BRUSELAS.- La próxima presidencia
del Banco central europeo (BCE), producto de negociaciones políticas, se
decide tras las elecciones europeas del domingo, pero antes la
institución de Fráncfort debe fijar su rumbo.
Una fuente europea
deseaba recientemente "buena suerte" al sustituto del italiano Mario
Draghi, de 71 años, que abandonará su cargo a finales de octubre después
de ocho años al frente del BCE durante un periodo marcado por la crisis
de la zona euro.
La presidencia del BCE es el cargo "que tiene más poder"
de todos los puestos claves en las instituciones europeas que se liberan
este año y que los jefes de estado se repartirán a partir de la cumbre
del próximo martes en Bruselas.
Olli Rehn, gobernador del Banco de
Finlandia y posible sustituto de Draghi, pedía en marzo "un análisis
completo de las principales directrices, hipótesis claves y
herramientas" del BCE para evaluar las transformaciones económicas desde
la crisis de 2008.
La institución de Fráncfort "podría seguir el
ejemplo de la Reserva federal estadounidense (Fed) que está revisando
actualmente su política monetaria y sus herramientas", explica Eric Dor, director de estudios económicos en el IESEG School of
Management.
La última modificación de
la estrategia del BCE data de 2003, cuando se estableció que el
objetivo de "estabilidad de los precios" debía definirse a partir de una
inflación ligeramente inferior al 2%, un nivel considerado suficiente
para favorecer las inversiones y el empleo.
Tras el estallido en
2008 de la crisis financiera y después la de la zona euro, Mario Draghi
llegó al frente del BCE en 2012 y apostó por políticas monetarias
heterodoxas e "hizo todo lo posible" para salvar la moneda única.
No
obstante, la institución de Fráncfort tuvo en los últimos seis años
grandes dificultades para respetar sus objetivos respecto a la
inflación, a pesar de haber rebajado los tipos de interés a mínimos
históricos e inyectado grandes cantidades de dinero con la compra de
deuda pública y privada.
"Un nuevo presidente podrá iniciar un
debate" sobre la política monetaria, objeto de "numerosas críticas" en
los últimos años, defiende Paul de Grauwe, profesor en la London School
of Economics.
Los países más ricos de
la eurozona, empezando por Alemania, criticaron con regularidad las
políticas llevadas a cabo por Draghi, al considerar que perjudicaban a
los ahorradores y favorecían las burbujas financieras e inmobiliarias.
Además,
"en un mundo cada vez más globalizado" resulta discutible que el BCE
"se focalice" solo en la inflación como prácticamente su único criterio,
considera Marcel Fratzscher, presidente del instituto económico
berlinés DIW.
Según Benoît Coeuré, miembro
del directorio del BCE, el peso creciente del sector servicios en
perjuicio de la industria junto con el aumento de la competitividad y la
moderación salarial favorecieron el estancamiento de los precios.
"¿Queremos
apostar por una estrategia dual basada en los niveles de inflación y de
empleo como lo hace la Reserva federal estadounidense?, se pregunta
Fratzscher.
Una de las recomendaciones de los expertos consiste en
"flexibilizar" la inflación para alcanzar los objetivos fijados de
forma gradual y otra es marcarse un doble objetivo respecto "al
crecimiento real y la inflación", según Dor.
El BCE también podría
encargarse de prevenir las burbujas financieras y supervisar los fondos
especulativos o influir sobre una mayor variedad de tipos de interés,
como hace el Banco de Japón.
Más allá de los debates entre
expertos, cualquier modificación de la estrategia monetaria en la zona
euro "resultará determinante para la economía y los mercados", asegura
De Grauwe.
Según este profesor de la London School of Economics, ante
las dificultades para que suba la inflación, la acción del BCE debería
verse complementada "por una política presupuestaria más expansiva de la
parte de los Estados".
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