domingo, 1 de marzo de 2009

Los bancos 'zombis' / Luis de Guindos

La expresión bancos zombis proviene de la década perdida de Japón durante los 90. Se trataba de bancos con enormes pérdidas en su activo, superiores a sus recursos propios, y por tanto insolventes, lo que les impedía realizar sus operaciones habituales. La oposición social dificultaba su recapitalización y rescate por parte del Gobierno con dinero de los contribuyentes, mientras que por otro lado existía un rechazo institucional a su nacionalización.

De este modo, la economía japonesa convivió durante 10 años con unas instituciones bancarias que no realizaban su función principal, dar crédito, y que simultáneamente impedían que los impulsos monetarios del Banco de Japón se trasladaran a las familias y empresas. Esta situación alargó y profundizó la crisis japonesa, que sólo empezó a resolverse gracias al fuerte tirón experimentado por las exportaciones a China con la llegada del nuevo siglo.

En las últimas semanas hemos visto una reaparición de las tensiones en los mercados crediticios y un ajuste importante en los precios de las acciones de los bancos en todo el mundo. Parece como si los temores que surgieron después de la caída de Lehman se reprodujeran con renovada intensidad. La evidencia de estas tensiones es especialmente visible en los Credit Default Swaps (CDS) -el coste de protección frente a impagos- de los bancos. ¿Cómo es posible que los CDS de los bancos se amplíen a pesar de los programas de rescate de los gobiernos?

La respuesta es muy simple: el deterioro de los CDS de los propios países, que se han visto afectados por los programas de estímulo fiscal y de rescate financiero, cuyo coste necesariamente tendrá que ser cubierto con emisiones adicionales e ingentes de deuda pública. Como no podía ser de otro modo, el CDS de los bancos se encuentra íntimamente ligado al del gobierno que los rescata o garantiza.

El empeoramiento de la situación proviene de la percepción de que el tamaño de las pérdidas por activos tóxicos crece exponencialmente como consecuencia de la recesión mundial. En concreto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) eleva las pérdidas originadas por activos en EEUU hasta los 2,2 billones de dólares, frente a una estimación de 1,4 billones de hace sólo unos meses. La suerte para los bancos americanos es que la mitad de estos activos se encuentran en balances bancarios fuera de los Estados Unidos.

Sin embargo, la extensión de la recesión en el resto del mundo está contaminando numerosos activos extranjeros que se encuentran en los balances de los bancos americanos, en una especie de infección global. En esta situación, no resulta extraño que el valor de mercado de los bancos americanos haya caído por debajo de los 400.000 millones de dólares y que se hable de la necesidad de acabar nacionalizando los dos buques insignia de la banca en EEUU, el Citi y el Bank of America.

Un nuevo frente se ha abierto con bastante virulencia: la extensión de la crisis a los países emergentes, muy especialmente a las economía del centro y el este de Europa. En los últimos días hemos visto un desplome importante de sus monedas ante los desequilibrios de estos países, especialmente la existencia de un elevado déficit externo y una alta dependencia de la financiación internacional.

En concreto, en los tres últimos años estos países han triplicado su financiación bancaria del exterior, superando los 1,6 billones de dólares. Se trata de una crisis clásica parecida a la que tuvo lugar a finales de los 90 o en 1994 con la crisis del tequila en México. En estos momentos, tres países de la zona -Hungría, Letonia y Ucrania- ya han acordado una financiación de emergencia con el FMI, mientras que Serbia está en conversaciones y Rumanía ha señalado su voluntad de iniciarlas.

Como casi siempre ocurre en este tipo de crisis, la situación de los países no es idéntica, aunque por desgracia los mercados no discriminan en exceso. En el caso de los países del Este, aparte de Letonia, la peor situación la tienen Bulgaria y Hungría, que cuentan con un porcentaje de deuda externa que excede el 100% de su PIB, lo que supera ampliamente los ratios de los países asiáticos al inicio de la crisis de finales de los 90.

Por el lado de los prestamistas, seguramente el país más afectado es Austria, cuya exposición a la zona excede el 70% de su PIB, seguido por Suecia con un 30%. Sin embargo, más allá de lo que son los flujos de capital, la recesión que va a vivir la zona golpeará especialmente a Alemania, que es el principal exportador a estos países.

De cualquier modo, y esto es lo más relevante, la exposición de los bancos europeos a la totalidad de los países emergentes va más allá de los 3,3 billones de euros, una cifra que supera en más de siete veces la de los bancos de Estados Unidos, lo cual nos hace especialmente sensibles a una crisis en estas economías.Esta preocupación se encuentra, sin duda, detrás de la reciente debilidad del euro en los mercados de divisas.

Por último, otro factor que ha impactado negativamente en la percepción de la salud de los bancos ha sido la reacción negativa de los mercados al plan del nuevo secretario del Tesoro americano, Tim Geithner, que se ha hecho público hace unas semanas.

A pesar de que incrementa los recursos de su antecesor, el famoso TARP de Paulson, mediante la creación de un nuevo fondo destinado a adquirir titulizaciones de préstamos y la ampliación de las facilidades crediticias de la Reserva Federal, se considera que no aborda el problema de solvencia de los bancos americanos, al mantener el importe de dinero público para inyecciones de capital y no aclarar suficientemente los detalles del nuevo fondo público-privado de compra de activos tóxicos. En definitiva, se piensa que los bancos americanos seguirán sin funcionar, actuando como zombis en terminología japonesa.

El problema es que pueden contagiar al resto de la economía, al igual que ocurrió en Japón.Además, ahora, por desgracia, no podemos contar con el tirón de la economía china para sacarnos de la crisis.

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