miércoles, 7 de marzo de 2018

Italia: un problema creciente de prima de riesgo / Luis Alcaide *

En 2016, la prima de riesgo que Italia pa­gaba por su deuda ex­terna – el precio que los mer­cados im­ponen por su con­fianza en el país – era in­fe­rior al que los aho­rra­dores in­ter­na­cio­nales exigían a España. La me­jora de la po­si­ción ex­te­rior de España a lo largo de aquel año y so­bre­todo en 2017 ha in­ver­tido los tér­mi­nos. El re­ciente y to­davía in­cierto desen­lace de las elec­ciones en Italia ha am­pliado aún más la brecha a favor de España, a pesar de los buenos re­sul­tados de la eco­nomía ita­liana. 

En 2017 los datos macroeconómicos de Italia han mostrado equilibrio y crecimiento. En efecto un déficit público por debajo del 2% del PIB y un incremento del PIB del 1,5% no muy alejado del 2,4% de la media de la eurozona. Además un avance de las exportaciones de 2017 del 7,4% en euros, superior al 4,5% de Francia o al 6,3% de Alemania.

En definitivo una economía bien gestionada por el gobierno tecnocrático de centro-derecha presidido por el todavía primer ministro Paolo Gentiloni y sustentado por un sólido tejido industrial. Sin embargo, como el resultado de las elecciones del domingo 4 de febrero parece indicar, el grado de insatisfacción de la ciudadanía italiana con sus actuales dirigentes es muy elevado.

Los movimientos populistas, Cinque Stelle y la Liga Norte, dos formaciones de euroescépticos han resultado ser las más votadas. Una imagen inquietante que debilita los vínculos entre la ciudadanía, una administración bien gestionada y el mundo empresarial. Debilidad acentuada por los malos resultados cosechados por el partido Social Demócrata de Renzi y el capitaneado por Silvio Berlusconi, Força Italia. Las dos formaciones con más sólidas credenciales europeístas retroceden mientras avanzan los populistas y eso a pesar de que el paro ha descendido desde el 13% de 2014 al 10,8% en diciembre de 2017.

Los socialdemócritas de Renzi han insistido durante su campaña en compatibilizar el mensaje de crecimiento con estabilidad. En efecto, el problema de la deuda pública de Italia sigue siendo su principal debilidad macroeconómica. Frente al mensaje de Renzi los partidarios del 5 Estrellas reclaman una expansión fiscal más vigorosa y una renta mínima para los menos favorecidos. Los seguidores de Matteo Salvini de la Liga Norte, por su parte han desarrollado y vendido una agresiva campaña contra la moneda única. Vuelta a la lira.

La idea que se esconde detrás de este mensaje de la Liga no es ni más ni menos que el euro ha sido la gran coartada de Alemania para adquirir y consolidar una posición de privilegio en el mercado Europeo. El euro es un marco camuflado, devaluado, que realza la competitividad de los productos alemanes.

El triunfo, aunque no sea total, sino simplemente relativo de la Liga y el M5S, plantea la eventualidad de que Italia abandonase el euro y, en consecuencia tratase de liquidar su endeudamiento con una moneda devaluada (el desafío griego de Tsipras al euro provocó una insuperable reacción de sus propios conciudadanos). Es posible que el agua no llegue al rio y que Italia continúe en el euro pero las perspectivas de una economía europea más integrada quedan comprometidas a pesar de la reciente coalición alemana.

La formación de un nuevo gobierno en Italia (en Alemania el parto ha sido largo) llevará su tiempo y su orientación no digamos. Los límites de la política económica estarán marcados, por un lado, por los anhelos populistas de menos impuestos, mayores pensiones y más inversión pública. Por otro, las pautas del gobierno tecnocrático de centro-izquierda con sus buenos resultados: estabilidad financiera, crecimiento del PIB, déficit público decreciente y reducción de la deuda pública.

Una buena parte de la ciudadanía esta insatisfecha, el voto lo ha demostrado. Además de crecimiento y estabilidad se reclama más protección social y menos desigualdad; también está el espinoso tema de la inmigración que Italia ha soportado en primera línea y que otros Estados Miembros de la UE rechazan despiadadamente. ¿Cómo compatibilizar los nacionalismos viscerales y la civilizadora integración europea con el euro como símbolo estabilizador?


(*) Economista del Estado en España


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