WASHINGTON.- El
controvertido anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, de
imponer aranceles al acero y aluminio ha provocado la salida de su
principal asesor económico, Gary Cohn, y ha desatado las alarmas sobre
una posible guerra comercial de consecuencias negativas.
Tras
haberlo insinuado durante meses, Trump finalmente aseguró la pasada
semana su intención de aplicar aranceles del 25 % al acero y 10 % al
aluminio para proteger al industria estadounidense que, dijo, se
encuentra "diezmada" por las prácticas comerciales injustas.
Este
anuncio provocó gran revuelo interno en el Gobierno de EE.UU., y que
Cohn, expresidente de Goldamn Sachs y defensor de las ventajas de la
globalización y el libre comercio, anunciase su renuncia en las próximas
semanas.
"Su
salida es ciertamente una señal de que ahora el nacionalismo económico
es el que marca el ritmo a la hora de dictar la política comercial (en
EE.UU.)", explicó Monica DeBolle, investigadora del centro de
estudios Peterson Institute for International Economics y experta en
comercio internacional.
Cohn,
estrecho colaborador de Trump en su exitosa aprobación de un enorme
recorte de impuestos para empresas y, en menor medida, para los
trabajadores, era considerado la voz de Wall Street en la Casa Blanca y
un moderado frente a las posiciones más extremas en materia comercial
del mandatario.
La
salida de Cohn dejó claras consecuencias hoy en los mercados
financieros, que acumulaban pérdidas a media sesión y el Dow Jones de
Industriales, el principal indicador de Wall Street, cedía un 1,10 %.
"Las
guerras comerciales no son tan malas, cuando estamos por detrás de
todos los países" en términos de balanza comercial, remarcó Trump ayer
martes en una rueda de prensa conjunta con el primer ministro sueco,
Stefan Löfven.
El
presidente reiteraba así su intención de seguir adelante con estos
aranceles, y rechazaba frontalmente que las posibles represalias
comerciales de otros países fueran a desalentarle.
De
hecho, apuntó directamente a uno de sus principales socios comerciales,
la Unión Europea (UE), que ya había avanzado gravámenes similares a
productos estadounidense como el whisky bourbon o las motocicletas
Harley-Davidson, de hacerse efectivos los aranceles al acero y aluminio.
"La
Unión Europea no nos ha tratado bien, y ha sido una situación de
comercio muy, muy injusta (...). Es casi imposible hacer negocios con
ellos", sostuvo Trump.
Una
vez sin Cohn, parece que el debate ahora se centra en torno a si los
aranceles al acero y aluminio serán generales, o incluirán exenciones
para determinados países.
Trump
ya apuntó esta semana que quizá Canadá y México queden exentos si se
logra alcanzar un nuevo del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN), actualmente en renegociación y en vigor desde 1994.
Asimismo,
el secretario de Comercio, Wilbur Ross, que forma parte del ala más
proteccionista del gobierno, afirmó hoy que "no es inconcebible que
(además de Canadá y México) otros puedan quedar exentos en una base
similar".
La
mayoría de los economistas, incluido el Fondo Monetario Internacional
(FMI), ya ha advertido sobre las nocivas consecuencias de una guerra
comercial.
"Cualquier
escenario donde hay disputas y represalias crearán incertidumbre y
puede alterar la recuperación global", subrayó DeBolle.
La
experta en comercio internacional agregó que "(Trump) está haciendo
política sin entender las consecuencias económicas de sus acciones".
A
favor del proteccionismo de Trump se expresó, sin embargo, la principal
asociación sindical de EE.UU., la AFL-CIO, que agrupa a 12 millones de
trabajadores del sector público y privado de EE.UU., entre ellos los
sindicatos que representan a los empleados siderúrgicos.
"La
decisión del presidente Donald Trump supone la primera vez en la que no
solo se habla del problema, también se hace algo para solucionarlo.
Este es el primer paso, y creemos que es positivo", afirmó Richard
Trumka, presidente de la AFL-CIO.
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