MADRID.- Los expertos advierten de que los escenarios climáticos a largo plazo
podrían incluir estímulos económicos de los Gobiernos para favorecer las
industrias contaminantes en una futura fase de expansión, superada la
actual crisis sanitaria
¿Pan para hoy, hambre para mañana? más allá de los beneficios
ambientales inmediatos del desplome de emisiones de CO2 por el parón
económico y de la movilidad frente a la crisis del coronavirus, los
efectos climáticos a largo plazo en los países son inciertos y complejos
de determinar.
Los expertos advierten de que los escenarios climáticos a largo plazo
podrían incluir estímulos económicos de los Gobiernos para favorecer
las industrias contaminantes (acero, cemento, aviación) en una futura
fase de expansión, superada la actual crisis sanitaria.
Por otra parte, tampoco se descarta la consolidación de nuevos
patrones de movilidad ni el teletrabajo, factores todos ellos que
impactarían en la demanda de petróleo y el balance de emisiones.
Está por ver qué harán los Gobiernos tras la crisis sanitaria: si
promoverán el repunte de la energía tradicional o un cambio de sistema
con menores niveles de gases y de impacto climático, explican analistas
climáticos del servicio Four Twenty Seven dependiente de la agencia
Moody’s de calificación de riesgo financiero, en un articulo recién
publicado.
“De la crisis del coronavirus las comunidades pueden aprender
lecciones para prepararse frente a desastres cada vez mayores, y
asimismo las instituciones financieras ante interrupciones repentinas de
la actividad económica”, añaden los expertos.
Las emisiones del primer país afectado por la crisis del coronavirus,
China, ya eran a mediados de febrero un 25 por ciento menores que en
semanas previas, mientras que las de dióxido de nitrógeno en Italia, a
donde saltó posteriormente con mayor virulencia en Europa la pandemia,
están disminuyendo asimismo significativamente, según los datos de
analistas.
En España, el segundo país europeo hasta el momento más afectado por
COVID-19, la pandemia hace vaticinar una caída “espectacular” de gases
contaminantes, según pronósticos recién publicados por el Observatorio
de Sostenibilidad.
La crisis sanitaria está diluyendo la atención climática y “no será
prioridad política a corto plazo”, sino que prevalecerá la protección de
la salud de los ciudadanos y de las economías frente al COVID-19, como
es lógico, por otra parte.
El debilitamiento del interés por el clima es ya evidente; muchos de
los eventos cancelados estos días son de medioambiente y la celebración
de la cumbre climática COP26 prevista para noviembre en la ciudad
escocesa de Glasgow, se tambalea y podría ser pospuesta o anulada por el
coronavirus.
En España, el Gobierno sigue sin lanzar el paquete anunciado con
leyes ambientales, en el que se incluiría una ambiciosa Ley de Cambio
Climático, porque la actividad legislativa está parada por el
coronavirus.
En la Unión Europea (UE) el compromiso por un Pacto Verde para
avanzar en la neutralidad de emisiones apenas tiene eco por una crisis
del coronavirus que acapara como es lógico portadas mientras la
investigación climática se ve salpicada por la paralización o
cancelación de grandes proyectos científicos.
Pero, según los expertos, dejar totalmente de lado el problema del
cambio climático inmersos ahora en la gravedad de la crisis sanitaria
global no eximirá a aquel de sus efectos: si una tormenta devastadora o
un megaincendio obliga a los vecinos a abandonar sus casas y confinarse
en espacios abarrotados, aumentarán los riesgos de contagio.
Ante estas eventualidades climáticas además, en un marco de
incertidumbre como el actual, los costes para la salud pública y la
economía se agravarían aún más, dado lo mermadas que están ya las
cadenas de producción y de suministro.
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