WASHINGTON.- La Casa Blanca prepara este martes un nuevo decreto para restringir la
inmigración legal a EEUU debido al COVID-19, una medida diseñada para
contentar a los votantes de Donald Trump, pero que difícilmente ayudará a
atajar la crisis sanitaria y económica del país con más contagios del
mundo.
Con la entrada de viajeros desde Europa y China vetada desde hace
semanas, las fronteras cerradas y la emisión de visados cancelada en la
gran mayoría de los casos, no está claro el alcance que tendrá la
"suspensión temporal de la inmigración a Estados Unidos" que Trump
anunció en un tuit a última hora del lunes.
Según un borrador del decreto obtenido por la agencia Bloomberg y que aún está bajo revisión en el Departamento de Justicia, la medida negaría la entrada al país de la gran mayoría de solicitantes de nuevos visados de trabajo durante al menos 90 días.
El decreto incluye excepciones para quienes buscan empleo en la “producción de alimentos” o en la “protección de la cadena de suministro”, lo que podría aplicarse a los trabajadores agrícolas temporales con visado H2-A, que en su gran mayoría llegan desde México. También eximiría a aquellos trabajadores sanitarios o de investigación médica, cruciales en la lucha contra el coronavirus, de acuerdo con el borrador.
No está claro hasta qué punto eso supondrá un gran cambio respecto a la situación actual, dado que las citas para solicitar la gran mayoría de visados ya están canceladas desde hace más de un mes en los consulados de EEUU en todo el mundo y la entrada de refugiados al país está suspendida debido a la pandemia.
Sin embargo, Washington sí ha permitido hasta ahora que se procesen solicitudes de médicos o de trabajadores agrícolas temporales.
Eso ha irritado a activistas antiinmigración cercanos a la Casa Blanca como Mark Krikorian,
que dirige el conservador Centro de Estudios sobre Inmigración (CIS), y
que este mes consideró “absurdo” que se “importen” trabajadores para
labores “que podrían hacer los estadounidenses” que se han quedado sin
empleo debido a la crisis.
Los primeros detalles conocidos sobre la medida apuntan a que las cosas no cambiarían al menos en ese ámbito, y que el decreto simplemente institucionalizaría lo que ya está ocurriendo a raíz de las directrices que ha emitido en las últimas semanas el Departamento de Estado.
“Puede que quieran hacer oficial lo que ya está en vigor, hacer una
declaración llamativa que tenga un impacto mínimo”, dijo una analista
del Migration Policy Institute, Sarah Pierce, al diario The Washington Post.
Tampoco se espera, según el diario The Wall Street Journal, que la orden afecte a los inmigrantes que ya están en Estados Unidos o al proceso de renovación de visados.
Fuentes del Gobierno citadas por el Journal indicaron que no esperan que el decreto implique cambios notables en la política estadounidense, por lo que la medida podría limitarse a crear la impresión entre sus votantes de que Trump está actuando. “En
un momento en el que los estadounidenses están intentando volver a
trabajar, es necesario actuar”, dijo este martes la portavoz de Trump,
Kayleigh McEnany, en un comunicado.
Y en una confirmación del trasfondo electoralista de la medida,
la campaña de reelección de Trump aseguró que “introducir al país más
competencia por los empleos empeoraría el desempleo y deprimiría los
salarios, especialmente en las comunidades negras y latinas”.
“Prevenir que entre más gente potencialmente infectada por el virus
es una medida de seguridad adicional para el país”, agregó el director
de Comunicación de la campaña de Trump, Tim Murtaugh, que azuzaba así la
idea de que los extranjeros son quienes traen el virus a pesar de que
ya lleva meses dentro de EEUU.
El argumento de que el virus llega de fuera alimenta el discurso xenófobo que funciona tan bien entre los votantes de Trump,
pero no tiene base en los hechos: no hay correlación entre los casos de
COVID-19 por condado y el número de inmigrantes, según un estudio
publicado este martes por el centro conservador CATO Institute.
Mientras, el número de casos de coronavirus en EEUU superó este martes los 800.000,
el cuádruple de los detectados en el segundo país con más contagios,
España; al tiempo que los muertos en territorio estadounidense pasaban
los 43.000, según el recuento de la Universidad de Johns Hopkins.
Varios de los estados más afectados, como Nueva York, insisten en la
necesidad de hacer tests a gran escala antes de reabrir el país, y el
gobernador neoyorquino, Andrew Cuomo, planeaba subrayar ese punto
durante una reunión en la Casa Blanca este martes con Trump, que ha
minimizado el problema de suministro de pruebas.
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