BUENOS AIRES.- El
año que termina pasará a la historia argentina por el regreso del
peronismo al poder en medio de una nueva crisis económica, pero también
por el hito que supone que un presidente no peronista, Mauricio Macri,
haya conseguido culminar su mandato en tiempo y forma por primera vez en
la actual democracia.
Dos
estampas han marcado 2019 en el país austral: la de un exultante
Alberto Fernández agarrando el bastón de mando presidencial el 10 de
diciembre y otra, más panorámica, que exhibe a un país con altos niveles
de pobreza, que en el primer semestre afectaba al 35,4 % de la
población y según expertos ya alcanza el 40 % a finales de año.
El
origen de la actual recesión -Argentina ha vivido repetidas crisis en
el último medio siglo- se remonta a abril de 2018, cuando una abrupta
devaluación del peso ante el dólar, sumada a las consecuencias que tuvo
en el campo una fuerte sequía, llevó al Ejecutivo de Macri (2015-2019) a
pedir un millonario rescate al Fondo Monetario Internacional.
Esa
caída de la siempre frágil divisa nacional, y otras que llegaron
después -en dos años el peso se ha devaluado un 70 %-, provocó grandes
desequilibrios en la economía argentina, que empezó a desplomarse tras
cinco trimestres de subidas y aún hoy sigue en caída libre con una
inflación que ya pasa del 50 % interanual.
Con
los problemas económicos de fondo, los líderes políticos iniciaron el
año con las elecciones presidenciales del 27 de octubre en la mira. Una
cita que llegaría antecedida de unas primarias el 11 de agosto.
El
primer bombazo llegó un sábado de mayo, cuando la influyente
expresidenta Cristina Fernández (2007-2015), acusada en múltiples casos
de corrupción, anunciaba en Twitter que proponía a su ex jefe de
Gabinete Alberto Fernández como candidato a la Presidencia, con ella de
postulante a vicepresidenta.
Sorprendió
no solo por la decisión de la viuda del también exmandatario Néstor
Kirchner (2003-2007) de quedar en un segundo plano, sino también por
ungir a un hombre con quien estuvo más una década enemistada y que llegó
a ser uno de los mayores críticos de sus últimos años de mandato.
"Todos
los que en algún momento tuvimos críticas para con ella entendimos que
era un error seguir confrontando entre nosotros, cuando el problema que
tenía Argentina se llamaba Macri", explicó Alberto Fernández en una de
sus primeras entrevistas.
Desde
el primer momento, mientras los Fernández conseguían unificar los
principales sectores del movimiento peronista y se colocaban primeros en
las encuestas -por delante de la candidatura de Macri, quien optaba a
la reelección-, muchos analistas y opositores se preguntaban si el
abogado y profesor universitario iba a ser una suerte de títere de la
expresidenta.
"Cristina
piensa que soy muy conciliador, y es cierto. Pero cuando es necesario,
sé poner las cosas en su lugar", llegó a decir Fernández.
Y
tras una agitada campaña electoral, el 11 de agosto llegaron las
primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO)?, que aunque en
la teoría sirven para que los ciudadanos elijan a los candidatos
definitivos a presidente y vicepresidente, en la práctica iban a servir
solo de gran encuesta electoral, por la decisión de todas las
formaciones de no presentar más de una lista por coalición.
Pero
esos comicios lo cambiaron todo. Alberto y Cristina Fernández no solo
fueron los más votados, sino que aventajaron en 16 puntos a Macri y su
segundo, el peronista disidente Miguel Ángel Pichetto.
Al
golpe que supuso para el entonces oficialismo semejante derrota -que
los encuestadores consideraron irremontable de cara a las elecciones de
octubre-, se sumaron las consecuencias que esta tuvo en los mercados,
que reaccionaron de forma adversa al triunfo de Fernández, muy crítico
con la especulación financiera.
Tanto
es así que el 12 de agosto quedará siempre pintado de negro en el
calendario económico argentino. Ese día, la bolsa de Buenos Aires se
derrumbó casi un 40 % y el valor del dólar aumentó de golpe un 19 %.
Unas turbulencias que continuaron y llevaron al Gobierno macrista a
anunciar medidas para tratar de aminorar los efectos de la nueva
devaluación -y su traslado a la inflación- en las ya golpeadas economías
familiares.
Si
bien la actividad económica -que en todo 2018 había caído un 2,5 %-
había registrado una leve mejora en julio, desde agosto volvió a
derrumbarse.
Aun
con la derrota en las PASO y los sondeos en contra, Macri no se rindió y
decidió recorrer el país en busca de votos con las marchas del "sí se
puede", en las que pidió evitar el retorno del peronismo kirchnerista,
al que acusó de ser un movimiento corrupto y mal gestor.
Convencido
de que la economía argentina arrastra décadas de problemas
estructurales, el ahora expresidente reconoció en la campaña los
inconvenientes con los que se enfrentó y que no pudo solventar a tiempo,
pero se mostró seguro de que dejó un país listo para crecer.
Mientras,
Fernández, que desde el éxito de las primarias ya era considerado un
virtual presidente, criticó duramente la política económica de su
antecesor y prometió, de vencer en las urnas, poner "Argentina de pie".
Finalmente,
la multitud de personas que Macri consiguió movilizar en su gira
electoral no le alcanzó para ganar el 27 de octubre, pero sí logró
achicar la ventaja al obtener un 40,28% de sufragios, frente al 48,24%
cosechado por los Fernández.
Luego
de una transición política tranquila pero en un contexto internacional
complicado, con fuertes protestas sociales en países como Ecuador, Chile
y Bolivia, el 10 de diciembre Alberto y Cristina Fernández juraron sus
cargos ante el Congreso.
El
peronismo -cuyas banderas son la soberanía política, la independencia
económica y la justicia social- volvía así a tomar las riendas del país
tras los cuatro años del conservador Macri, el primer presidente no
peronista que logra culminar su mandato sin necesidad de adelantar
elecciones o en medio de una grave crisis institucional desde el retorno
de la democracia, en 1983.
La
primera gran decisión de Fernández fue impulsar una ley de "emergencia
pública", que incluye un amplio paquete de medidas e impuestos con el
que el nuevo Gobierno busca enfrentar la crisis.
Entre
ellos el denominado impuesto "para una Argentina inclusiva y
solidaria", que grava con una tasa del 30 % la compra de divisas
extranjeras y los gastos que no sean en pesos dentro y fuera del país,
lo que endurece el "cepo" cambiario ya impuesto por Macri en sus últimos
meses de Gobierno.
Pero
además de lograr mejorar los indicadores sociales, sin duda otro de los
principales desafíos para Alberto Fernández será encarar las
negociaciones con los acreedores de la alta deuda pública, que el nuevo
presidente asegura pagará pero solo cuando el país empiece a crecer.
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