WASHINGTON.- La
simple mención del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Latinoamérica
provoca temor y suspicacia, de ahí que el regreso de la institución a
la región con sus programas de austeridad en Ecuador y Argentina, y pese
a sus promesas de cambio, ha hecho resurgir los fantasmas.
LA AUSTERIDAD COMO MEDICINA
En
abril, poco después de ratificar ambos rescates, la entonces directora
gerente del Fondo, Christine Lagarde, aseguraba con una sonrisa en
entrevista con Efe que la institución ya no es el "monstruo" que se veía
en Latinoamérica hace dos décadas y recalcaba que había cambiado
"enormemente".
"No
se debe mirar al pasado, miren a lo que ofrecemos ahora. Estamos
realmente atentos a la protección social, que las autoridades de los
países sean las responsables de los programas, una comunicación
apropiada de lo que hacemos. Realmente estamos tratando de ayudar",
agregó Lagarde, quien dejó el cargo en agosto y fue sustituida en
octubre por la búlgara Kristalina Georgieva.
REGRESO AL PASADO
Seis meses después, sin embargo, se vuelve a repetir la misma película en Latinoamérica con una amarga sensación de "déjà vu".
"Los
líderes que solicitan asistencia del FMI, como ha ocurrido
recientemente en Argentina y Ecuador, lo hacen a sabiendas de que la
animadversión popular está justo debajo de la superficie, pero puede que
no haya mejores oportunidades", explicó Eric Farnsworth,
vicepresidente del centro de estudios Council of the Americas.
Para
Farnsworth, esta lógica desemboca en un enrevesado círculo ya que
"políticos en la derecha y la izquierda se han dado cuenta de que puede
ser conveniente echar la culpa de su propia mala gestión económica a
otros".
"Como
ocurre de manera frecuente -subrayó-, los mismos líderes que intentan
arreglar los problemas políticos y económicos dejados por sus
predecesores son a menudo los que son castigados políticamente por
tratar de hacer lo correcto al poner a sus economías sobre unos
cimientos más estables".
"Esta es quizás la mayor ironía de todas", apuntó Farnsworth.
ARGENTINA
Alberto
Fernández, principal favorito para ganar las elecciones desde las
primarias de agosto, cargó esta semana contra el FMI, acusándolo de ser
"responsable", junto al actual presidente y candidato a la reelección,
Mauricio Macri, "de lo que está pasando en Argentina".
"Lo
que está pasando" es una profunda crisis económica que aúna una
prolongada contracción del PIB, del 2,9% previsto para este año, una
elevada inflación, cercana al 55%, alto nivel de deuda y tasas de
pobreza, y todo ello en el marco del mayor programa de asistencia
financiera de la historia del Fondo por valor de 57.000 millones de
dólares.
Sea
quien sea el vencedor de las elecciones de este domingo, Argentina
tendrá que encarar un nuevo escenario de "renegociación" de la deuda con
la institución financiera internacional, lo que incluirá a buen seguro
nuevas condiciones.
ECUADOR
Por
su parte, en Ecuador la eliminación de los subsidios a los combustibles
por parte del Gobierno de Lenín Moreno en el marco de otro programa con
el Fondo para reequilibrar la cuentas públicas desató una ola masiva de
protestas en todo el país, que dejaron ocho muertos y más de un millar
de heridos.
Ante
la gravedad de los disturbios, y tras trasladar temporalmente la sede
del Gobierno de Quito a Guayaquil, Moreno finalmente cedió y retiró el
polémico decreto de supresión de subsidios.
En
rueda de prensa la pasada semana, la nueva economista jefe de la
institución, la india Gita Gopinath, comentó al situación de Ecuador con
el tradicional y frío lenguaje tecnócrata de la institución.
El
Fondo, dijo, "acude a estos países cuando son épocas de tensión y hay
situaciones difíciles que se encaran" a la vez que consideró
"desafortunado que haya dificultades que tengan que enfrentar la
población".
Y así, el círculo de acusaciones vuelve a comenzar.
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