertir en ningún ETF.
BlackRock devolverá cualquier ingreso por gestionar el programa de la
Fed directamente al banco central. Además, habrá límites sobre cuánto de cada ETF se puede comprar.
Eso no ha disuadido a los inversores a la hora de tratar de ir por
delante de la Fed. En abril, los 'traders' se apresuraron a acudir al
mercado de bonos corporativos de los ETF. Durante unos instantes,
llevaron los precios muy por encima del valor de los bonos. El gap entre el precio y el valor neto de los bonos de activos subyacentes se ha estrechado.
La Fed le ha dado a Pimco un rol similar al que tuvo en 2008 sobre el papel comercial,
sin imponer límites a las compras totales de deuda corporativa a corto
plazo. La Fed sí encargó una misión a los bancos: procesar con rápidez
los préstamos de emergencia para empresas. State Street será responsable
de gestionar los activos de diferentes programas de la Fed.
A
partir de verano, otras firmas podrán tratar de ocupar el rol que están
jugando BlackRock y Pimco para la Fed, según personas conocedoras de los
planes de la entidad.
"Si eres la empresa encargada de la tarea, vas a ser la primera a la que llamen los brókeres a la caza de información. Va a ser difícil para otros inversores competir.
En cualquier caso, todos se beneficiarán de un mercado sano y en
marcha", explica Patrick Luby, estratega e investigador en CreditSights.
El Tesoro ha prometido asumir las primeras pérdidas de la avalancha
de compras de la Fed. El banco central no tiene permitido arriesgar el
dinero público entrando en compañías insolventes. Durante las
negociaciones sobre los fondos del Tesoro, miembros del Comite Bancario
del Senado trataron de establecer unos límites para el despliegue de
fondos. Los funcionarios de la Fed se oposieron y lograron cierta flexibilidad.
Algunos legisladores demócratas consideran que el papel de BlackRock puede tener consecuencias inesperadas para el sistema financiero.
En abril, un grupo envió una carta a la Fed pidiendo al Gobierno que
estableciera cortafuegos para que la economía no se volviera dependiente
de BlackRock. Varios políticos presionaron a la Fed para que hiciera
entender a la firma de inversión las consecuencias para toda la economía
cuando se funciona con dinero público.
"Estamos eligiendo campeones financieros",
afirma Itamar Dreschsler, profesor de la Wharton School de la
Universidad de Pensivania y experto en los efectos de las políticas de
los bancos centrales. "Contratar a una gran empresa para ejecutar las
compras es simplemente una forma de conseguir el 'expertise', pero la
gente tiene buenas razones para ser cautelosa a la hora de tener
campeones nacionales".
(*) Periodista en The New York Times
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