PARÍS.- Christine Lagarde impuso
un estilo diferente durante sus cien primeros días al frente del Banco
Central Europeo (BCE), mientras busca una salida a la crisis de gestión
de la zona euro.
"No soy una paloma ni un halcón" y "mi ambición
es ser un búho", al que se asocia con "cierta sabiduría", declaró la
francesa en diciembre para definir su perfil.
La antigua directora gerente del FMI quiso distanciarse
del clásico debate de los banqueros centrales entre los partidarios del
apoyo al crecimiento y los defensores de la ortodoxia monetaria. Un tira
y afloja que desgarra al BCE desde su creación hace 21 años.
Este
sábado supera los cien días a la cabeza de la institución encargada de
pilotar la zona euro. Puede presumir de haber evitado enfrentamientos y
errores. Quiso ser lo más consensual posible.
Se vio obligada a ello:
heredó un banco central dividido como nunca entre partidarios y
opositores de las medidas excepcionales tomadas por su predecesor
italiano, Mario Draghi, para respaldar a una economía tambaleante.
Los
primeros creen que la cura ha permitido sacar de apuros a la Eurozona.
Los segundos estiman que el BCE se ha alejado de su función, que
consiste en controlar la inflación, para malgastar el dinero público y
dar mal ejemplo.
Para arreglar las cosas, Lagarde invitó a mediados de
noviembre a todo el órgano directivo del BCE a un retiro en un palacio
cerca de Fráncfort.
Su método es "mostrar que ella escucha los
argumentos de los demás en lugar de querer imponer sus puntos de vista
desde el principio", señala Eric Dor, director de estudios económicos en
el IESEG.
El eurodiputado conservador alemán Markus Kerber
quisiera verla "emanciparse aún más de su predecesor", del que solo
aplica la política de intereses bajos.
Será juzgada por "su
capacidad de gestionar lo que probablemente será un lento proceso de
normalización de la política monetaria", considera George Buckley,
economista de Nomura.
Llegará el momento en el que haya que poner
fin a la política generosa del BCE, que hasta la fecha ha inyectado casi
2,7 billones de euros en el circuito monetario.
Lagarde también lanzó un proyecto para revisar la estrategia de la institución.
Se
trata de redefinir el objetivo de inflación del BCE, considerado
demasiado rígido. Pero también de integrar la lucha contra el cambio
climático en la política monetaria pese a no ser del agrado de los
banqueros centrales ortodoxos.
Hasta el momento Lagarde "pasó más
tiempo en política que en política monetaria", dijo Frederik Ducrozet,
analista en Pictet Wealth Management.
En
Alemania, la francesa debe convencer a una opinión pública escaldada
con la política de Draghi, acusado de arruinar a los ahorradores por sus
tipos de interés muy bajos.
Se aloja en una habitación de
hotel, a la espera de mudarse, pero se esfuerza en mostrar que tiene
interés en integrarse en la vida de Fráncfort. Estuvo presente cuando el
alcalde expresó sus mejores deseos de Año Nuevo.
Su entorno
confiesa que acude a la ópera, asistió a una exposición de Van Gogh con
su marido llegado de Marsella (sur de Francia) y le gusta caminar a
orillas del Meno, el río que cruza Fráncfort.
En el BCE a veces
almuerza en la cantina del personal o juega al ping-pong con empleados
discapacitados durante una manifestación sobre la diversidad, según
imágenes difundidas en su cuenta de Instagram.
La comunicación
interna también está bajo control. "Se trata de suprimir el anonimato en
un foro de intranet que recoge los comentarios del personal" para
evitar críticas demasiado agresivas, estima un empleado del BCE que no
desea dar su nombre. "Si se levanta el anonimato, ya nadie se
expresará", añade.
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