Empieza a existir un cierto consenso sobre las cifras en las que se
van a mover las grandes variables macroeconómicas este año y quizás el
venidero, con mayor certeza lógicamente en lo que atañe al presente
ejercicio porque el debate sobre si la depresión económica va a tener
forma de “V” o de “U” está algo más verde. Algunos más optimistas hablan
de un año como máximo. Otros hablan de tres.
Como es lógico, es casi
todo pura especulación porque lo primero que habrá que alcanzar es el
final de la pandemia antes de que la situación económica pueda empezar a
normalizarse y el aparato productivo pueda recuperar su plenitud
operativa. Con el estado de confinamiento en el que vivimos, las cifras
son como para no dormir, sobre todo porque el estado de liquidez de la
economía ya ha comenzado a dar algunos motivos de preocupación, con el
retraso de algunos pagos y la inquietud por saber lo que sucederá en el
inmediato futuro.
De momento, el Estado ya ha tenido que empezar a pagar intereses por
emitir Letras del Tesoro a doce meses de plazo, cuando la última tanda
de endeudamiento se lanzó hace unas semanas a tipos negativos del 0,5%.
Es decir, ya hemos empezado a pagar por emitir Deuda Pública que hasta
ahora nos `proporcionaba ingresos con sus tipos negativos.
Ha sido el Fondo Monetario Internacional (FMI) el que ha publicado
este martes una primera aproximación de lo que puede ser el futuro
económico inmediato traducido en cifras. Para España, el FMI vaticina
un 8% de caída del PIB este año, nada que ver con las previsiones
anteriores, que estaban en positivo, con una subida posible del 1,6%.
Eso ya es historia.
La pandemia está pasando una factura impresionante,
como no se conocía en España, para un solo ejercicio, el del año 1936,
con más del 25% de descenso. La crisis de 2008 y siguientes llegó a
acumular en España, en conjunto, sumando los retrocesos de los tres años
peores (el de 2009 y los de 2012 y 2013) un total próximo al 9%. Ha
sido nuestra experiencia recesiva más reciente aunque desde luego mucho
más gradual y con rasgos muy distintos a los actuales.
El vuelco es, por lo tanto, colosal, aunque España no es desde luego
ninguna excepción. En Europa, Italia podría cerrar este año con un
retroceso del 9,1% mientras Grecia caería un 10%. Menos castigados
resultarían algunos países de mayor enjundia de la UE, como Alemania,
con un retroceso del 7% o Francia, con un 7,2%. Para el conjunto de la
Unión Europea, el vaticinio es del 7,5% de retroceso en el PIB.
En suma, España iría algo peor que la media europea pero claramente
mejor que algunos alumnos menos agraciados, básicamente Italia, en donde
la pandemia ha azotado y está actuando con más fuerza. Alemania cuenta
con mayores recursos para levantar su sistema productivo, ya que
dependiendo de cómo caya el comercio mundial, las economías netamente
exportadoras pueden salir bastante mejor paradas que la española.
España
depende mucho del exterior, pero por desgracia ello se debe a su
vinculación con el turismo, una actividad severamente dañada como ya se
ha visto en esta Semana Santa. El 12% de la economía española se juega
en el sector turístico, posiblemente el más dañado, desde luego en el
caso de España el más influyente, de cuantos integran las economías
europeas.
Las previsiones y vaticinios que maneja el FMI están sujetos, en
todo caso, a unas altísimas dosis de incertidumbre aunque las cifras
finales parecen a estas alturas más susceptibles de ir a peor que a
mejor.
(*) Periodista y economista español
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