El coronavirus sigue siendo un ejército invisible letal y demoledor
de la convivencia ciudadana y las economías de los países, muchos de los
cuales que estaban en situación de recesión o debilidad van a acabar en
la quiebra. Nadie está a salvo, ni en las grandes ciudades, ni en
pueblos, ni en el campo o en las playas. Y ni siquiera en los altos
palacios y residencias del máximo poder político internacional.
Lo acabamos de ver en el Reino Unido donde el primer ministro
británico, Boris Johnson, ingresó anoche en la UCI del hospital St.
Thomas de Londres ante el agravamiento de su infección por coronavirus.
Lo que le obligó el lunes a ingresar en el hospital donde los médicos
que lo cuidan decidieron ayer internarlo en una UCI ante el claro y
rápido empeoramiento de Johnson.
El que ha sido sustituido de manera temporal en el cargo de primer
ministro por el titular de Exteriores Dominic Raab, provocando inquietud
en todo el país al que se ha dirigido por Tv la Reina Isabel II
pidiendo la unidad de los británicos para luchar contra la enfermedad y
sus efectos económicos y sociales.
Con el coronavirus no se juega y casi todos los gobernantes del
mundo, con la excepción de los de Corea del Sur, han jugado al principio
y de temeraria manera al despreciar la pandemia. Y los españoles ahí
incluidos, aunque han rectificado y esperemos que a tiempo.
Pero hay dos líderes conservadores mundiales como son Boris Johnson y
Donald Trump que además se mofaron de la enfermedad en la confianza de
que en sus países el virus no causaría estragos como los ha causado en
España e Italia.
Pero la consecuencia de estas dos actitudes frívolas e irresponsables
no ha podido ser peor: Johnson en la UCI; y EE.UU. convertido en líder
mundial de contagios con más de 350.000 enfermos y con 10.000 muertos
sólo en la ciudad de Nueva York.
Y lo que es peor para Trump es que esta crisis sanitaria y económica
puede provocar su derrota en las elecciones presidenciales del próximo
mes de noviembre, donde Trump esperaba renovar el poder con un excelente
y muy favorable balance económico que, de aquí a noviembre, puede
empeorar de manera sensible.
También en Japón el Gobierno del primer ministro Shinzo Abe, que
había relajado las medidas de confinamiento por la que parecía una
rebaja de los contagios, acaba de decretar el ‘estado de alerta’ ante un
rebote inesperado de la pandemia en el país nipón. Lo que constituye un
aviso y advertencia a otros países que se disponen a bajar la guardia.
Y qué decir de los enormes problemas de contagio y escasez de
respuesta sanitaria que tienen muchos países de África y América Latina.
Estamos ante una crisis global sanitaria, económica y social que va a
cambiar el mundo de una manera radical y a toda velocidad. Una crisis
que espera una vacuna eficaz de aplicación inmediata para cuidar a los
enfermos y frenar de verdad la infección en todo el Planeta antes que
la destrucción alcance altas cotas de gran hecatombe y de desastre
mundial.
(*) Periodista español
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