FRÁNCFORT.- Se espera que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, a
quien a menudo se le atribuye el hecho de haber salvado al euro durante
la peor de sus crisis, haga más magia la semana que viene en su
penúltima reunión al frente del BCE.
La economía de la zona euro está en declive y la inflación es
preocupantemente débil, lo que presiona al Banco Central para que apoye a
los 19 miembros de la unión monetaria, como ha hecho una y otra vez
durante la última década.
Se espera que Draghi proponga un nuevo
cóctel con medidas de estímulo el próximo jueves, entre otras cosas
porque otros, en particular la Reserva Federal, también están relajando
su política monetaria.
Pero lo difícil será armar el paquete.
El BCE dispone de una amplia gama de medidas, pero cada una tiene
costes, desde la dudosa eficacia y los importantes efectos secundarios,
hasta la oposición directa de algunos de los principales responsables
políticos.
El problema es que los mayores desafíos del bloque
están fuera del control del Banco Central: ningún estímulo del BCE puede
dar lugar a un acuerdo comercial entre Estados Unidos y China, impulsar
el crecimiento chino o conseguir que se firme e implemente un acuerdo
de Brexit.
Por lo tanto, lo máximo que puede desear Draghi es
mantener la confianza el tiempo suficiente para que los gobiernos hagan
su trabajo.
Sin embargo, algunos de sus colegas creen que es una
apuesta peligrosa. El BCE ha agotado la mayor parte de su arsenal a lo
largo de años de estímulo, por lo que tiene que elegir cuidadosamente
sus batallas y preservar sus recursos para una verdadera crisis.
No
obstante, es probable que Draghi argumente que los problemas con las
exportaciones ya están afectando a las economías nacionales, aumentando
el temor a una recesión.
Además, las expectativas del mercado de
que habrá estímulos son tan altas que un paquete modesto correría el
riesgo de decepcionar, provocando que los costes de los préstamos sean
más altos y no más bajos.
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