lunes, 11 de enero de 2021

Portugal lidera la Unión Europea en un semestre crucial

 


BARCELONA.- Al primer ministro portugués, el socialista António Costa, no va a serle fácil llevar los zapatos de la canciller Angela Merkel. No solo por que ella tiene un pie más pequeño (calza un 40) sino porque deja la presidencia del Consejo Europeo en un momento muy complejo, con la pandemia fuera de control y el plan de recuperación por ejecutarse.

La última vez que Portugal asumió la presidencia de la UE la situación también era muy complicada. Fue durante el segundo semestre del 2007. La Unión venía de un periodo de sumo desgaste, con unos países queriendo avanzar hacia una mayor integración política mientras otros se mostraban satisfechos con el mercado interior y no querían ir más allá, recuerda hoy el periódico La Vanguardia

El compromiso entre estas dos maneras de entender Europa se firmó el 19 de octubre de aquel año en el monasterio de los Jerónimos de Lisboa, el edificio del siglo XVI que simboliza la época de los grandes exploradores portugueses. El tratado de Lisboa es lo más parecido a una Constitución que tiene la UE y sobre él se apoya todo el edificio legislativo.

El reto que ahora asume la diplomacia portuguesa es similar. Ha de afianzar la UE en un año crítico, no solo por la covid y sus consecuencias sino por el Brexit y el destrozo que ha causado la presidencia de Donald Trump en las relaciones transatlánticas.

Portugal supervisará el despliegue de los 750.000 millones de euros del plan de recuperación. No será fácil. Cada uno de los 27 socios debe presentar un programa de reformas para acceder al dinero. Bruselas debe aprobarlo y fiscalizar su ejecución. Puede haber vetos técnicos y políticos, que Lisboa deberá negociar para adaptar los planes de cada país a lo que establece el pacto de recuperación.

Costa sabe que Polonia, Hungría pueden poner problemas. La ayuda está condicionada a que se respete el Estado de derecho y ambos países tienen abiertos procesos sancionadores por violarlo.

La recuperación ha de impulsar un nuevo modelo de crecimiento económico, que ha de ser más digital y sostenible, no solo con el medio ambiente, sino también con las personas. “Nadie ha de quedarse atrás” ha dicho Costa, y para conseguirlo ha convocado a sus colegas a una cumbre en Oporto a principios de mayo. 

El objetivo será pactar los derechos sociales de los ciudadanos. La convergencia social es necesaria para garantizar buenas condiciones laborales y favorecer que los europeos puedan trabajar en cualquier país con las mismas garantías que en el suyo. Este es un pilar fundamental de la recuperación colectiva de la economía europea.

La crisis de la covid ha puesto de relieve la urgencia de esta convergencia social, así como la de una mayor unión sanitaria. Costa deberá impulsar un programa europeo de lucha contra el virus que sirva también para afrontar los que puedan venir en el futuro.

De puertas afuera, Portugal deberá reforzar la autonomía estratégica de a UE. Esto implica, por ejemplo, diversificar los socios comerciales. Al preacuerdo sobre inversiones con China seguirá otro con India. Está prevista una cumbre en Oporto, también en mayo, con el primer ministro Narendra Modi.

Europa necesita valerse por sí misma, sobre todo una vez comprobado que EE.UU. no es un socio fiable. El próximo presidente, Joe Biden, intentará recomponer las relaciones que Trump ha roto, pero su atención exterior estará en China y no en Europa.

La diplomacia portuguesa, que tiene un peso superior al de su país, será muy útil también para que Bruselas y el Londres perfilen los detalles de su futura elación. Quedan muchos flecos sueltos y la histórica buena relación de Portugal con el Reino Unido ayudará a recogerlos.

El hueso de la migración

Pocos problemas son tan crónicos y corrosivos en la UE como el de la migración. Desde el pasado septiembre, la Comisión tiene lista un programa de acción para admitir migrantes, asilados y refugiados sobre el principio de solidaridad. Cada país tiene una cuota y quien no quiera inmigrantes deberá pagar para sostener el sistema. 

Este es un asunto muy polémico que exigirá lo mejor de la diplomacia portuguesa. Hungría, Polonia y la República Checa no están de acuerdo porque no quieren más extranjeros, a pesar de que sus poblaciones también envejecen como en el resto de Europa. 

Amnistía Internacional y otras organizaciones pro derechos humanos también critican el plan porque no resuelve el problema de los migrantes atrapados en Oriente Medio y África. La UE recibió 1,8 millones de migrantes sin papeles en el 2015, pero solo 50.000 el año pasado. La situación hoy es muy diferente a entonces.

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