SANTIAGO.- El
gran desplome que sufrió este jueves el peso chileno llevó al Banco
Central a realizar la mayor intervención en dos décadas en el mercado
cambiario y agrava un crisis que entra en su sexta semana y cuya
resolución se antoja incierta, con disturbios a diario y una Policía muy
cuestionada.
El
anuncio del emisor de una inyección de hasta 20.000 millones de dólares
puso el broche final a una negra jornada en la que la divisa local se
anotó un nuevo mínimo histórico al cerrar en 828,36 pesos por dólar,
llegando incluso a rozar por la mañana el umbral de los 840.
"Más
allá del nivel alcanzado por el tipo de cambio, que en parte importante
refleja una mayor incertidumbre, la rapidez y sucesión de movimientos
en la misma dirección han generado una volatilidad (cambiaria) que se
estima excesiva", dijo la institución en un comunicado.
La
intervención, la más grande realizada en el mercado chileno desde que
se eliminó la banda cambiaria en 1999, consiste en la venta de dólares
spot por un monto de hasta 10.000 millones y de instrumentos de
cobertura cambiaria por un monto de hasta 10.000 millones desde el 2 de
diciembre hasta el 29 de mayo de 2020.
El
emisor ya había ofrecido hace dos semanas un programa de inyección de
dólares a través de licitaciones de compra de swap a 30 y 90 días, que
no logró calmar los ánimos en el mercado.
Hasta
el inicio de la crisis, la más grave desde el fin de la dictadura de
Augusto Pinochet (1973-1990), el valor histórico más bajo de la divisa
chilena se había registrado en octubre de 2002, cuando cotizó a 761
pesos por dólar.
Además
del desplome del peso, las protestas están causando graves impactos en
el turismo y en el comercio por los cortes de carretera, los saqueos y
los incendios, que impiden a los negocios funcionar a pleno rendimiento.
"El
pasado mes de octubre, las ventas arrojaron la caída histórica más
grande en 28 años, y para noviembre el panorama no se vislumbra mucho
mejor. Por estas razones el comercio, los servicios y el turismo no
pueden esperar más", afirmó este jueves el presidente de la Cámara
Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Chile (CNC), Manuel Melero.
El
Banco Central rebajó hace unas semanas su previsión de crecimiento para
2019 del 2,5 a 1,9 % y el Gobierno estima que se podrían perder hasta
300.000 puestos de trabajo a finales de año, lo que elevaría la tasa de
paro del 7 % al 10 %.
Mientras
el emisor intervenía en el mercado cambiario, centenares de personas
protestaban contra el desigual modelo económico en Plaza Italia, una
rotonda del centro de la capital convertida en el epicentro del
estallido social, y grupos de encapuchados se enfrentaban en sus
alrededores a los Carabineros, una estampa que se repite casi a diario
desde hace más de 40 días.
El
cuerpo policial está en el centro de la polémica, luego de que Amnistía
Internacional (AI) y Human Rights Watch (HRW) les acusase de haber
hecho un uso desmedido de la fuerza y haber violado derechos humanos de
los manifestantes.
La
crisis ya ha dejado al menos 23 muertos -siete de ellos presuntamente a
manos de agentes del Estado o bajo custodia policial, según la
Fiscalía- y miles de heridos, de los cuales más de 230 tienen serias
heridas oculares por disparos de perdigones de los agentes y dos se han
quedado completamente ciegos.
Un
grupo de mutilados oculares se manifestó este jueves a las puertas del
Palacio de La Moneda, sede del Ejecutivo, y anunció una querella contra
el presidente chileno, el conservador Sebastián Piñera, por ser el
"responsable directo" de sus lesiones.
"Queremos
hacer justicia y que el máximo responsable de los traumas oculares
(Piñera) no quede impune", dijo la portavoz de la recién fundada
Coordinadora de Víctimas de Traumas Oculares, Marta Valdés, cuyo hijo
fue herido en el ojo izquierdo.
El
mandatario, que ha reconocido abusos puntuales de los carabineros y se
ha comprometido a sancionarlos, participaba a esa misma hora en un acto
de graduación de policías, donde expresó su apoyo al cuerpo policial,
aunque reconoció que están sobrepasados y necesitan refuerzos.
Piñera
volvió también hablar en el acto de un "enemigo poderoso e implacable"
como el causante de los violentos disturbios que se registran cada día
en distintos puntos del país, una polémica expresión que usó al inicio
de la crisis cuando sacó a los militares a la calle y llegó incluso a
asegurar que el país estaba "en guerra".
"No
hay que dejar espacio ni a la tibieza ni a la ambigüedad ni mucho menos
a la debilidad. Estamos enfrentando a un enemigo poderoso e implacable
que no respeta a nada ni a nadie. Un enemigo que actúa con una
planificación profesional y con una maldad sin límites", dijo.
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