domingo, 5 de octubre de 2008

La prensa mundial ironiza sobre el nuevo 'socialismo'

MADRID.- Históricamente, los humoristas gráficos han encontrado un auténtico filón para demostrar su talento durante las crisis económicas.Pasó en 1907 y en 1929 en Estados Unidos, y está pasando ahora por todo el planeta.

Entonces, el blanco de su ira eran los banqueros y los legisladores que permitieron que todo ocurriese. Hoy en día, casi un siglo después, las desgracias de los banqueros siguen despertando los instintos más irónicos de los artistas, siempre dispuestos a atacar a los actores menos simpáticos del sistema financiero.

Pero si, además, a la ecuación Bolsa-banqueros-crisis se une la variable Bush, el buen resultado está garantizado. George Bush es de por sí fácilmente caricaturizable, pero cuando su retórica recuerda a la de las figuras del comunismo el chiste se hace sólo. La conversión socialista de Estados Unidos ha sido objeto de numerosas viñetas, especialmente en Reino Unido y Francia, donde durante mucho tiempo han recibido críticas del otro lado del Atlántico por sus políticas socialdemócratas.

Humores nacionales

Cada nación tiene un humor diferente. Las ilustraciones británicas son irónicas y sarcásticas, pero, sobre todo, mordaces. En ellas, los dibujantes (y sus diarios) aprovechan para arremeter contra Washington, sí, pero también contra los gobiernos propios (sean del signo que sean) por la relación especial entre británicos y estadounidenses.

Así, en The Guardian, pero también en The Times o el Financial Times, los ataques contra el Gobierno norteamericano y los dirigentes económicos no han cesado en las últimas semanas. Baste pensar en la portada de la pasada semana del semanario The Economist, en la que un Hank Paulson caracterizado de Tio Sam decía, en lugar de «I want you» (como en los míticos carteles de reclutamiento) un inequívoco «I want your money».

Los italianos, más mediterráneos, prefieren el lamento y la autocrítica, pero con una dosis de resignanción muy característica. Así, las portadas y las imágenes buscan siempre el lado nacional, las consecuencias diarias y la influencia para los bolsillos de lo que se decide en Roma. Lo preocupante de todo esto no es la mofa, sino cuando el humor deja de transformarse en ironía y pasa a reflejar la honda preocupación de los lectores. The Economist, esta semana, presenta a un hombre al borde de un precipicio bajo la inscripción: «El mundo en el borde». Se acabó la risa.

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