PEKÍN.- Millones de personas han
perdido su empleo en China, poniendo en peligro la ambiciosa promesa del
gobierno de erradicar la pobreza extrema en 2020, debido al fuerte
impacto de las medidas con las que el gigante asiático logró frenar al
nuevo coronavirus en su territorio.
Tras haber decretado a fines
de enero un confinamiento que paralizó la economía, las autoridades
buscan ahora reactivarla, pero existen complicaciones y los trabajadores
sufren las consecuencias.
Pese a sus rascacielos y su nivel de vida que explotó en
40 años, China sigue siendo un país en desarrollo. En el campo, unos 5,5
millones de chinos viven aún bajo el umbral de la extrema pobreza,
fijado por el gobierno en 2.300 yuanes (300 euros) al año.
Pero
con una economía que se desaceleró debido a la COVID-19, la promesa del
Partido Comunista (PCC) de lograr para fines de 2020 una "sociedad de
clase media" es más difícil de cumplir.
En un país donde muchos
desempleados no reciben ninguna prestación, un desempleo elevado es la
obsesión del PCC porque genera inestabilidad social.
Según datos oficiales, China registró unos cinco millones desempleados adicionales entre diciembre y febrero.
Según
un indicador del grupo chino de medios de comunicación Caixin, las
empresas del sector de servicios redujeron su plantilla en marzo con una
rapidez sin precedentes.
Hu Fangdi, de 23
años, perdió su empleo en una tienda del aeropuerto. "No había ningún
cliente durante la epidemia. La empresa nos despidió", explicó.
Lo
mismo ocurrió con Lily Han, de 24 años, que trabajó hasta marzo en el
departamento de ventas de una empresa tecnológica. Ha enviado más de 300
currículum sin éxito y dice esperar encontrar empleo antes de junio.
Pero
no es seguro que la situación mejore para entonces, pues la economía de
muchos países está aún paralizada por las medidas de confinamiento
contra el virus y la demanda de productos chinos se desplomó.
El
banco Nomura, particularmente pesimista, calcula en 18 millones los
empleos perdidos en el campo de la exportación en China, cerca de una
tercio de los efectivos del sector.
Una explosión del desempleo
podría además asestar un duro golpe al consumo, uno de los motores del
crecimiento chino, destacó el economista Louis Kuijs, de Oxford
Economics.
La falta de liquidez se hace sentir duramente en las empresas.
Zhao, trabajador de una empresa de construcción, de 28 años, cuenta que su empleador no paga salarios desde febrero.
"Tengo
deudas. Así que mi familia me ayuda a pagar el crédito del apartamento y
trabajo a tiempo parcial al lado para cubrir mis gastos diarios. Pero
esto genera muchos estrés", afirmó.
Otras empresas no han podido reabrir debido a los bloqueos que persisten en China.
Los
clientes de Eric Liu, dueño de un bar-pizzería en las callejuelas del
viejo Pekín, no pueden ir al local, pues barrios enteros del centro
siguen siendo inaccesibles para los no residentes. Puede entregar a
domicilio, pero su facturación bajó un 90% y tuvo que reducir los
salarios.
Para aliviar a las empresas, la ciudad de Pekín les permitió no pagar cotizaciones sociales.
En
cuanto a los migrantes llegados del campo para trabajar en las
ciudades, si pierden el empleo regresan a casa y se arriesgan a volver a
caer en la pobreza.
Liu Sihua, empleada doméstica de 49 años,
está atrapada en su aldea de la provincia de Anhui (este) desde mediados
de enero. Sin salario y sin subsidio de desempleo.
"El
propietario del apartamento en Pekín rechaza que los provincianos
regresen, por temor al virus. Y la familia para la que trabajaba regresó
a Holanda y no sé cuándo volverán porque China prohíbe ahora la entrada
de extranjeros", explicó.
Para tratar de compensar esta
precariedad, las autoridades flexibilizaron las restricciones que rigen
normalmente la vida de los migrantes en las zonas urbanas y ahora pueden
acceder más fácilmente a vivienda, atención médica y educación en
algunas ciudades pequeñas.
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