MILÁN.- El Vaticano se enfrenta a un dilema que habría sido familiar para san
Agustín. Es célebre la cita del teólogo y obispo del siglo IV: “Dame
castidad y continencia... pero no ahora”. Frente a un déficit masivo, la
Santa Sede puede sentirse tentada a desear un aplazamiento similar
orientado hacia sus finanzas.
La administración que dirige el
papa Francisco hace que el vecino más grande, Italia, parezca un modelo
de restricción fiscal. El déficit de la Santa Sede se duplicó a unos 70
millones de euros el año pasado, según el Wall Street Journal, o sea el
23% de su gasto anual. Roma ha tenido durante años un superávit, antes
de que se contabilizaran los intereses de la deuda pública.
El
quebradero de cabeza de los presupuestos es lo suficientemente material,
dice el WSJ, como para que los jefes del departamento del Vaticano se
reúnan a petición del Santo Padre el 20 de septiembre para discutir el
asunto y buscar remedios inmediatos a las tambaleantes finanzas de la
Iglesia.
Evaluar el estado preciso de las cuentas opacas del
Vaticano no es fácil. El miniestado ha publicado sólo datos limitados,
el más reciente en sus cuentas consolidadas de 2015. Ese año, la Santa
Sede registró un déficit presupuestario de 12 millones de euros.
Al
igual que con los organismos más mundanos, el enfoque sensato para tal
desajuste fiscal es recortar el gasto.
Esto sería apropiado, dado que
los gastos no se destinan a misiones vitales en el extranjero o a
proyectos caritativos, sino principalmente a los salarios y otras
prestaciones de los empleados del Vaticano.
Lo ideal sería que el
miniestado adoptara los rígidos criterios de Maastricht para disciplinar
a los pecadores fiscales de la zona euro, que actualmente no se
aplican.
Aun así, la economía aboga por un enfoque más acorde con la cita de
san Agustín. Dado que la zona euro está inundada de tipos de interés
ultrabajos, tendría sentido desde el punto de vista financiero emitir
unos pocos bonos de rendimiento negativo.
Sin embargo, esta medida
requeriría cuentas más transparentes y una calificación crediticia.
También suscitaría preocupación el hecho de que la Santa Sede no
estuviera tomando las medidas necesarias para apretarse el cinturón.
El Vaticano puede hacer lo que quiera. Pero dada su historia de finanzas opacas, la castidad fiscal parece lo más sabio.
- El déficit anual de la Santa Sede se ha ampliado a unos 70
millones de euros en 2018 con un presupuesto de unos 300 millones de
euros, según informó el 3 de septiembre el Wall Street Journal, citando a
altos cargos del Vaticano.
- El Papa Francisco ha
convocado una reunión extraordinaria de los jefes de departamento del
Vaticano para el 20 de septiembre para tratar el tema, según el WSJ.
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