El presidente
de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, convocó a los líderes
europeos a una reunión extraordinaria, hoy domingo, para tratar
de la crisis de los refugiados. La convocatoria pide acciones operativas
inmediatas. Casi coincidiendo con este anuncio se supo que los combates
en las ciudades sirias de Aleppo, Homs y Hama han obligado a huir a
miles de personas más. Son setenta mil, según el director del Servicio
de Socorro Médico sirio, e informa un corresponsal de la BBC. Y van
once millones de desplazados, de los que cuatro millones son refugiados,
la mayoría en los países vecinos a Siria.
Siguen
llegado a Europa decenas de miles, sin que la mayoría de los
cientos de miles que han llegado este año hayan encontrado acogida
regular o asentamiento permanente, por no hablar de la
regularización de su estatus como refugiados, del que sólo se
benefician hasta ahora unos cuantos millares. La Unión está
rebasada por esta crisis, no sólo por la llegada de personas llenas
de necesidades, sino por la inoperancia del actual sistema legal
para la acogida de refugiados, así como por la falta de autoridad
para regular su tránsito entre las fronteras nacionales. Según la
Organización Internacional de Migraciones, hasta octubre de este año
han llegado a Europa 650.000 migrantes, mientras que en 2014 fueron
280.000.
El desplazamiento incontrolado de refugiados,
con los que se entremezclan emigrantes laborales, provoca
fuertes reticencias de las opiniones públicas europeas, pero
también son ocasión para numerosas muestras de generosidad y
voluntad de acogida por colectividades y familias, a lo largo y
ancho de toda Europa.
No toda precaución está injustificada
Algunas
de las reticencias, sin embargo, no carecen de fundamento, ni
están basadas en prejuicios. El cardenal Cañizares, arzobispo de
Valencia, expresó hace pocos días su preocupación por la posible
llegada entre los refugiados de personas que “no son trigo limpio”.
Esta no muy precisa advertencia escandalizó a fuerzas políticas
de izquierda, como muestra de xenofobia. Sin embargo, al cardenal
Cañizares hay que suponerle que dispone de información directa
de, por lo menos, los refugiados cristianos procedentes de Siria e
Iraq, donde su confesión es objeto de persecución,
ejecuciones, esclavización y, en el más benigno de los casos,
destierro. Las seculares comunidades cristianas de Oriente Medio
están actualmente en vías de extinción por huida y muerte.
También
es conocida la extensa red de captación de voluntarios
europeos de religión musulmana, montada por el llamado Estado
Islámico (EI), y se conoce la vuelta de centenares de ellos a sus
países europeos de origen, aunque no se pueda estar seguro de que a
su regreso todos han sido detectados por los servicios secretos.
Sin
embargo, las sospechas de que los retornados a Europa desde el EI
puedan tener sus miras puestas en realizar actos terroristas no están
avaladas por pruebas objetivas de que, en este momento, obedezcan a
un plan deliberado. Aunque ha habido casos de preparación de
atentados por los retornados a Bélgica, Kosovo y otros países,
descubiertos por la policía, seguramente Europa no es en estos
momentos un objetivo prioritario del EI. El califato debe
concentrar sus recursos para retener el territorio que ya
controla, y defenderse del extenso número de enemigos que luchan
contra sus milicias, en una coalición en la que participan aviones
y asesores de combate de Estados Unidos, Rusia, Turquía, Reino Unido,
Francia, Canadá, Australia, etc, y el apoyo de España.
En estos
momentos, un acto de terror en Europa trazable al EI no haría sino
reforzar y agrandar la coalición que lucha contra ellos. Este
prudente cálculo estratégico, sin embargo, no excluye al
‘espontáneo’ deseoso de prestar ayuda ‘táctica’ a la causa con ataques
mortales más o menos improvisados, y que tan frecuentes han sido
en Europa durante los últimos dos o tres años.
La crisis
empieza a provocar la cólera de ciertos sectores de las sociedades
europeas. En los últimos días han ardido algunas residencias
improvisadas para alojar refugiados. Donde más actos de violencia
se han registrado es en Alemania, que también es el país que hasta
ahora ha recibido mayor número. Suecia se incorporó el pasado
martes a la lista, con la que quema de un refugio recién
habilitado. Eslovenia se sumó el miércoles 21 a este tipo de señal,
cuando los propios refugiados prendieron fuego a varias tiendas
para llamar la atención sobre las condiciones precarias del campo
de acogida.
Hora de presupuestar el costo
La
magnanimidad de la canciller Merkel, que a mediados de septiembre
abrió la puerta a refugiados, en tránsito desde Grecia, Hungría y
Serbia, está obligando a muchos alemanes a recapacitar sobre el
coste de esta acogida, que puede subir a un número indeterminado
de miles de millones de euros, seguramente bastante más que los
gastos que la llegada y salida de los refugiados ha producido y
produce en los países de tránsito.
Un hipotético millón de
refugiados obligará necesariamente a revisar en algunas
décimas o unidad porcentual las previsiones del balance de cada
estado. No consta que hasta ahora alguno de ellos haya mirado esta
cuestión desde el punto de vista de los reajustes fiscales, aunque
la Comisión sí lo ha hecho: casi €10.000 millones para la actual
crisis, tres mil de ellos para ayudar a Turquía a retener los
refugiados dentro de su territorio. Estos gastos, durante un
futuro incierto, constituirán una partida fija de los
presupuestos de los estados miembros, mientras los refugiados e
inmigrantes no sean devueltos o, si devienen permanentes, hasta
que encuentren empleo. Se estima que menos del 40% podrán ser
expulsados de Alemania, por un motivo u otro.
Alemania y Suecia
son los países más ambicionados por los refugiados, dados su alto
nivel de empleo y la generosidad de sus sistemas asistenciales.
Eslovenia, un pequeño país de dos millones, se ve desbordado por
las dificultades creadas por la llegada de varios miles de
refugiados, que no pueden pasar a Austria o Serbia, por haber
cerrado esos países sus fronteras. Esta medida es consecuencia
directa de que Hungría cerrase las suyas el 15 de septiembre,
obligándoles a buscar rutas alternativas. Según informa
Associated Press, nuevas columnas de refugiados se dirigen desde
principio de semana a Eslovenia.
La reunión de este
domingo tiene por objeto declarado, según el comunicado de
Juncker, “acordar unas conclusiones operativas comunes que puedan
aplicarse inmediatamente”. La urgencia de que las medidas tengan
operatividad viene acelerada por la llegada del invierno, cuando
decenas de miles de refugiados e inmigrantes se agolpan en las
fronteras de los países balcánicos y corren el peligro de morir de
frío y agotamiento.
Europa empieza a verse a sí misma como algo que ya fue, y que no
esperaba que volvería a ser, un continente de refugio masivo.
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