WASHINGTON.- Estados Unidos iniciará mañana lunes una de las semanas más duras hasta la
fecha en la crisis del coronavirus, en medio de advertencias de las
autoridades gubernamentales de que la cifra de muertes en sitios como
Nueva York, Michigan y Luisiana podría ser un anticipo de futuros
problemas en otros estados.
Pese a todo, gobernadores de ochos estados se resistían a emitir
órdenes de confinamiento con el objetivo de ralentizar la propagación de
la enfermedad respiratoria, al tiempo que algunas iglesias celebraron
grandes servicios por el Domingo de Ramos desafiando las órdenes de sus
estados.
Nueva York, el estado más afectado del país, informó el
domingo que, por primera vez en una semana, las muertes disminuyeron
ligeramente desde el día anterior, pero que aún hubo casi 600
fallecimientos en el día y más de 7.300 nuevos casos.
Lugares como
Pensilvania, Colorado y Washington D.C. están comenzando a experimentar
un alza en las muertes.
“Esta va a ser la semana más triste y
dura de la vida de la mayoría de los estadounidenses, francamente. Este
va a ser nuestro momento Pearl Harbor, nuestro momento 11S, sólo que no
va a estar localizado en un solo punto”, dijo el Cirujano General de
Estados Unidos, Jerome Adams, en Fox News el domingo.
“Va a tener lugar por todo el país. Y quiero que Estados Unidos lo entienda”, agregó.
El
gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, dijo el domingo que las nuevas
hospitalizaciones cayeron un 50% en las últimas 24 horas, pero advirtió
que todavía no está claro si la curva de la crisis se está aplanando en
el estado, que tiene un total de 4.159 muertes y más de 122.000 casos.
Una
vez que pase el pico de la epidemia, Cuomo dijo que sería fundamental
realizar una campaña masiva de tests rápidos para ayudar a que la nación
“regrese a la normalidad”.
La
mayoría de los estados del país ha ordenado a sus ciudadanos que se
queden en sus casas salvo para viajes esenciales. Más de 335.000
personas han dado positivo en Estados Unidos y casi 9.500 han muerto,
según un recuento de Reuters.
No obstante, ocho estados, todos
ellos con gobernadores republicanos, no han ordenado aún a sus
residentes que se queden en casa: Arkansas, Iowa, Nebraska, Dakota del
Norte y del Sur, Carolina del Sur, Utah y Wyoming.
Georgia, que
lleva registrados 6.600 casos y más de 200 decesos, instó a sus
residentes a quedarse en casa, pero luego permitió la apertura de
algunas playas.
El gobernador de Arkansas, Asa Hutchinson,
defendió su negativa a ordenar restricciones asegurando que la situación
está siendo supervisada de manera estrecha y que su “enfoque más
detallado” también está ralentizando la propagación del virus.
Adams,
el cirujano general, dijo que gobernadores que no han emitido órdenes
de permanecer en casa deberían evaluar al menos una para la semana
entrante.
El presidente Donald Trump expresó el domingo su
esperanza en que Estados Unidos esté viviendo una “estabilización” de la
crisis en algunos “puntos calientes”, citando el descenso de muertes en
Nueva York.
“Vemos una luz al final del túnel. Están pasando cosas”, dijo Trump a los medios.
Algunas iglesias celebraron el Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Santa para los cristianos.
El
pastor Tony Spell, que fue arrestado la semana pasada por celebrar
servicios religiosos, convocó de nuevo a sus fieles, tres semanas
después de que Luisiana prohibió las reuniones de 10 o más personas.
Cientos
de personas fueron a la megaiglesia Life Tabernacle de Spell, en un
suburbio de Baton Rouge, muchos de ellos a bordo de 26 autobuses que
fueron enviados a recogerlos. Todas las personas, excepto los miembros
de familias, se mantuvieron al menos a 1,8 metros de distancia, dijo un
abogado del pastor.
“Prefieren venir a la iglesia a rezar como personas libres que vivir como presos en sus casas”, dijo Spell a la prensa.
Luisiana
se ha convertido en un foco del virus, informando un aumento de las
muertes a casi 500 y más de 13.000 casos. El gobernador vaticinó que el
estado podría quedarse sin respiradores artificiales el jueves.
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