NUEVA YORK.- Su
enérgica y pedagógica gestión ante la expansión del coronavirus en el
estado de Nueva York y la necesidad del Partido Demócrata de encontrar
un líder fuerte que dé esperanzas de recuperar la Casa Blanca ha llevado
al gobernador Andrew Cuomo a subir estas semanas en el escalafón como
deseado presidenciable.
Cada
día y durante una hora, los neoyorquinos y muchos estadounidenses
-dicen que también Donald Trump- atienden en directo a las explicaciones
del político demócrata sobre la propagación como un "tren bala" de la
COVID-19 y, según analistas políticos, les ofrece algo muy necesario
estos días a los ciudadanos confinados: la sensación de que alguien está
a cargo del problema y que se enfrenta a la situación con todas sus
fuerzas y con transparencia.
Nueva
York y sus calles vacías afrontan estos días la pandemia casi como otro
11S. Si en aquella catástrofe emergió la figura de su alcalde Rudolph
Giuliiani, esta vez el líder es el gobernador del estado, que ha tomado
mando en plaza desde el Jacob K. Javits Convention Center de la Undécima
Avenida, reconvertido en hospital y base operativa de la crisis.
Como
dice el reportero de investigación de ABC News Josh Margolin, "la
crisis del coronavirus es el momento para el que Andrew Cuomo se ha
estado preparando toda su vida".
Él
es el que ha dado las órdenes más enérgicas de confinamiento en todo
Estados Unidos -"asumo toda responsabilidad, cúlpenme", indicó- y es el
calculado contrapeso a un Donald Trump que parece más preocupado por
reactivar la economía que por salvar vidas. Sin duda, las presidenciales
del próximo noviembre marcan un "deadline" al que hay que llegar lo
mejor parado posible.
Andrew
Marc Cuomo, de 62 años, no ha optado a las primarias demócratas, en las
que aún pugnan los septuagenarios Joe Biden y Bernie Sanders, pero el
político nacido en Queens y licenciado en Derecho por la Universidad de
Fordham siempre ha estado presente en las quinielas como presidenciable.
Seguro que estará ahí para 2024.
Su
estilo gusta a amplios sectores porque no le tiembla el pulso ante la
que es la crisis de salud pública más grave en un siglo y sabe llegar a
un público estadounidense que aprecia el carisma más personalista.
"Es
riguroso en los datos pero al mismo tiempo emplea el lenguaje de la
calle. Busca ejemplos prácticos e historias humanas para llegar a todo
el mundo (...) Mantiene siempre la actitud de un padre, que te corrige y
te protege. Su discurso tiene alma", aseguran consultores.
El
gobernador un día aparece en rueda de prensa con su hija Michaela para
que le ayude a convencer a los adolescentes neoyorquinos a que renuncien
a ir a Florida en su "spring break" y contener así los contagios, y
otro día habla en directo ante las cámaras de proteger a los mayores,
"como mi madre, Matilda", porque "nuestros ancianos sí importan", aunque
a Trump no se lo parezca.
Incluso
ha llegado a ilustrar una comparecencia con la foto de su padre, Mario
Cuomo, figura clave en la estirpe de esta familia italo-americana y que
fue gobernador de Nueva York entre 1983 y 1994 desde un marcado acento
social, y que justamente lideró en aquella época la oposición al
neoconservador Ronald Reagan.
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