BERLÍN.- Arabia Saudita es uno de los mayores donantes para la ayuda a los
refugiados, pero no concede asilo ni a los más necesitados refugiados de
países árabes. Así lo decide su política ultraconservadora.
En 2014 Arabia Saudita donó unos 755 millones de dólares para la
atención humanitaria de refugiados, no sólo de los sirios. Según el
programa Global Humanitarian Assistance, de la Asociación Internacional para el Desarrollo, Arabia Saudita es hoy el sexto mayor país donante del mundo.
En efecto, Arabia Saudita ha donado millones de dólares, pero no ha
acogido ni a un solo refugiado sirio. El bondadoso donante prefiere que
los sirios emprendan la peligrosa odisea camino a algún país europeo.
Una postura criticada por Amnistía Internacional. "La completa falta de
ofertas de reasentamiento de los refugiados por parte de los estados del
Golfo es especialmente vergonzosa", dijo Amnistía en 2014.
"El idioma y la religión que comparten con los perseguidos debiera ser suficiente para que los estados del Golfo lideraran la ayuda a quienes huyen de Siria para ponerse a salvo de los crímenes de guerra", dice la organización defensora de los derechos humanos.
La mayoría de los países del Golfo tienen una alta proporción de no-saudíes. De los 29 millones de habitantes de Arabia Saudita, seis millones son extranjeros que viven legalmente en el país, en su mayoría trabajadores migrantes de Asia y el resto de los países islámicos. En Kuwait, la proporción de extranjeros es del 60 por ciento, en Qatar supera el 90 por ciento y en los Emiratos Árabes Unidos, el 80 por ciento. La recepción de refugiados podría aumentar aún más este número. Por lo que, al parecer, la preocupación de que eso suceda es más fuerte que la solidaridad con sus hermanos árabes de Siria e Iraq.
"El idioma y la religión que comparten con los perseguidos debiera ser suficiente para que los estados del Golfo lideraran la ayuda a quienes huyen de Siria para ponerse a salvo de los crímenes de guerra", dice la organización defensora de los derechos humanos.
La mayoría de los países del Golfo tienen una alta proporción de no-saudíes. De los 29 millones de habitantes de Arabia Saudita, seis millones son extranjeros que viven legalmente en el país, en su mayoría trabajadores migrantes de Asia y el resto de los países islámicos. En Kuwait, la proporción de extranjeros es del 60 por ciento, en Qatar supera el 90 por ciento y en los Emiratos Árabes Unidos, el 80 por ciento. La recepción de refugiados podría aumentar aún más este número. Por lo que, al parecer, la preocupación de que eso suceda es más fuerte que la solidaridad con sus hermanos árabes de Siria e Iraq.
Más aún, cuando sería más difícil expulsar a los solicitantes de asilo
que a los trabajadores migrantes, como ya lo hizo en 2014. Arabia
Saudita habría expulsado del país a 370.000 de ellos solo en 2014. La
intención: crear puestos de trabajo para los saudíes. La eventual
expulsión de refugiados, que además de ser árabes también profesan su
misma religión, le generaría un problema ético al Gobierno, que prefiere
entonces no darles acogida para luego no tener que verse en el dilema
de si deportarlos o no.
A lo anterior se suma que los sirios tienen que abandonar sus hogares debido a la guerra generada por un levantamiento que los saudíes siempre consideraron “sospechoso, toda vez que sus exigencias eran rechazadas por la conservadora élite dirigente de Riad. Cuando en Arabia Saudí se empezaron a escuchar demandas similares, como justicia social, libertades políticas y culturales, un Estado de Derecho, el reino aumentó las subvenciones sociales y logró apaciguar a los ciudadanos rebeldes.
Si le dan asilo a los refugiados sirios, los saudíes temen que a su país entre gente que se identifique con las exigencias de esos valores democráticos. Además, las posturas liberales de los musulmanes sirios chocarían con el ultraconservador wahabismo de Arabia Saudita.
Una política que también ha sido criticada en Alemania. El diario Handelsblatt, de Düsseldorf, ha criticado a Arabia Saudita por “eludir su responsabilidad como vecino superrico de los países en guerra que tiene la obligación moral de acoger a los refugiados martirizados y perseguidos”.
A lo anterior se suma que los sirios tienen que abandonar sus hogares debido a la guerra generada por un levantamiento que los saudíes siempre consideraron “sospechoso, toda vez que sus exigencias eran rechazadas por la conservadora élite dirigente de Riad. Cuando en Arabia Saudí se empezaron a escuchar demandas similares, como justicia social, libertades políticas y culturales, un Estado de Derecho, el reino aumentó las subvenciones sociales y logró apaciguar a los ciudadanos rebeldes.
Si le dan asilo a los refugiados sirios, los saudíes temen que a su país entre gente que se identifique con las exigencias de esos valores democráticos. Además, las posturas liberales de los musulmanes sirios chocarían con el ultraconservador wahabismo de Arabia Saudita.
Una política que también ha sido criticada en Alemania. El diario Handelsblatt, de Düsseldorf, ha criticado a Arabia Saudita por “eludir su responsabilidad como vecino superrico de los países en guerra que tiene la obligación moral de acoger a los refugiados martirizados y perseguidos”.
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