jueves, 1 de marzo de 2018

May y Barnier caminan hacia un choque de trenes con las demandas del Brexit / Antonio Sánchez-Gijón *

A la pri­mera mi­nistra bri­tá­nica, Theresa May, no le ha gus­tado en ab­so­luto uno de los puntos exi­gidos por la Unión Europea en torno a Irlanda del Norte para abrir las ne­go­cia­ciones for­males de sa­lida del Reino Unido. Con su re­chazo, May trata de ce­rrar el paso a una po­sible crisis cons­ti­tu­cio­nal, que afec­taría al fu­turo de Irlanda del Norte como parte del Reino Unido. 

El debate tuvo lugar horas después de que el negociador de la Unión para la salida del RU, Michel Barnier, diese a conocer en un documento de 120 páginas los términos en que espera que se produzca el tratado de salida, alegando que del texto ofrecido “no se debía esperar ninguna sorpresa” puesto que contenía los términos ya acordados en las negociaciones entre las dos partes en diciembre pasado. A la vista de la agitada sesión de la tarde en la Cámara de los Comunes, parece que todo el mundo se ha hecho de nuevas.

La propuesta concreta referente a Irlanda es la creación de un “área regulatoria común” entre la isla de Gran Bretaña y el conjunto de la isla de Irlanda, por el que Irlanda del Norte permanecería unida a la República de Irlanda en términos de transacciones comerciales, y conservaría algunas de las normas europeas en materia agrícola y energética. Se trata, en concreto, de un área sin fronteras internas en la que el libre tránsito de mercancías esté garantizado, como parte de una Unión Aduanera.

Lo más fervientes ‘brexiteers’ del partido de May se mostraron de inmediato desconfiados de esta propuesta como un intento de unificación de Irlanda por la puerta de atrás. Si el proyecto entrase en vigor, advirtió May, “minaría el mercado común británico y la integridad constitucional del Reino Unido”.

Muchos conservadores y los diputados del Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte ven en esta solución la creación de una frontera aduanera y reglamentaria en el mar de Irlanda, entre las dos grandes islas. Ningún primer ministro del Reino Unido puede aceptar “el área regulatoria común”, puntualizó May.

Esta solución es la alternativa a otra, igualmente rechazada por Londres: el establecimiento de una frontera ‘dura’ entre la República de Irlanda y el Ulster, inconveniente para esta provincia porque lesionaría sus intereses comerciales, y para la República de Irlanda, porque la alejaría de la población partidaria de la unificación de su isla.

El punto muerto a que parece haber llegado la negociación entre el RU y la UE no puede sino alarmar a otros territorios de aquel estado. En el referéndum sobre la independencia de Escocia, del 2014, el 55% votó por permanecer. Un gran incentivo para votar no a la separación fue la seguridad de que el Reino seguiría formando parte de la UE, mientras que la independencia supondría su salida, al menos temporal.

Después del referéndum sobre el Brexit, el gobierno escocés pidió a Londres que negociase la permanencia del RU en el mercado único. Esta fue una de las opciones que más pronto quedó eliminada, debilitando así los deseos de mantenerse unidos al Reino.

La siguiente oferta británica, de llegar a una unión aduanera con Europa después del Brexit, fue recibida con frialdad por las fuerzas políticas escocesas, y la primera ministra, Nicola Sturgeon, advirtió que el cambio del status quo escocés respecto de la UE justificaría un nuevo referéndum de independencia, que se celebraría en 2018 o 2019.

Otro resultado no deseado del Brexit es que Irlanda del Norte perdería 320 millones de libras en subsidios de la UE, y otros cincuenta millones como fondos para la paz entre las dos comunidades enfrentadas. El anterior primer ministro irlandés, Enda Kenny, ofreció al Ulster el pasado año permanecer en la UE, si se unificase con la República.

Quedan por evaluar las consecuencias que el Brexit tendrá sobre la colonia de Gibraltar. Sufrirán sin duda los servicios que tienen allí su base, y quizás sus escasas exportaciones de mercancías. El gobierno español debe ponderar el efecto del Brexit sobre la gran población británica asentada en España y sobre los miles de trabajadores del Campo de Gibraltar que trabajan todos los días dentro del Peñón.

Los británicos se metieron en un buen lio al convocar un referéndum sobre la UE. De momento no saben cómo atender los frentes irlándés y escocés, así como en el seno del propio partido conservador. Este miércoles, el ex primer ministro John Major, pro-UE, reclamó más poderes para el parlamento sobre el Brexit, en lo que muchos de sus compañeros de partido entendieron como una forma de desautorizar las negociaciones de May para la salida del Reino Unido.


(*) Periodista español


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